martes, 10 de octubre de 2017

Un único juramento. ¡Juntos y adelante!




.Orlando Guevara Núñez
Tengo ante mis pupilas las imágenes del cementerio Santa Ifigenia. Veo las tumbas de Céspedes, de Mariana, de Martí y de Fidel.
En estas tumbas no imagino huesos, ni cenizas. Las miro e  imagino ideas. Escucho sonidos de  campanas. A mis oídos  llegan himnos. Veo veloces corceles, machetes; escucho disparos que quiebran afrentas y grilletes. Libros abiertos. Mujeres que curan heridos y no admiten lágrimas ni siquiera ante el dolor por sus hijos heridos o muertos.
Al unísono con  el  toque de campanas,  miro hacia el  obelisco de Céspedes. Y escucho sus palabras aquel glorioso 10 de octubre de 1868.
¡Ciudadanos: ese sol que veis alzarse por la cumbre del Turquino, viene a alumbrar el primer día de libertad e independencia de Cuba! Y fundiendo oprobios en la hoguera de la rebeldía. Y dirigiéndose a los nacientes soldados:
¿Juráis vengar los agravios de la Patria?  Y una respuesta firme: ¡Juramos!  Y otra interrogante:  ¿Juráis perecer en la contienda, antes que retroceder en la demanda?  Y la respuesta esta vez más alta: ¡Juramos!
Entonces, un juramento a los juramentados:  “Yo, por mi parte, juro que os acompañaré  hasta el fin de mi vida, y que si luego tengo la gloria de sucumbir antes que vosotros, saldré  de la tumba para recordaros vuestros deberes patrios y el odio que todos debemos al gobierno español”.
Entonces, ¿Cómo imaginar a Céspedes callado? Lo imagino saliendo de su tumba, y recordándonos los deberes que aún   nos restan por cumplir por las ya ganadas libertad e independencia.
Mi vista se posa sobre la tumba que atesora a Mariana Grajales Cuello. Imposible pensarla en reposo. La veo de un lado a otro, atendiendo a un hijo herido,  ordenándole al más pequeño  que se empine para que luche también por la libertad de Cuba.
Cierro los ojos y reproduzco en mi mente la escena de la Madre de la Patria, con sus hijos arrodillados ante ella,  crucifijo en mano, jurando liberar a la patria o morir por ella. Y pienso en sus seguidoras: Haydée, Melba, Vilma, Gloria, Lidia, Clodomira… y tantas otras mujeres cubanas.
Repaso cada pulgada del Mausoleo de José Martí. No es posible admitirlo muerto. Ni callado. Su voz trasciende el mármol.  Y escucho su llamado: ¡Juntos y adelante!  Y su advertencia de que “ La libertad cuesta muy cara, y es necesario, o resignarse a vivir sin ella, o decidirse a comprarla por su precio. Y de que los grandes derechos no se compran con lágrimas, sino con sangre.
Lo imagino en tribunas, escribiendo en Patria . Y lo veo levantar los  puños al proclamar su convicción de que  ¡Antes que cejar en el empeño de hacer libre  y próspera a la patria, se unirá el mar del Sur al mar del Norte, y nacerá una serpiente de un huevo de águila.
¿Cómo imaginar a Martí  callado?   Lo supongo recordándonos que en la mejilla ha de sentir todo hombre verdadero el golpe que reciba cualquier mejilla de hombre. ¿Cómo sin vida? Si allí, junto a él, está un grupo de los jóvenes que el 26 de julio de 1953 vinieron a Santiago de Cuba, a ofrendarle su sangre y su vida para que él siguiera viviendo en el alma de la patria. Y están otros que murieron llevando en la frente la marca del deber cumplido, tanto en Cuba como en otras latitudes del mundo.
Y siento aún  las sentidas palabras de nuestro Héroe Nacional, expresando su dolor por la patria encadenada.
Lloré, lloré de espanto y de amargura: /  Cuando el amor o el entusiasmo llora /Se siente a Dios, y se idolatra, y se ora;/ ¡Cuando se llora como yo, se jura!
Mi vista se detiene en las cinco letras que identifican una tumba: FIDEL. Están incrustadas en la piedra más gloriosa de Cuba. Y recuerdo los versos de Navarro Luna: Hay muertos que no caben en sus tumbas.
Y lo imagino combatiendo en el Moncada Y luego en la prisión, en el exilio, navegando en el Granma, escalando la Sierra Maestra. Lo veo con su uniforme verde olivo, sus grados de Comandante en Jefe. Fidel de Cuba, de América, del mundo.
Y acude a mi mente otro juramento:” Obreros y campesinos, hombres y mujeres humildes de la patria ¿juran defender hasta la última gota de sangre esta Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes?  Y una unánime respuesta: ¡Juramos!
Y escucho otra vez su propio juramento: “Defender esta Revolución hasta la última gota de nuestra sangre.
Me parece escucharlo repitiendo su decisión con fuerza de presente y de futuro:”Nacimos en un país libre que nos legaron nuestros padres y primero se hundirá la Isla en el mar antes que consintamos en ser esclavos de nadie”
No hay silencio dentro de las tumbas. Miro a mi alrededor: combatientes, niños, jóvenes, hombres y mujeres. Repaso los juramentos de Céspedes, de Mariana, de Martí y de Fidel. Y me parece ver al pueblo suscribiéndolos.
Y siento que  para nosotros, todos esos juramentos se funden en uno solo: . ¡Juntos y adelante!.



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