.Orlando
Guevara Núñez
Han pasado 55 años y mis recuerdos viajan, como cinta cinematográfica, a aquel
17 de abril de 1961. Vivía en un barrio rural cercano a Playa Las Coloradas, Niquero, Oriente, lugar que el
2 de diciembre de 1956 había acogido a los expedicionarios del Granma,
encabezados por Fidel Castro, para reiciniar la lucha armada contra la tirania
de Fulgencio Batista.
Esa
mañana, una noticia ocupó
la atención de todos. Se había producido, por Playa Girón, un desembarco, organizado, armado, financiado
y dirigido por la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos, con el
fin de derrocar el poder revolucionario en Cuba. Ya se combatía en las costas
cubanas, ya se derramaba sangre de hermanos nuestros.
Para
esa fecha, yo tenía la responsabilidad de
presidente de la Brigada Juvenil de Trabajo Revolucionario de la
Asociación de Jóvenes Rebeldes en aquella pequeña comarca, poblada de obreros
agrícolas y campesinos que ya disfrutábamos de los beneficios de la Revolución.
Aquella
organización de base, que llevaba
el nombre de Josué País García, hermano
de Frank País, quien al morir heroicamente en Santiago de Cuba, el 30 de junio de 1957, contaba con solo 19 años
de edad, estaba integrada por 50
jóvenes, entre ellos siete muchachas.
La
decisión de todos fue rápida. Fidel
había convocado al pueblo a la
movilización para el combate. El Che se había dirigido especialmente a los
jóvenes. El pueblo de Niquero, a unos 12 kilómetros de donde vivíamos, fue el
punto hacia el cual nos dirigimos. Allí nos presentamos al puesto militar,
expresando nuestra disposición de
marchar hacia el escenario de los combates, en Playa Girón.
Se
nos indició permanecer allí, en una especie de acuartelamiento. Nos sumamos a
la guardia revolucionaria. A mí me
enviaron, armado con un fusil R-2, checo y unas cien balas, de custodio en la
punta de un pequeño muelle cercano al pueblo. La misión consistía en, si
avisoraba alguna embarcación, realizar disparos de aviso. Afortunadamente, cuando a las diez de la mañana del siguiente
día fuí relevado, el único enemigo presente habían sido los mosquitos.
Durante
la movilización, recibimos varias conferencias sobre historia de Cuba. En
realidad, lo que deseábamos era ir para
Playa Girón, sin comprender bien – por nuestro propio desconocimiento sobre los
temas millitares- por qué no se nos enviaba para el lugar del combate.
Escuchamos
los comunicados del Comandante en Jefe Fidel Castro. Cada palabra suya nos
enardecía. Vimos camiones repletos de milicianos marchando hacia las
trincheras. Y un espectáculo que nos causó mucha impresión, la de personas que
no eran milicianas, incluso con posiciones dudosas en cuanto a la
Revolución, tratando de abordar los
vehículos para sumarse a la defensa.
Seguímos
haciendo guardia. Hasta que Fidel emitió
el parte de la victoria. La invasión había sido liquidada antes de las 72 horas de pisar tierra cubana. Nuestras Fuerzas Armadas
Revolucionarias, el Ministerio del Interior, las Milicias Nacionales
Revolucionarias y el pueblo todo, habían derrotado a los invasores. Otra vez, Fidel, al frente, en primera línea,
arriesgando su propia vida, nos había conducido a la victoria.
Regresamos
a nuestros hogares. No habíamos ido a Playa Girón, pero nos sentíamos parte del
triunfo. Aquel episodio contribuyó en
mucho a nuestra formación revolucionaria. Desde entonces conocimos mejor al
enemigo. Un día, recordando a aquel grupo de medio centenar de jóvenes,
comprobé que 41 de ellos llegaron a militar en las filas del Partido Comunista
de Cuba. Otros fueron oficiales de nuestras Fuerzas Armadas, otros, dirigentes
políticos.
Cuando
se creó la Brigada Juvenil de Trabajo
Revolucionario, el presidente fue un prío mío, Ramón Guevara Montano. El fue llamado
a las filas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, momento en que a mí, que
era el organizador, me correspondió asumir la presidencia.
Precisamente
un 17 de abril, en 1970, Ramón Guevara Montano (Monguín) ya con los grados de Teniente, cayó durante
el enfrentamiento a una infiltración armada de la CIA, en la oriental región de Baracoa.
Cinco
décadas y media. Nuestra obra revolucionaria perdura porque han perdurado
nuestros recuerdos. Esa es la obra y la
historia que hoy seguimos engrandeciendo y defendiendo.
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