jueves, 26 de diciembre de 2019

Nuestro eterno Fidel: ante el peligro y el dolor, siempre junto a su pueblo



.Orlando Guevara Núñez
Tal como lo hizo durante la guerra, Fidel estuvo  siempre al lado de su pueblo – y el pueblo al lado de su Fidel- en los momentos más cruciales de la Revolución. Siempre al frente. Siempre orientando, ayudando a mitigar un dolor, trazando un camino.
Lo recordamos cuando los cubanos sentimos en lo más profundo la pérdida del Comandante Camilo Cienfuegos. Y no aceptamos esa muerte hasta que él la confirmó. Fue un dolor compartido. Entonces surgió aquella afirmación aún vigente: En el pueblo hay muchos Camilos. Y el ejemplo del Señor de la Vanguardia inspiró a millones de cubanos. Las lágrimas se convirtieron no solo en tributo de gratitud, sino, sobre todo, en compromiso renovado y multiplicado de ser más dignos del héroe.
El 4 de marzo de 1960, un atentado terrorista cobró la vida de más de un centener de personas en La Habana. El vapor francés La Coubre, que traía armas belgas para defender nuestra soberanía, fue víctima de una explosión cuando era descargado.
Otra vez dolor y lágrimas de pueblo. Pero ahí estaba Fidel. Y en esa ocasión, al día siguiente, en el entierro de los muertos, nuestro Comandante en Jefe expresó unas palabras que han presidido desde entonces nuestras luchas: ¡Patria o Muerte! El 7 de junio de ese propio año, en asamblea con trabajadores de barberías y peluquerías, en La Habana, a esa consigna se sumaría otra palabra expresada por Fidel: ¡Venceremos! Pocas veces como esta, palabras dichas por un hombre han ganado tal dimensión de pueblo y permanente fuerza de presencia.
El 15 de abril de 1961, fueron bombardeadas, por  aviones de los Estados Unidos, salidos desde Nicaragua, el aeropuerto de Santiago de Cuba y las instalaciones similares de Ciudad Libertad y San Antonio de los Baños. Varios cubanos resultaron muertos o heridos. Era el preludio de la invasión mercenaria de Playa Girón. El día  16, durante el entierro de las víctimas, la estatura de Fidel elevó su tamaño. De nuevo trazando el camino: proclamó el carácter socialista de la Revolución. Y llamó a defender esa Revolución patriótica, democrática y socialista de los humildes, por los humildes y para los humildes, al precio que fuera necesario.
La Patria toda se convirtió en trinchera. Y el pueblo, con los fusiles en alto, defendió esas ideas. Al siguiente día se produjo la invasión. Y allí, en el escenario del combate, en primera línea, estuvo Fidel. Y en menos de 72 horas, el imperio yanqui sufrió su primera derrota militar en América. Tal fue la trascendencia de aquel 16 de abril, que hoy esa fecha marca para los cubanos el Día del Miliciano y la fundación del Partido Comunista de Cuba.
Al año siguiente –octubre de 1962- el pueblo cubano sufrió la amenaza de un holocausto nuclear. Creo que si conservamos la vida fue porque estuvimos dispuestos a sacrificarla antes que claudicar ante el enemigo o renuncias a nuestros principios. Una vez más, Fidel al frente de su pueblo; otra vez el pueblo junto a su Fidel. Es imposible olvidar aquellas emotivas palabras de nuestro máximo dirigente en momentos tan dramáticos: “Hoy, más que nunca, me siento orgulloso de ser hijo de este pueblo”.
Para esa fecha, otros acontecimientos habían marcado la historia de resistencia del pueblo cubano: La ruptura de relaciones del gobierno de los Estados con Cuba; primero la condena de la OEA y luego la expulsión de nuestro país de esa organización, bautizada  en Cuba  como Ministerio de Colonias Yanquis. El 3 de febrero de 1962, el presidente norteamericano, Kennedy, había decretado, con su firma, el bloqueo económico, comercial y financiero todavía vigente, contra Cuba.
Recordamos que cuando la condena de la OEA, Fidel proclamó, el 2 de septiembre de 1960, la Primera Declaración de La Habana; cuando la expulsión, el propio Fidel proclamó, el 4 de febrero de 1962, la Segunda Declaración de La Habana. No hubo agresión o amenaza enemiga que quedara sin respuesta.
En octubre de 1963, un desastre natural, el ciclón Flora, devastó un amplio territorio de la región oriental del país. Más de mil muertos, miles de viviendas arrasadas o dañadas. Y allí, en medio de las lluvias torrenciales y las inundaciones, arriesgando su vida- estuvo a punto de perderla cuando su carro anfibio sufrió un desperfecto- estuvo Fidel.
Me correspondió vivir aquel desastre en su escenario principal: la llanura del Cauto. Para esa fecha, me desempeñaba como Secretario General del Partido en Cauto Embarcadero. Los muertos, en el territorio que dirigía, fueron 257. El drama era impresionante; la destrucción aplastante; recuerdo que el entonces organizador del Partido en Oriente, Jorge Risquet Valdés, dijo que yo era un secretario del Partido sin territorio.
Pero Fidel no dejó margen para el desaliento, ni para el quietismo. “Reconstruiremos todo lo perdido y haremos mucho más”. Y así fue. Dijo también que nadie quedaría desamparado. Y también se cumplió. Pero algo más: a raíz de ese desastre, Fidel ideó, orientó y puso en marcha un programa que recordamos con el nombre de Voluntad Hidráulica, encaminado a represar ríos con el objetivo de  aprovechar las aguas para la vida, quitándoles su poder de muerte. Hoy ese programa sobre pasa en mucho sus expectativas iniciales.
Así  fue siempre Fidel. Nuestro Fidel. Por eso lo seguimos, lo quisimos y lo queremos. NUESTRO FIDEL DE SIEMPRE.

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