sábado, 14 de julio de 2018

Aniversario 65 del Moncada: La solidaridad burló barrotes




                                                         
 .Orlando Guevara Núñez
Fueron muchas – y muy valiosas- las acciones de solidaridad del pueblo santiaguero con los moncadistas luego del asalto del 26 de julio de 1953. Y ese sentimiento hermoso no fue una excepción durante la permanencia de ellos en la Cárcel de Boniato.
En su libro sobre el juicio del Moncada, de Marta Rojas,  se citan varios ejemplos de cómo esa solidaridad llegó a los combatientes desde la población y también desde el interior del presidio, expresada por muchos reclusos por causas comunes, quienes  “se convertían en colaboradores y protectores de los combatientes dentro de la prisión. Ellos, espontáneamente, se ocupaban de vigilar a los esbirros y advertir a los moncadistas de los peligros que les acechaban”.
Se explica cómo algunos presos comunes que trabajaban en oficinas y otras dependencias del penal, escucharon de boca de los soldados y clases de allí que Batista había dado la orden a Chaviano sustraer a Fidel del proceso del juicio y, para eso, eliminarlo físicamente si era preciso.
Los argumentos eran que los pronunciamientos del máximo jefe del asalto en el juicio “estaban ablandando a los soldados”. Y se decía que el propio Chaviano le había afirmado al dictador que “feroces custodios del primer día del juicio, al segundo día empezaron  como hombres con complejo de culpa, titubeantes y temerosos de la justicia que Fidel les presagiaba”.
El intento de Chaviano de cumplir la orden  de Batista, fue frustrado por la sagacidad de Fidel, quien haría una contundente denuncia de esa maniobra, en carta dirigida al Tribunal. Los presos comunes habían transmitido de forma oportuna el peligro.
En un párrafo de la citada misiva al Tribunal, desmintiendo que él no podía comparecer al juicio por estar enfermo, apuntaría Fidel:
Tercero:- Que he podido conocer con toda certeza que se trama mi eliminación física, bajo el pretexto de fuga, envenenamiento o cualquier cosa parecida y que a tal efecto se han estado elaborando una serie de planes y coartadas que faciliten la consumación de los hechos (…).
Esa farsa que debía conducir al asesinato de Fidel, fue frustrada por la solidaridad. Se explica en el texto citado cómo desde el exterior del presidio la población hacía llegar a los moncadistas alimentos y medicinas, adquiridos también a través de los presos comunes, para evitar consumir los del penal. Se sabía bien que Chaviano había dado órdenes precisas de envenenar al  jefe revolucionario.  Y llegó a ser separado de su cargo un supervisor  militar de la cárcel, quien se negó a cumplir la orden  de eliminar a Fidel.
El propio envío de la carta de Fidel al Tribunal, que tuvo como portadora a  la combatiente Melba Hernández, fue posible por la colaboración de otros revolucionarios y algunos presos comunes. Preservar la vida de Fidel se convirtió en un objetivo de muchos.
Así se forjó otro episodio que es parte indisoluble de la gesta del 26 de julio de 1953. Los barrotes de la tiranía no pudieron impedir que la solidaridad del pueblo llegara hasta Fidel y el resto de los moncadistas. Y aún entre los mismos barrotes, la solidaridad con los revolucionarios  se impuso.

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