miércoles, 22 de julio de 2015

Los cubanos acompañamos siempre a Fidel en la convicción del triunfo

.Orlando Guevara Núñez

Aún recuerdo aquellos días en que el gobierno de los Estados Unidos rompió sus relaciones diplomáticas con Cuba. Lejos estaba esa potencia de pensar que 54 años más tarde esas relaciones serían restablecidas con el mismo gobierno revolucionario al cual le habían pronosticado pocos meses –algunos decían que semanas- de vida. Fue el 3 de enero de 1961.
El 31 de enero del siguiente año, en Punta del Este, Uruguay, el gobierno de los Estados Unidos consiguió que la Organización de Estados Americanos (OEA) expulsara a Cuba de su seno, trillando el camino para, pocos días después oficializar el bloqueo económico, comercial y financiero al país.
Ese bloqueo criminal, que aún se mantiene, fue oficializado por el presidente de los Estados Unidos el 3 de febrero. Los enemigos de la Revolución habían calculado que el Gobierno Revolucionario, con Fidel a la cabeza, no podría resistir. Contra Cuba se juntaron el bloqueo, la política de aislamiento, las agresiones, las amenazas, los sabotajes, las más groseras calumnias.
Los cubanos comenzamos a sufrir los efectos de esa guerra económica, política y militar. Pero hemos resistido. Y por eso decimos con orgullo patriótico que este reinicio de las relaciones con los Estados Unidos es una victoria de nuestro pueblo. Nos quedamos en aquella ocasión sin tener a quien venderle ni a quien comprarle. Nos privaron de la cuota azucarera –primer renglón económico en ese entonces-; nos suspendieron la venta de petróleo y se negaron a refinar el suministrado por la otrora Unión Soviética. Nos negaron la  venta de piezas de repuesto para una tecnología dependiente, en lo fundamental, de ellos.
Cualquier otro gobierno que no hubiese contado con el respaldo inmensamente mayoritario del pueblo, no habría durado nada en el poder. Pero se toparon, por primera vez, con gobierno que era pueblo y con un pueblo que era gobierno.
La visión de nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro, pronosticó la victoria cubana y la derrota de la política imperialista no solo en Cuba, sino también en América Latina. El 4 de febrero de 1962  tuvo lugar la Segunda Declaración de La Habana, donde más de un millón de cubanos reafirmaron, en nombre de todo el pueblo, el más firme apoyo a la Revolución.
En esa ocasión, Fidel definió la esencia de la reunión de Punta del Este, donde se consumó el complot imperial contra nuestro país, con el apoyo de varios gobiernos oligárquicos latinoamericanos. Puede decirse que Fidel vislumbró el futuro que está siendo hoy presente.
"En Punta del Este se libró una gran batalla ideológica entre la Revolución Cubana y el imperialismo yanqui. ¿Qué representaban allí, por quién habló cada uno de ellos? Cuba representó los pueblos; los Estados Unidos  representó los monopolios. Cuba habló por las masas explotadas de América; Estados Unidos, por los intereses oligárquicos explotadores e imperialistas. Cuba, por la soberanía; Estados Unidos, por la intervención. Cuba, por la nacionalización de las empresas extranjeras; Estados Unidos, por nuevas inversiones de capital foráneo. Cuba, por la cultura; Estados Unidos, por la ignorancia. Cuba, por la reforma agraria; Estados Unidos, por el latifundio. Cuba, por la industrialización de América; Estados Unidos, por el subdesarrollo. Cuba, por el trabajo creador; Estados Unidos, por el sabotaje y el terror contrarrevolucionario que practican sus agentes, la destrucción de cañaverales y fábricas, los bombardeos de sus aviones piratas contra el trabajo de un pueblo pacífico. Cuba, por los alfabetizadores asesinados; Estados Unidos, por los asesinos. Cuba, por el pan; Estados Unidos, por el hambre. Cuba, por la igualdad; Estados Unidos, por el privilegio y la discriminación. Cuba, por la verdad; Estados Unidos, por la mentira. Cuba, por la liberación; Estados Unidos, por la opresión. Cuba, por el porvenir luminoso de la humanidad; Estados Unidos, por el pasado sin esperanza. Cuba, por los héroes que cayeron en Girón para salvar la  Patria del dominio extranjero; Estados Unidos, por los mercenarios y traidores que sirven al extranjero contra su Patria. Cuba, por la paz entre los pueblos; Estados Unidos, por la agresión y la guerra. Cuba, por el socialismo; Estados Unidos, por el capitalismo
La evaluación del momento histórico, la disposición a la lucha, fueron expuestas con claridad por el máximo jefe de la Revolución cubana, en momentos en que la correlación de fuerzas era significativamente adversa.
"Con lo grande que fue la epopeya de la independencia de América Latina, con lo heroica que fue aquella lucha, a la generación de latinoamericanos de hoy le ha tocado una epopeya mayor y más decisiva todavía para la humanidad. Porque aquella lucha fue para librarse del poder colonial español, de una España decadente, invadida por los ejércitos de Napoleón. Hoy le toca la lucha de liberación frente a la metrópoli imperial más poderosa del mundo, frente a la fuerza más importante del sistema imperialista mundial y para prestarle a la humanidad un servicio todavía más grande del que le prestaron nuestros antepasados”.
La confianza en el porvenir, expresada por Fidel, para muchos era un sueño, para otros una utopía. Para muchos fue una experanza. Hoy vemos aquel augurio como una realidad.
"Esta epopeya que tenemos delante la van a escribir las masas hambrientas de indios, de campesinos sin tierra, de obreros explotados, la van a escribir las masas progresistas; los intelectuales honestos y brillantes que tanto abundan en nuestras sufridas tierras de América Latina; lucha de masas y de ideas; epopeya que llevarán adelante nuestros pueblos maltratados y despreciados por el imperialismo, nuestros pueblos desconocidos hasta hoy, que ya empiezan a quitarle el sueño".
“En muchos países de América Latina la revolución es hoy inevitable. Ese hecho no lo determina la voluntad de nadie. Está determinado por las espantosas condiciones de explotación en que vive el hombre americano, el desarrollo de la conciencia revolucionaria de las masas, la crisis mundial del imperialismo y el movimiento universal de lucha de los pueblos subyugados”.
“La inquietud que hoy se registra es síntoma inequívoco de rebelión. Se agitan las entrañas de un continente que ha sido testigo de cuatro siglos de explotación esclava y feudal del hombre desde sus moradores aborígenes y los esclavos traídos de África, hasta los núcleos nacionales que surgieron después: blancos, negros, mulatos, mestizos e indios que hoy hermanan el desprecio, la humillación y el yugo yanqui, como hermana la esperanza de un mañana mejor”
En un párrafo de aquella histórica intervención de Fidel, comparable con un poema o un himno cual heraldo de Revolución, podrá observar el lector la visión de futuro sobre la América nuestra, del Comandante en Jefe de un pueblo de soldados.
“Pero la hora de su reivindicación, la hora que ella misma se ha elegido, la viene señalando, con precisión, ahora, también de un extremo a otro del continente. Ahora, esta masa anónima, esta América de color, sombría, taciturna, que canta en todo el Continente con una misma tristeza y desengaño, ahora esta masa es la que empieza a entrar definitivamente en su propia historia, la empieza a escribir con su sangre, la empieza a sufrir y a morir. Porque ahora, por los campos y las montañas de América, por las faldas de sus sierras, por sus llanuras y sus selvas, entre la soledad o en el tráfico de las ciudades o en las costas de los grandes océanos y ríos, se empieza a estremecer este mundo lleno de razones, con los puños calientes de deseos de morir por lo suyo, de conquistar sus derechos casi quinientos años burlados por unos y por otros. Ahora sí, la historia tendrá que contar con los pobres de América, con los explotados y vilipendiados de América Latina, que han decidido empezar a escribir ellos mismos, para siempre, su historia. Ya se les ve por los caminos un día y otro, a pie, en marchas sin término de cientos de kilómetros, para llegar hasta los «olimpos» gobernantes a recabar sus derechos. Ya se les ve, armados de piedras, de palos, de machetes, de un lado y otro, cada día, ocupando las tierras, fincando sus garfios en la tierra que les pertenece y defendiéndola con su vida; se les ve, llevando sus cartelones, sus banderas sus consignas; haciéndolas correr en el viento por entre las montañas o a lo largo de los llanos. Y esa ola de estremecido rencor, de justicia reclamada, de derecho pisoteado que se empieza a levantar por entre las tierras de Latinoamérica, esa ola ya no parará más. Esa ola irá creciendo cada día que pase. Porque esa ola la forman los más mayoritarios en todos los aspectos, los que acumulan con su trabajo las riquezas, crean los valores, hacen andar las ruedas de la historia y que ahora despiertan del largo sueño embrutecedor a que los sometieron”.
Y el cierre de las palabras de Fidel aquel 4 de febrero de 1962, fue como un adelanto de la realidad de hoy.
“Porque esta gran humanidad ha dicho: «¡Basta!» y ha echado a andar. Y su marcha de gigantes, ya no se detendrá hasta conquistar la verdadera independencia, por la que ya han muerto más de una vez inútilmente. Ahora, en todo caso, los que mueran, morirán como los de Cuba, los de Playa Girón, morirán por su única, verdadera, irrenunciable independencia”.
Eso es lo que está aconteciendo hoy en América Latina. Cuba ni fue aislada ni fue vencida. Nuestro pueblo ha sufrido agresiones de todo tipo. Sin embargo no hemos renunciado nunca a nuestros derechos, a nuestros principios ni a nuestros sentimientos solidarios. Hemos cumplido con el legado martiano de que los grandes derechos no se compran con lágrimas, sino con sangre. Y con la enseñanza fidelista de que primero se hundirá la Isla en el mar antes que consintamos en ser esclavos de nadie.



No hay comentarios:

Publicar un comentario