viernes, 19 de junio de 2015

Santiago de Cuba, del combate a la victoria (39) Nydia Sarabia Hernández: Era tanta la pena, el vejamen, la muerte de Frank, que todo se convirtió en rabia”.


.Orlando Guevara Núñez
En fecha temprana como  julio de 1960, Nydia Sarabia escribió una crónica sobre los hechos del 31 de julio de 1957, relacionados con la reacción de los santiagueros ante el asesinato de Frank País. De ese trabajo periodístico, publicado como suplemento del periódico Sierra Maestra, edición de julio 31 de 1960, extraemos los párrafos siguientes:
“En la mañana del 31 las mujeres enlutadas se apertrecharon en el Parque Céspedes para recibir al Embajador yanquee.  Le entregarían una carta pidiéndole al gobierno de USA que no vendiera más armas y bombas al tirano. Gritaban continuamente:   ¡ Libertad! ¡Libertad!”
“El asesino de Frank parecía un león enjaulado. Con el Embajador yanquee no podía hacer uso de la fuerza brutal con las mujeres. Montaba y salía de la ´microonda`. Daba órdenes, recorría la cuadra como lanzando zarpazos, vociferando palabras obscenas. Al llegar el célebre Smith con su comitiva al Ayuntamiento, los músicos, desanimados, eran forzados a ejecutar ´molto vivao´ varias piezas para que los gritos de ¡Libertad! o ¡Fuera Salas Cañizares! no los oyeran los visitantes”
“Trajeron a los bomberos para que regaran chorros de agua sobre las  manifestantes. A estos los vi mohinos, temerosos. Jamás habían pensado hacer  eso contra las mujeres de su pueblo. Los esbirros tomaban ellos mismos                                                                                                                                                                      
las  mangueras y mojaban a las mujeres. Ni esto las hizo callar. Era tanta la pena, el vejamen, la muerte de Frank, que todo se convirtió en rabia”.
“Las mujeres santiagueras expresaron al chacal, cara a cara, sin miedo, todo lo que en sus corazones de madres, esposas e hijas, estaba hacía mucho tiempo aguardando. Se ha dicho que la palabra a veces es más poderosa que el fusil. Y esa fue el arma más viril. Doblaron la soberbia del esbirro de la tiranía, aunque muchas fueron a pasar  la noche en un siniestro  calabozo”.
“Habría que parafrasear  el célebre verso de José Asunción Silva: Ya viene el cortejo…  Un silencio sepulcral envolvía a la ciudad heroica. Sobrecogía aquella quietud de catacumba, silencio de muertos sin enterrar. El pueblo no podía sino unir sus tremendas fuerzas en una sola para dar tierra a los caídos. Aquel 31 de julio hubo otra cita con el destino cubano. Mientras a Frank lo sacaban en hombros de la casa de Heredia, a Pujol también lo conducían desde la Colonia Española, a un último encuentro con los suyos. Al unirse los dos entierros, desde los balcones eran arrojados pétalos de rosas de manos de los niños y ancianos. Se cantaba el Himno Nacional y el del 26, como si ésta hubiese sido ya una tierra libre” “En los alrededores de la ciudad los tigres se mordían la lengua. No se atrevían a dar el paso ante la muchedumbre enardecida por el dolor. La sangre derramada era demasiado preciosa para que la volvieran a hollar con sus botas los verdugos. Todos se replegaron en la guarida del Moncada”.
 “En el Santa Ifigenia ondearon banderas cubanas y del 26. Hasta la tumba del Apóstol Martí llegaron aquellos que en el más valiente peregrinaje que se haya dado en América, fueron a rendirle cuentas del saldo de muertos heroicos (…)
 Nydia Sarabia Hernández.  Periodista y escritora. Santiaguera. Fundadora del periódico Sierra Maestra en la clandestinidad. Reside (2013) en  La Habana.

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