miércoles, 19 de noviembre de 2014

Allá están las manos blancas ¡ puestas en el corazón!




.Orlando Guevara Núñez

En tierras africanas, ya los médicos cubanos hacen crecer  su historia de solidaridad. Ellos están retratados en este Verso Sencillo de José Martí: Vino el médico amarillo/a darme su medicina/con una mano cetrina y la otra mano al bolsillo. Yo tengo allá en un rincón/ un médico que no manca/ con una mano muy blanca/ y otra mano al corazón.
Así, símbolos de la pureza, son las manos de nuestros profesionales de la salud, prestas siempre a salvar una vida, a curar, aliviar o prevenir un mal, en el lugar donde sean necesitados, aunque, como en este caso - la lucha contra el ébola-  ese empeño  ponga en juego su propia vida.
Así responden los representantes de nuestro sistema de salud  desde que en este pequeño archipiélago la medicina dejó de ser una mercancía y el enfermo un cliente. Desde que el derecho a la vida – el más humano de todos los derechos- es patrimonio de todos los cubanos.
Es más inmenso su altruismo en un mundo donde 1 200 millones de personas viven en pobreza extrema; 842 millones padecen de hambre crónica; donde el agua potable no llega a cientos de millones de personas; donde  millones de mujeres mueren cada año en el momento del parto y cifras espeluznantes de niños no llegan ni siquiera a estrenar un nombre.
Recuerdo la anécdota de un profesional santiaguero de la salud que, participando en un evento médico, en un país latinoamericano, visitó un hospital. En su recorrido, se detuvo frente a un enfermo, aquejado de una compleja enfermedad. Indagó por su estado clínico y por el tratamiento. Sin alejarse de la ética, comentó al directivo de esa institución que ese no era el tratamiento adecuado. Y la respuesta no pudo ser más ilustrativa: “Sabemos que no es el que necesita, pero es el que puede pagar”. La mano cetrina del verso de Martí, estaba allí presente.
El acto altruista de los cubanos que ahora han marchado hacia el Africa, no es aislado. La historia lo corrobora. En las últimas cinco décadas, 325 710 trabajadores de la salud han prestado sus servicios en 158 naciones. En Africa, el continente más preterido, 39 países han sido beneficiados con 76 744.
Hermosa historia la de este pueblo que cuando triunfó la Revolución se quedó con solo 3 000 médicos - porque una cifra igual abandonó el país - y tiene hoy 50 751 trabajdadores de este sector, entre ellos 25 412 médicos, distribuidos en 66 países, con las manos blancas puestas en el corazón, desafíando distancias, venciendo  privaciones, borrando incomunicaciones, devuelviendo  alegría a los sufridos y entonando cantos de vida sobre los lamentos de la muerte.
A esas manos se deben ya 1 207 000 000  de consultas médicas, la asistencia a 2 280 000 partos, 9 000 000   intervenciones quirúrgicas, más de 12 000 000  de niños y embarazadas inmunizados y los 2 800 000  personas que han recuperado la vista.
En disímiles ocasiones, a las noticias sobre desgracias humanas provocadas por terremotos, huracanes y otras calamidades, les ha seguido otra: la asistencia solidaria de los trabajadores cubanos de la salud. No han importado las latitudes, ni los peligros. Allí han estado las manos blancas, donde  muchas veces  las cetrinas no llegan.
Esta aleccionadora historia la enriquecen los 38 mil profesionales sanitarios formados gratuitamente por Cuba para  121  naciones, entre ellos 3 392 de 45 países africanos.
Aquí quedan muchos dispuestos también a prestar su ayuda en cualquier lugar del mundo que se les necesite. Son los mismos que día a día, noche a noche, sostienen la vitalidad de nuestro sistema de salud. Los mismos cuyas manos blancas se posan en el corazón de todos los cubanos. Una ejemplar prédica martiana.


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