Ideas de un grupo
convertidas
en ideas de todo el
pueblo
. Orlando Guevara
Núñez
El próximo 26 de
julio, se cumplirán 60 años del asalto a
los cuarteles Moncada, de Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, de
Bayamo. Aunque en distintos puntos de la geografía oriental cubana, las dos
acciones estaban fundidas en una sola, dirigida por el entonces joven
revolucionario Fidel Castro Ruz.
Aquella no fue solo una arremetida contra dos cuarteles de la
tiranía batistiana. Lo fue contra el sistema social del cual se alimentaba esa
tiranía. En un artículo publicado en ocasión del VIII aniversario de ese hecho
glorioso, el hoy General de Ejército Raúl Castro definiría con mayor precisión
y alcance ese concepto.
“Aquel no era el asalto a una
fortaleza para alcanzar el poder con la acción de un centenar de hombres: era
el primer paso de un grupo decidido para armar al pueblo de Cuba e iniciar la
Revolución”. Y afirmaría también Raúl en el artículo citado:
“No era una acción para quitar simplemente a Batista y sus cómplices del poder; era el inicio de una acción para transformar todo el régimen político y económico-social de Cuba y acabar con la opresión extranjera, con la miseria, con el desempleo, con la insalubridad y la incultura que pesaban sobre la patria y el pueblo”.
Como se sabe, la acción militar no fue coronada con el éxito. Y la tiranía trató de engañar a la opinión pública, calumniando a los asaltantes, al tiempo que cometía contra ellos las más atroces torturas y horripilantes asesinatos. De los 61 asaltantes muertos a raíz de esa acción, solo seis cayeron en combate, siendo el resto asesinados.
“No era una acción para quitar simplemente a Batista y sus cómplices del poder; era el inicio de una acción para transformar todo el régimen político y económico-social de Cuba y acabar con la opresión extranjera, con la miseria, con el desempleo, con la insalubridad y la incultura que pesaban sobre la patria y el pueblo”.
Como se sabe, la acción militar no fue coronada con el éxito. Y la tiranía trató de engañar a la opinión pública, calumniando a los asaltantes, al tiempo que cometía contra ellos las más atroces torturas y horripilantes asesinatos. De los 61 asaltantes muertos a raíz de esa acción, solo seis cayeron en combate, siendo el resto asesinados.
Pero la verdad se
fue abriendo paso de una forma incontenible. En el propio juicio, los
asaltantes expresaron no solo las razones que los condujeron a combatir a la
tiranía, sino que también denunciaron con valentía los crímenes cometidos
contra sus compañeros.
Un momento cumbre
de ese proceso, tuvo lugar el 16 de octubre de 1953, cuando el máximo jefe del
asalto, Fidel Castro, ejerció su propia defensa ante el tribunal que los
juzgaba. “Los revolucionarios-advirtió
- han de proclamar sus ideas
valientemente, definir sus principios y expresar sus intenciones para que nadie
se engañe, ni amigos ni enemigos”.
Fustigó también los
graves problemas políticos, económicos y sociales que hundían a la nación
cubana en la corrupción de los gobernantes, la miseria, la explotación, la
insalubridad, el analfabetismo, el subdesarrollo, el abandono de los pobladores
rurales y la desesperanza del pueblo ante las maniobras politiqueras que mucho
prometían y nada hacían contra las injusticias imperantes.
El problema de la
tierra, el problema de la salud, el problema de la educación, el problema de la
vivienda, el problema del empleo, el problema de la industrialización. Sobre el
dramatismo que vivía el pueblo en esos seis aspectos, mientras que los ricos
engordaban cada vez más sus arcas, hizo el joven combatiente las más profundas
reflexiones.
Así, su discurso de
auto defensa fue, a la vez, denuncia y programa de lucha. Desde ese punto de
vista, los hechos del 26 de julio de 1953 representaron un éxito para los
revolucionarios bajo el mando de Fidel.
La dimensión
histórica de aquel asalto la describiría también Raúl, al plantear que esa acción
inició un período de lucha armada que no terminó hasta la derrota de la
tiranía; creó, además, una nueva dirección y una nueva organización que
repudiaban el quietismo y el reformismo, que eran combatientes y decididas (…)
rechazaban el plattismo de los viejos dirigentes que fueron quedando atrás,
perdiendo influencia entre las masas; destacó a Fidel Castro como el dirigente
y organizador de la lucha armada y de la acción política radical del pueblo de
Cuba. Y sirvió de antecedente y experiencia para la organización de la
expedición del Granma y la acción guerrillera de la Sierra Maestra.
Del Moncada nació
un programa para erradicar los graves
males de la nación cubana y construir una patria nueva, con el pueblo como
protagonista principal. Y fue trazado el camino para alcanzar ese objetivo.
El ataque del 26 de
Julio de 1953, fue seguido por la prisión, el exilio, el desembarco del Granma para reiniciar la lucha armada, la
acción guerrillera en las montañas y el rigor del combate clandestino en los llanos
y ciudades. Las ideas defendidas por un pequeño grupo en el Moncada, se
convirtieron, poco a poco, en ideas de todo el pueblo.
Hasta el 1ro. de
enero de 1959, fecha en que muy cerca del entonces Cuartel Moncada, exactamente
a los cinco años, cinco meses y cinco días de haberse producido el ataque, fue
proclamado por Fidel el triunfo revolucionario.
Ahora, a casi 60
años de aquella mañana gloriosa, Santiago de Cuba, como todos los cubanos, se
prepara para rendir tributo no sólo a los héroes caídos, sino a los que
acudieron aquella vez al llamado de la Patria y estuvieron dispuestos a morir
por ella.
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