viernes, 4 de septiembre de 2015

Relaciones Cuba-Estados Unidos Para Cuba, no es un perdón; es una victoria bien ganada



.Orlando Guevara Núñez

El tema del restablecimiento de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, incluyendo la reapertura de las respectivas embajadas, sigue ocupando lugares prominentes en disímiles medios de comunicación en el mundo. Los enfoques, desde luego, están en correspondencia con las diversas posiciones sustentadas frente a ese hecho trascendente.
Me sigo contando entre quienes piensan que es un paso positivo para preparar el camino que conduzca a relaciones verdaderamente normales, de mutuo respeto, con apego estricto a las normas internacionales, sin menoscabo  para ninguna de las partes.
Esas relaciones fueron rotas, de forma unilateral, cuando el 3 de enero de 1961 así lo dispuso el gobierno de los Estados Unidos. Y, desde entonces hasta hoy, Cuba ha sido víctima de una política cuyo fin ha sido el derrocamiento de la Revolución a través de los más variados métodos: agresiones, bloqueo, sabotajes, intento de aislamiento internacional, campañas difamatorias, apoyo a grupos contrarrevolucionarios, financiamiento de planes subversivos y adopción de leyes criminales y absurdas, como las de Ajuste Cubano, la Helms-Burtton y la Torricelli.
El presidente Obama reconoció públicamente el fracaso total de ese método. Y ha dicho también- cosa que han recalcado con más fuerza funcionarios norteamericanos- que de lo que se trata es de cambiar el método para conseguir el mismo fin.
Se hace énfasis en  las profundas diferencias y concepciones de ambas partes sobre temas claves, entre éstos los relacionados con los derechos humanos y la democracia.
Cuba ha expresado su disposición a discutirlo todo, siempre sobre la base de que jamás negociará su soberanía y sus principios. Hasta ahora, el gobierno de los Estados Unidos parece estar de acuerdo en que así sea.
Las grandes diferencias son bien visibles para todos. La mayor, consiste en que Estados Unidos es un país imperialista, acostumbrado a relaciones basadas en la prepotencia, la fuerza, con afanes de dominio, mientras que Cuba es un país socialista, con relaciones sustentadas en la solidaridad, el respeto y el altruismo de compartir con los más necesitados no lo que le sobra, sino lo que tiene e inclluso  necesita.
En Estados Unidos, dos de los principales derechos humanos, la salud y la educación, no están al alcance de todos, como sí  lo están en Cuba. El sistema democrático cubano de elecciones, es infinitamente superior al de los Estados Unidos. Allí se eligen gobernantes para garantizar la supevivencia de un sistema donde siempre la riqueza se ensañará con la pobreza. La propaganda engañosa defiende ese modelo y trata de venderlo como un paradigma de democracia, pretendiendo disputarle a Dios el don de la omnipotencia y obligar a los demás a moldearse a su imagen y semejanza.
No es difícil tener como cierto que esas diferencias se mantendrán durante mucho tiempo y que una verdadera normalidad de las relaciones tendrá que basarse no solo en el reconocimiento, sino, además, en el respeto a esas desigualdades.
Hemos seguido con atención las medidas que el presidente Obama ha adoptado a partir del 17 de diciembre del pasado año. Retirar a Cuba de la lista de países promotores del terrorismo, en la que nunca debió estar; la apertura de las embajadas; cierta flexibilización de los ciudadanos de ese país al nuestro, y recientemente, reducir  la lista de empresas sancionadas por hacer operaciones con Cuba, víctimas éstas  de una política imperial violatoria del derecho internacional y de las normas del comercio entre las naciones.
Sin embargo, el bloqueo se mantiene, al igual que las leyes criminales contra Cuba. Ahí está la ilegal Base Naval de Guantánamo. Se mantiene el presupuesto millonario para promover la subversión en Cuba. Se sigue recibiendo en suelo norteamericano a pesonas que salen del país de forma ilegal, arriesgando su vida, al tiempo que privilegian a muchos falsos “perseguidos políticos” que llegan por diversas vías alternativas a esa nación, la misma que les niega la salida legal y segura. No hay pronunciamientos sobre la indeminización a Cuba por los graves daños causados durante estos años de bloqueo y agresiones.
Hoy las medidas de Obama contra el bloqueo, dependen de lo que él pueda hacer y de lo que el Congreso le permita . Muchos especialistas opinan que lo hecho por el presidente hasta ahora en esa dirección es una mínima parte de lo que él tiene potestad de determinar. En los próximos días, dos acontecimientos podrían ser un medidor de hasta dónde está dispuesto a llegar Obama y hasta dónde le es permitido llegar, en relación con el bloqueo a Cuba. Uno, el 14 de septiembre, cuando debe decidir si prorroga por otro año la aplicación de la Ley de Comercio con el Enemigo, justificante del cerco actual. Otro, cuando en el próximo octubre, como ha venido sucediendo durante más de dos décadas, se someta a la consideración de la ONU  otra propuesta de resolución  cubana sobre la necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos contra Cuba.
Si Obama ha declarado fracasado e inoperante el bloqueo, si ha pedido al Congreso su eliminación, ¿Qué sucederá en estas dos ocasiones?
En Estados Unidos, muchos demócratas y republicanos se han pronunciado por eliminar las restricciones que para los empresarios que ellos representan constituye la prohibicion del comercio con Cuba. Muchos sueñan con jugosos negocios, pensando que Cuba abrirá las puertas a todo cuanto ellos quieran, sin tener en cuenta el carácter de la economía cubana y la función de cada inversión extranjera que se admita.
En dos direcciones se ha mostrado especial interés por parte de empresas norteamericanas. Una, el campo de las comunicaciones. Otra, el respaldo a cuentapropistas. A buenos entendedores, sobran explicaciones. Otros aspiran a que Cuba, en su empeño por el desarrollo ecónomico, basado en un nuevo modelo, caiga en manos del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial y del capital financiero especulativo, nombres que a menudo aparecen asociados a las políticas de choque, a las deudas impagables, a las crisis, al desempleo y la pérdida de capacidad de las naciones para asegurar el bienestar de sus pueblos. Cuba, en ese sentido, sabe bien hacia dónde va y ha dejado bien claro que todo cuanto haga en el campo de la economía será para fortalecer el socialismo, no para debilitarlo.
Las negociaciones seguirán. Algunos han llegado a catalogar este reinicio de las relaciones, como un perdón de los Estados Unidos hacia Cuba. Cuba no pide, ni necesita, perdón alguno. Esta ha sido una victoria cubana. Victoria de la dirección política de la Revolución y  del pueblo que ha protagonizado la hazaña de resistir y vencer una absurda política que hoy sus propios promotores reconocen como fracasada.
Bienvenidos los nuevos pasos que se den para normalizar las relaciones Cuba-Estados Unidos. Sabemos que en cada una de estos, los intereses del pueblo estarán bien representados, bien defendidos y, por tanto, bien asegurados.


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