miércoles, 15 de abril de 2015

Santiago de Cuba, del combate a la victoria ( 10 )


Día de pólvora  y de gloria
.Entrevista a Josué de Quesada, uno de los que prendieron fuego a la Estación de Policía, el 30 de Noviembre de 1956, en el aniversario 55 de esa acción.

.Orlando Guevara Núñez

Hay imágenes que, por fuerza propia, se transforman en símbolo. Pueden prescindir de títulos, de explicaciones, porque su valor expresivo retrata un hecho o una época, ganándole al lenguaje escrito su protagonismo.
Así sucede con la imagen fotográfica de la Estación de la Policía Nacional de la dictadura batistiana en Santiago de Cuba, envuelta en llamas el 30 de noviembre de 1956, durante el alzamiento armado que esa mañana convirtió a la capital oriental en la Ciudad verde olivo.
Pero detrás de cada imagen hay una historia. Y ésta la tiene. ¿Por qué se produce el incendio? ¿Quién lo orientó y quiénes lo ejecutaron? A casi 55 años después de aquella acción gloriosa, tengo ante mí a uno de los hombres que prendió fuego a ese baluarte enemigo. Y su testimonio fluye claro, dando riendas a los recuerdos sobre aquel dramático momento de la historia santiaguera y cubana.
Josué de Quesada Hernández, tenía entonces 22 años de edad y militaba en las filas del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, junto a Frank País. Dos días antes de aquella acción armada – primera realizada por la juventud cubana después del asalto a  los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, el 26 de julio de 1953- había sido absuelto en un juicio donde le solicitaban ocho años de prisión, por un delito común que no había cometido.
Frank País le había dicho al abogado defensor, Baudilio Castellanos, también combatiente del 30 de noviembre, que Josué se necesitaba libre, porque debía cumplir una misión importante.
“Al ser absuelto, precisa el joven combatiente, estaba celebrando ese hecho, cuando llegó Josué País y me dijo: ¡Se acabó la fiesta! Y a   partir de entonces me integré al grupo de Otto Parellada. Durante la noche del 29 de noviembre, me correspondió distribuir armas”.
¿Cómo surgió la indicación de prender fuego a la Estación de Policía?
Josué precisa que 16 combatientes integraron el grupo de Otto Parellada y guarda celosamente sus nombres para la historia. Estos fueron los que pelearon junto a Otto, desde el techo contiguo a la Estación de Policía.
“Otto- recuerda Josué- después de explicarnos el plan, nos definió a cada uno la misión en el combate y dejó definido como su segundo al compañero Casto Amador. En mi caso, junto a los compañeros Nicolás Rizo –ya fallecido- y Eugenio Gutiérrez –residente en La Habana,  quedó la responsabilidad dada por Otto de incendiar la Estación en caso de no poder ocuparla”. “Tú vas a ser el granadero”, me dijo Otto. Le pregunté qué era eso y me explicó que llevaría las granadas para la acción.
“En la casa de Emiliano Corrales se nos entregaron las armas y se hicieron bombas con cartuchos de dinamita, que preparó Casto Amador; se nos entregaron como una docena de granadas brasileñas, casi todas inservibles y como cuatro o cinco cajas de botellas de cocteles Molotov”.
Sobre el momento del combate, Josué rememora que “Llegamos hasta el portón de la Escuela de Artes Plásticas, siendo Otto quien desarraja a tiro limpio la puerta, entrando en el recinto, donde posteriormente nos posesionamos de los techos aledaños  a la Estación de Policía, a continuación llegó la guagüita repleta de compañeros y entraron detrás de nosotros y se subieron también en los techos”.
La acción del tiempo es burlada por la nitidez de los recuerdos de Josué.”El grupo de Otto, después de posesionarnos en el techo posterior a la Estación, comenzamos a dispararle con un fuego nutrido a través de sus puertas y ventanas, pues este edificio tiene paredes de mucho grosor en su planta baja y los disparos no le hacían mella; ellos comenzaron de inmediato a ripostar también con un nutrido tiroteo, se escuchaban cientos de detonaciones de diferentes armas automáticas que ellos tenían y se generalizó un intenso tiroteo que debe haber durado más de horas, aproximadamente; en el fragor del combate, todos  los compañeros que estábamos en el techo se comportaron de forma heroica, nadie se acobardó y gritábamos desde nuestra posición ¡Abajo Batista!, ¡Viva la Revolución!.
Es allí donde cae Otto Parellada. 
“Ya en las postrimerías del combate, nuestro jefe, Otto Parellada, es abatido en su posición por una ráfaga de ametralladora Thompson, a nuestro juicio, por el sonido que escuchamos y fue alcanzado por varios proyectiles en el cuerpo; apreciamos un disparo en la cabeza, pues al caer hacia atrás en el techo le manaba abundante sangre de su región occipital. Aquello fue muy impactante y después de pasados unos segundos para observar a nuestro hermano caído,  reiniciamos el combate con todos los hierros, disparando continuamente, como él así nos había pedido. Antes de partir, el me dijo: “Si caigo en la acción, continúen combatiendo con más valentía”.
Ya era evidente que no podía tomarse la estación.
 “Después de la muerte de Otto y  ver que no podíamos tomar la Estación, comenzamos a bombardearla con los cocteles Molotov.
Esa acción la realizan tres compañeros.
Sí. Yo tenía la mayor responsabilidad en eso, conjuntamente con el compañero Nicolás Rizo. Empezamos a tirarle la mayor cantidad de cocteles, así como también las granadas, que en gran medida estaban defectuosas, creo que de la docena que llevamos sólo explotaron dos:  además, arrojamos las bombas que se habían confeccionado.
Pero el fuego no prendió de inmediato.
 “Viendo que los cocteles  explotaban, pero se consumía la gasolina rápidamente, decidí meter en una mochila que yo llevaba cinco o seis botellas de cocteles. Nicolás me le dio candela a una de las botellas que rompimos y la echamos en la mochila y la lancé para la parte derecha del segundo piso, donde existía una baranda de madera. Esta carga sí hizo una explosión grande y diseminó con un gran estruendo las llamaradas y fue cuando se incendió la Estación de Policía.
Luego vino la retirada. ¿Cómo pudieron descender del techo?
“Nos fuimos replegando del techo y bajamos al piso inferior, comenzando la evacuación del edificio.  Los compañeros Willy Martínez y Pepín Naylon, de forma altamente arriesgada salieron a la calle y a tiro limpio fueron despejando el camino al  resto de los compañeros”.
La retirada no fue fácil.
 “Salimos a pie. Había una señora que gritaba: !Quemaron la Estación de Policía!, y yo me situé junto a ella y repetía lo mismo: ¡Quemaron la Estación de Policía! Luego me llevaron para una casa en San Pío y después a  otra en Marimón, donde recuerdo que había un altar. La vieja que allí vivía luego iba, me santiguaba y me alentaba, luego supe que lo hacía cuando pasaba una perseguidora o los guardias. Resultó que esa viejita era la madre de Paquito Marimón, quien había también combatido el 30 de noviembre”.
De ahí, ¿para la clandestinidad?
 Una vez me detuvieron y uno de los jefes me llevó para mi casa y le dijo a mi mamá que viera, que me entregaba vivo. Entonces dije: Me voy. Salté por los techos y me fui. Después supe que como a la media hora me fueron a buscar. Tuve que pasar a la clandestinidad.
¿Qué pensó Josué de Quesada cuando vio arder la Estación de Policía?
“Pensé que había cumplido mi misión, la orden de Otto”.
¿Y hoy cuando observa la histórica foto que preserva aquella imagen?
 “Pienso en Otto, en Regalado, en Emiliano, en tantos compañeros de la acción del 30  de noviembre que luego cayeron en el transcurso de la lucha, que fueron 35, y yo tenía relaciones de amistad con casi todos ellos.
¿Qué valoración tiene  Josué sobre aquella acción?
“Pienso que fue un triunfo militar nuestro, aunque no pudo tomarse la Estación. El enemigo tenía más hombres que nosotros, más y mejores armas; ellos tuvieron cinco muertos por tres nosotros, y ocho heridos, mientras los nuestros fueron cuatro. Logramos destruirle mediante el fuego su instalación. Nuestra apreciación es que logramos una primera victoria en el campo de la guerra contra la dictadura de Batista.
¿Satisfacción por haber sido protagonista de aquella gesta gloriosa?  “Mi mayor satisfacción es haber cumplido con mi deber como cubano. Y saber que mi Revolución ha hecho en la educación, en la salud y en todo, más de lo que se había planteado en aquella fecha.
Josué de Quesada Hernández ha vivido ya 77 años. “Yo pensaba que no iba a sobrevivir a aquel combate, al cual había ido con la disposición de morir”.
Ahora el combatiente del 30 de noviembre, de la lucha clandestina y fundador de los órganos de la Seguridad del Estado, está enfrascado en otra tarea de mucha importancia: escribir sobre aquellos hechos, dejar testimonios suyos y de otros compañeros, con la aspiración de contribuir a “Que nunca se nos olviden nuestros mártires del 30 de noviembre, compañeros héroes eternos de la patria: José Tey Saint-  Blancard, Otto Parellada Hechavarría, Antonio Alomá Serrano y, como actor principal del levantamiento armado de Santiago de Cuba el 30 de noviembre de 1956, nuestro inolvidable jefe de Acción y Sabotaje Nacional, Frank País García         

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