sábado, 22 de noviembre de 2025

 

A nadie traicionó Fidel

 

Orlando Guevara Núñez

 

Cuando triunfó la Revolución, muchos  politiqueros, explotadores, magnates y todo tipo de personajes que habían hecho maridaje con la tiranía batistiana,  pensaron que, como era tradición en Cuba,  sólo se había producido en cambio de hombres en el gobierno. Y se aprestaban  a buscarse un lugar desde donde continuar viviendo con sus privilegios, a costa del pueblo.

“Esta es tu casa, Fidel”. Tal plaquita se puso en la puerta principal de muchos palacetes donde, más que cubanos, vivían camaleones que pretendieron engañar al pueblo. Algunos hicieron donaciones de reses, de  implementos  agrícolas, o de dinero para la Reforma Agraria a la cual, llegado el momento, combatirían, en contubernio con el gobierno imperialista de los Estados Unidos.

Fueron los mismos que se sumaron a la estampida cuando vieron frustradas sus aspiraciones y llegaron a la conclusión de que esta era una revolución verdadera y no un “quítate tú para ponerme yo”, como lo habían pensado.

Comenzaron, desde entonces, a difundir la mentira de que Fidel Castro los había traicionado. Se sentían con el derecho de continuar expoliando al pueblo y, por  lo tanto,  engañados al no poder hacerlo. En realidad, no tuvieron nunca razón para pensar de esa forma. Porque Fidel,  desde el mismo juicio del Moncada, el 16 de octubre de 1953, hablo con claridad y definió hacia dónde iría la Revolución una vez logrado el triunfo.

“Los demagogos y los políticos de profesión quieren obrar el milagro de estar bien en todo y con todos, engañando necesariamente a todos en todo” -expresó en esa ocasión, rodeado de soldados con bayonetas-  añadiendo que  “Los revolucionarios han de proclamar sus ideas     valientemente, definir sus principios y expresar sus intenciones para que nade se engañe, ni amigos ni enemigos”. Y así lo hizo.

“Cuando hablamos de pueblo, no entendemos por tal a los sectores acomodados y conservadores de la nación, a los que viene bien cualquier  régimen de opresión, cualquier dictadura, cualquier despotismo, postrándose ante el amo de turno hasta romperse la frente contra el suelo. Entendemos por pueblo cuando hablamos de lucha, la gran masa irredenta, a la que todos ofrecen y a la que todos engañan y traicionan, la que anhela una patria mejor y más digna y más justa; la que está movida por ansias ancestrales de justicia por haber padecido la injusticia y la burla generación tras generación, la que ansía grandes y sabias transformaciones en todos los órdenes y está dispuesta a dar para lograrlo, cuando crea en algo o en alguien, sobre todo cuando crea suficientemente n sí misma, hasta su última gota de sangre”

Y su definición de pueblo fue más puntual aún:  “Nosotros llamamos pueblo, si de lucha se trata, a los seiscientos mil cubanos que están sin trabajo (…)  a los quinientos mil obreros del campo, que habitan en bohíos miserables, que trabajan cuatro meses al año y pasan hambre el resto, compartiendo con sus hijos la miseria (…) a los cuatrocientos mil obreros industriales y braceros cuyos retiros, todos, están desfalcados, cuyas conquistas les están arrebatando, cuyas viviendas son las infernales habitaciones de las cuarterías, cuyos salarios pasan de las manos del patrón a las del garrotero, cuyo futuro es la rebaja y el despido, cuya vida es el trabajo perenne y cuyo descanso es la tumba”

En su concepto de pueblo, no fueron incluidos los explotadores, los magnates, los terratenientes, los políticos corruptos, los militares asesinos.

Incluyó Fidel a los cien mil agricultores pequeños que trabajaban la tierra sin ser suya; a los treinta mil maestros y profesores que tan mal se les trataba y pagaba; a los veinte mil pequeños comerciantes, abrumados de deudas, arruinados por la crisis; a los diez mil profesionales jóvenes médicos, ingenieros, abogados, veterinarios, pedagogos, dentistas, farmacéuticos, periodistas, pintores, escultores que al graduarse se enfrentaban a un callejón sin salida.

Y fue a ese pueblo a quien Fidel, preso y solitario, enfrentando al Tribunal que lo condenaría a 15 años de prisión, le hizo una promesa: si triunfaba la Revolución, no decirle “Te vamos a dar”, sino ¡Aquí tienes, lucha ahora con todas tus fuerzas para que sean tuyas la libertad y la felicidad!  Y eso fue lo que hizo desde el 1ro. de enero de 1959.

Los seis graves problemas de la nación cubana, abordados por Fidel en su alegato de auto defensa conocido como La historia me absolverá: el problema de la tierra, el problema de la  industrialización, el problema de la vivienda, el problema del desempleo, el problema de la educación, y el problema de la salud del pueblo, fueron parte decisiva del programa del Moncada, cumplido y sobre cumplido en los primeros años de la Revolución.

Cada ley revolucionaria, siempre a favor del pueblo, atrajo sobre sí el odio imperial y contrarrevolucionario.  Así, se dedicaron a combatir a la Revolución con el fin de destruirla. Pero el pueblo, desde el inicio, se preparó para defender sus conquistas.

Las mentiras y el engaño han sido siempre armas predilectas de la contrarrevolución y los gobiernos de los Estados Unidos para combatirla. Y entre sus falsos argumentos, está el invento de que fueron traicionados.

Como está demostrado, la política revolucionaria trazada por Fidel estuvo bien clara antes del  1ro. de enero de 1959. Y víspera de la agresión mercenaria de Playa Girón, el Comandante en Jefe de la Revolución cubana ratificó sus concepciones sobre la lucha, al proclamar el carácter patriótico, democrático y socialista de la Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes.

Los traidores, los explotadores, los latifundistas, los políticos corruptos, los ladrones, los asesinos, no cupieron nunca, como sucede hoy, en el concepto de pueblo. Siendo así, ¿de cuál traición hablan? ¿Haberle arrebatado a ellos el poder para entregarlo al pueblo, es alguna traición? Y ese pueblo verdadero no ha sido, ni será nunca, traicionado por la Revolución, porque  él mismo es la Revolución.

Y hoy, al rememorar esos pasajes sobre los principio planteados por Fidel en La historia me absolverá, válido es recordar, sobre todo a quienes no pierden las esperanzas del regreso a un pasado capitalista de Cuba, lo proclamado por el jefe de la Revolución en aquel momento, convertido hoy en determinación de todo el pueblo. “Vivimos en un país libre que nos legaron nuestros padres y primero se hundirá la Isla en el mar antes que consintamos en ser esclavos de nadie”

 

 

Antonio Guiteras Holmes: “Se sirve al imperio yanqui o se sirve al pueblo”

 

 

.Orlando Guevara Núñez

 

 

Nacido en Filadelfia, Pensylvania, Estados Unidos, el 22 de noviembre de 1906,  de padre cubano y madre norteamericana, Antonio Guiteras vino a residir en Cuba en 1913. Luego de una corta residencia en Matanzas, pasó a vivir en Pinar del Río, donde cursó sus primeros estudios. En 1927, obtuvo el grado de Doctor en Farmacia.

El 8 de mayo de 1935,  cayó asesinado en El Morrillo, provincia de Matanzas, uno de los más destacados revolucionarios contra la dictadura pronorteamericana de Gerardo Machado siendo   y luchador por la libertad de Cuba y su independencia frente al gobierno imperialista de los Estados Unidos.

 

Las inquietudes revolucionarias de Guiteras, lo llevaron desde temprano a la lucha frontal contra el tirano Machado, aún desde las filas estudiantiles. En el mismo año de su graduación, se une a las filas del Directorio Estudiantil Universitario y en 1932 funda la organización Unión Revolucionaria, que propugna la lucha armada como única vía para alcanzar la libertad

Al ser derrocado el gobierno machadista, el 12 de agosto de 1933, Antonio Guiteras es llamado a formar parte del bautizado Gobierno de los Cien Días, que tuvo vida desde septiembre de 1933 hasta enero de 1934, cuando es asaltado el poder por uno de los hombres que ensangrentaría al país en más de una ocasión: Fulgencio Batista y Zaldìvar. En ese gobierno ejerció la Secretaría de Gobernación, Marina y Guerra.

Durante el corto período que duró ese mandato, Guiteras introdujo medidas que favorecían al pueblo, aún cuando la mayoría de los integrantes del gabinete eran solo reformistas y representantes de las clases reaccionarias del país. Al ser llamado, había fijado públicamente su posición: “Seré firme defensor del Gobierno hasta tanto no se convierta en lacayo fiel de Washington”.

En posterior análisis sobre su gestión en aquel efímero gobierno, diría el propio Guiteras: “Tengo la satisfacción de haber llevado a la firma del presidente Grau, los decretos que atacaban más duro al imperialismo yanqui”.

Y la razón estaba enteramente de su parte. Entre esas medidas antiimperialistas y de beneficio popular, figuraban la implantación de la jornada laboral de ocho horas, la instauración del sistema de seguros y retiro de los trabajadores, el establecimiento de los mínimos en los jornales, la depuración de los órganos estatales, el reparto de tierras a los productores, la autonomía universitaria, la convocatoria a la Asamblea Constituyente, la rebaja de precios a artículos de primera necesidad, la energía eléctrica y el gas.

Otras medidas fueron la suspensión de los desahucios en la vivienda, la libre sindicalización de los trabajadores y el derecho de las mujeres al voto electoral.

Una de las medidas que entonces tuvo más repercusión y destacó a Antonio Guiteras como el más decidido luchador antiimperialista de su tiempo, fue la nacionalización de la mal llamada Empresa Cubana de Electricidad, que de cubana sólo tenía el nombre, pues era propiedad de una compañía norteamericana.

A raíz de una huelga obrera en ese sector, por incumplimientos de la Empresa con los trabajadores, Guiteras trató de mediar en el conflicto. Pero al percatarse de la inflexibilidad de los empresarios, les comunicó a los participantes, en la discusión: “Sigan ustedes discutiendo, que yo voy a darle agua y luz al pueblo”Y nacionalizó el pulpo eléctrico.

Su ideología revolucionaria fue por él mismo definida en una declaración hecha a la prensa en diciembre de 1933. “Para que la nación alcance estabilidad se precisa que el Estado cubano se estructure conforme a los postulados del socialismo”.

Otros momentos dejarían constancia de su vertical posición frente a la intromisión   yanqui en Cuba. Cuando el 8 de noviembre de 1933, una sedición atentó contra el Gobierno y los sediciosos fueron capturados, la embajada norteamericana en la Isla exigió su inmediata liberación. El embajador, Benjamín Summer Welles, con altanera posición, llegó al despacho de Guiteras con tal requerimiento. “Le doy diez minutos para abandonar mi despacho”, fue la respuesta ante la insolencia. Y cuando el funcionario yanqui amenazó con una intervención de su gobierno ante la negativa, Guiteras le respondió con un imperativo que doblegó la arrogancia del visitante: “Ya han transcurrido tres minutos del plazo”.

Antonio Guiteras Holmes, calificado por Raúl Roa García, uno de los revolucionarios destacados de entonces, como el más completo hombre de acción de su generación, se había convertido en peligroso enemigo del sistema explotador que, apoyado por el gobierno de los Estados Unidos, aplastaba a la sociedad cubana.

El 15 de enero de 1934, se produce el amañado ascenso al poder del llamado gobierno Batista-Caffery- Mendieta, que pone fin al nombrado Gobierno de los Cien Días.

Analizando las causas por las cuales no pudo sostenerse aquel poder, expresaría luego Antonio Guiteras: “Fracasamos porque una Revolución sólo puede llevarse adelante cuando está mantenida por un grupo de hombres identificados ideológicamente, poderoso por su unión inquebrantable, aunado por los mismos principios”.

A partir de entonces, Guiteras funda La Joven Cuba, una organización revolucionaria y antiimperialista que organizaría la lucha armada contra el nuevo poder pro norteamericano y entreguista, traidor a los intereses del pueblo.

En el Programa de La Joven Cuba, se plasmaban con mayor nitidez el pensamiento político de Antonio Guiteras, así como las vías para llegar al poder y sostenerlo.

Lo primero era hacer la guerra revolucionaria y con el apoyo de acciones clandestinas en las ciudades, derrocar al gobierno. Para tal fin fue organizado un Comité Ejecutivo Central, al cual se subordinaban un Comité Nacional de Técnica Insurreccional, unido a los de Propaganda, Acción, Obrero y una sección femenina.

Logrado el triunfo, se establecerían las medidas para mantener la independencia. Una definición guiterista dejaba bien clara la posición del gobierno que se instauraría: “Se sirve al imperio yanqui o se sirve al pueblo, pues sus intereses son incompatibles”.

Así, el programa revolucionario incluía las reformas Agraria, Educacional, en la Salud Pública y la Vivienda. Se aplicaría el rescate de los bienes malversados, la industrialización del país, la creación de una Marina Mercante Nacional, a la vez que se establecería la igualdad de la mujer y de las razas, junto a la defensa y respaldo al derecho de los trabajadores.

Para el joven revolucionario “El Estado socialista no es una construcción caprichosamente imaginada; es una deducción racional basada en la dinámica socialA ella nos acercaremos en sucesivas etapas preparatorias”.

Su concepto de Revolución había sido ya expresado tempranamente, el de una verdadera renovación de valores y de todas las instituciones, no una simple sustitución de hombres. Bajo esa premisa, había concebido las proyecciones de una Revolución que garantizara la independencia política y económica, con el carácter de liberación nacional, agraria, democrática y antiimperialista.

 

Para organizar esa lucha, Antonio Guiteras decidió partir hacia México, con el fin de regresar luego para iniciar por Oriente la lucha armada que llevara la Revolución al poder. Con ese objetivo, con un grupo de revolucionarios, llega a El Morrillo, Matanzas, donde es sorprendido por el ejército de Fulgencio Batista y asesinado junto a un valioso compañero de lucha y de ideales, el joven revolucionario venezolano Carlos Aponte Hernández.

También integrante de La Joven Cuba, Carlos Aponte había luchado por la independencia de su tierra natal, compartió con Augusto César Sandino el combate contra la intervención norteamericana en Nicaragua y estuvo entre los hombres que trabajó junto al líder comunista cubano Julio Antonio Mella.

De claras convicciones antiimperialistas, había expresado: “Estaba luchando con las armas en las manos no sólo por el pueblo de Nicaragua, sino por Venezuela y por todo el continente. Debemos comprender que todo el continente no es si no un mismo campo de batalla con muchos frentes distintos, contra un enemigo común, el imperialismo yanqui”.

Hoy  puede decirse que el ideal guiterista forma parte de la obra realizada por la Revolución cubana.

Hoy  los sueños de Guiteras, de Aponte y de todos los que  cimentaron con su sangre aquella lucha, son  realidad en la Cuba revolucionaria, socialista, internacionalista y antiimperialista, frente al mismo enemigo brutal contra el que ellos lucharon, el gobierno agresor de los Estados Unidos.