viernes, 28 de febrero de 2014

Fernando, libre; la injusticia sigue en pie




 .Orlando Guevara Núñez

Fernando González Llort, uno de los cinco antiterroristas cubanos presos  en los Estados Unidos por el único delito de monitorear a grupos terroristas que en ese país actúan con impunidad y apoyo contra Cuba, acaba de ser liberado de su prisión, tras cumplir íntegramente su  injusta condena durante más de 15 años.
Su excarcelación no rectifica la injusticia. Ni él ni los otros cuatro: Gerardo, Ramón, Antonio y René, este último liberado el pasado año, cometieron los delitos por los cuales la mal llamada justicia norteamericana los condenó a penas, además de injustificadas, desproporcionadas.
Los cargos principales contra ellos: Conspiración para cometer asesinato en primer grado (en el caso de Gerardo); conspiración para cometer espionaje (atribuida a Gerardo, Ramón y Antonio)  y conspiración para cometer delitos contra Estados Unidos, atribuida a los Cinco, carecieron por completo de pruebas. Eso quedó probado en el propio juicio; pero la verdad fue opacada por la mentira, el odio venció a la razón y la injusticia se impuso a la justicia.
Muchos prestigiosos juristas norteamericanos se siente avergonzados del lodo que ha caído sobre el sistema judicial de su país, no solo por haber fabricado esta maniobra que viola hasta la propio Constitución de la potencia imperial que se auto proclama campeón de los derechos humanos y de la democracia en el mundo.
La injusticia continúa en pie. En prisión queda Gerardo, condenado a dos cadenas perpetuas más 15 años de prisión; Ramón Labañino, con sanción de 30 años y Antonio Guerrero, con reclusión de 21 años con 10 meses.
Hoy la solidaridad internacional se intensifica, incluyendo la de muchas personas honestas en los Estados Unidos, para que se ponga fin a la arbitrariedad, y los cinco cubanos regresen al seno de su familia y de su pueblo.
En las manos del presidente Obama está la posibilidad de liberar a estos prisioneros. El no engendró  esa bochornosa patraña, pero la ha asumido o, al menos la ha permitido, posición que desdice de su Premio Nobel de la Paz y de categoría de Profesor en Derecho Constitucional.
Diversos medios de prensa se hacen eco hoy de la reciente liberación de Fernando, el que está ya en tierra cubana.  Y publican también el mensaje de Gerardo Hernández Nordelo por ese acontecimiento, el cual a continuación reproduzco, tomado de Cubadebate y acreditado al periódico Granma:
                 FERNANDO EL GIGANTE
A cada uno de los Cinco nos toca ser —obviamente— el más o el menos “algo” entre nosotros. De la misma manera en que Ramón es el más alto, seguido muy de cerca por René, a Fernando le tocó ser el de menos estatura física, mientras que el segundo lugar en esa categoría se lo quité a Tony por un pelo. (Aunque eso del pelo sea un decir). Ese “título” de Fernando le valió que, en parte por cariño, y también por la arraigada costumbre profesional de evitar los nombres, a veces, entre nosotros, le llamáramos “el pequeño”.
Lo anterior podría parecer inmaterial, y hasta algo frívolo, pero en estos días de alegría y ansiedad, cuando lo separan apenas unas horas de su libertad (y ojalá también de su regreso) mientras recuerdo tantas muestras de grandeza que ha dado nuestro hermano, he reparado en la ironía que encierra el llamar “pequeño” a ese gigante.
Cuando nos arrestaron, Fernando tenía razones extra para sentir angustia, dolor, frustración… En términos del béisbol que tanto le gusta: él lanzaba también juegos completos, pero su misión en Miami aquella vez, era de relevo corto. Debía regresar a Cuba pronto. Su boda estaba casi lista. La novia, esa Rosa guerrera que por él sacrificó todo en la vida, quedó casi vestida. Aun así, del gigante jamás escuchamos un lamento.
Presencié cuando su abogado del juicio, Joaquín Méndez, le advirtió con toda razón profesional que, dada la menor gravedad de los cargos que a él se le imputaban, cualquier defensor de respeto optaría por separarlo de los demás como estrategia. La respuesta de Fernando, como la de René ante similar sugerencia, fue tajante e inequívoca.
Quince años y medio después, Fernando, como René, saldrá de la prisión con la frente en alto. Tampoco a él le regalaron nada. Su sentencia fue la máxima posible, y el tiempo descontado por buena conducta se lo ganó, y por ley tenían que dárselo.
Quienes lo queremos y admiramos, hoy celebramos. Convencidos de que nuestra lucha se refuerza con otro abanderado, le hacemos llegar un fuerte abrazo, y le decimos:
¡Felicidades gigante!
¡Gracias por tu ejemplo!
Gerardo Hernández Nordelo
Prisión Federal de Victorville
California, Febrero 25, 2014.

jueves, 27 de febrero de 2014

El Padre de todos los cubanos



.Orlando Guevara Núñez



El 29 de mayo de 1870, fue fusilado por las tropas colonialistas españolas en Cuba, el patriota Oscar de Céspedes y Céspedes. Con 23 años de edad, había abandonado las aulas de la Universidad de La Habana, en la carrera de Derecho, para incorporarse a la gesta independentista iniciada el 10 de octubre de 1868.
Oscar, junto a otros patriotas, había sido hecho prisionero, junto a su esposa Manuela, tras un asalto español al campamento mambí de La Caridad, cercano al histórico poblado de Guáimaro.
El mando español, en esa ocasión, quiso utilizar el chantaje con el progenitor del joven Oscar, proponiendo la liberación del prisionero si el padre desistía de la lucha y abandonaba el país.
El padre de Oscar no era otro que Carlos Manuel de Céspedes, el máximo jefe del alzamiento revolucionario del 10 de Octubre, cuando dio libertad a sus esclavos y se lanzó a la lucha por la independencia cubana.
Siendo Presidente de la República, el máximo jefe independentista recibiò una carta del Mando español con la insultante propuesta. “En mi poder, prisionero por fuerzas a mi mando, su hijo, Oscar de Céspedes. En sus manos de usted queda su salvación, dígame por el punto que quiere embarcarse para darles absoluta garantía. Por el portador puede darme la contesta”.
Se ha dicho que, en realidad, esa proposición indigna se hizo cuando Oscar había sido fusilado. Una prueba más de la felonía colonial, que se había propuesto eliminar también al padre.
Entonces  la respuesta fue dada por la dignidad. “Primero perecerá toda mi familia y yo con ellos que traicionar a mi Patria. Oscar no es mi único hijo, lo son todos los cubanos que mueren por nuestras libertades patrias”.
Fue ese el hecho de que hoy a Carlos Manuel de Céspedes se la conozca en Cuba como El Padre de la Patria. Oscar fue fusilado. Pero su padre ganó a millones de hijos que continúan venerándolo como el hombre que inició la Revolución continuada luego por José Martí y conducida al triunfo por el Comandante en Jefe Fidel Castro, el 1ro. de enero de 1959.
Los cubanos recordamos a Oscar y a Carlos Manuel como un símbolo del espíritu inclaudicable de la familia cubana, en defensa de su libertad e independencia.

El Padre de todos los cubanos



 .Orlando Guevara Núñez

El 29 de mayo de 1870, fue fusilado por las tropas colonialistas españolas en Cuba, el patriota Oscar de Céspedes y Céspedes. Con 23 años de edad, había abandonado las aulas de la Universidad de La Habana, en la carrera de Derecho, para incorporarse a la gesta independentista iniciada el 10 de octubre de 1868.
Oscar, junto a otros patriotas, había sido hecho prisionero, junto a su esposa Manuela, tras un asalto español al campamento mambí de La Caridad, cercano al histórico poblado de Guáimaro.
El mando español, en esa ocasión, quiso utilizar el chantaje con el progenitor del joven Oscar, proponiendo la liberación del prisionero si el padre desistía de la lucha y abandonaba el país.
El padre de Oscar no era otro que Carlos Manuel de Céspedes, el máximo jefe del alzamiento revolucionario del 10 de Octubre, cuando dio libertad a sus esclavos y se lanzó a la lucha por la independencia cubana.
Siendo Presidente de la República, el máximo jefe independentista recibiò una carta del Mando español con la insultante propuesta. “En mi poder, prisionero por fuerzas a mi mando, su hijo, Oscar de Céspedes. En sus manos de usted queda su salvación, dígame por el punto que quiere embarcarse para darles absoluta garantía. Por el portador puede darme la contesta”.
Se ha dicho que, en realidad, esa proposición indigna se hizo cuando Oscar había sido fusilado. Una prueba más de la felonía colonial, que se había propuesto eliminar también al padre.
Entonces  la respuesta fue dada por la dignidad. “Primero perecerá toda mi familia y yo con ellos que traicionar a mi Patria. Oscar no es mi único hijo, lo son todos los cubanos que mueren por nuestras libertades patrias”.
Fue ese el hecho de que hoy a Carlos Manuel de Céspedes se la conozca en Cuba como El Padre de la Patria. Oscar fue fusilado. Pero su padre ganó a millones de hijos que continúan venerándolo como el hombre que inició la Revolución continuada luego por José Martí y conducida al triunfo por el Comandante en Jefe Fidel Castro, el 1ro. de enero de 1959.
Los cubanos recordamos a Oscar y a Carlos Manuel como un símbolo del espíritu inclaudicable de la familia cubana, en defensa de su libertad e independencia.

Estrellas insurrectas


 
 .Orlando Guevara Núñez
El 27 de febrero de 1958, en un lugar cercano a San Lorenzo, en la Sierra Maestra, el Jefe del Ejército Rebelde, Fidel Castro, firmó el ascenso al grado de Comandante a los hasta entonces capitanes guerrilleros Raúl Castro Ruz y Juan Almeida Bosque.
Tanto Raúl como Almeida, habían combatido en el Moncada, sufrieron prisión después del asalto y luego de la amnistía lograda por la presión popular el 15 de mayo de 1955, marcharon al exilio en México, desde donde partieron  junto a Fidel como expedicionarios del yate Granma, desembarcando cerca de Playas Coloradas, en Niquero, el 2 de diciembre de 1956.
En la expedición, los dos venían como capitanes. Raúl como jefe del pelotón de retaguardia, mientras que Almeida tenía igual responsabilidad en el pelotón del centro. Ambos participaron en el combate de Alegría de Pío y luego de la dispersión tras la inicial derrota, se unieron de nuevo a Fidel para continuar la lucha guerrillera.
Cuando el máximo jefe de la Revolución logró reagrupar a una pequeña parte de los expedicionarios - un total de 18 - entre ellos estaban Raúl y Almeida. En los primeros 15 días, 21 de los 82 integrantes de la expedición habían caído
- tres en combate y 18 asesinados - , 22  habían sido hechos prisioneros y  21, evadiendo la feroz persecución, lograron salir de la zona de operaciones.
El 17 de enero de 1957, Raúl y Almeida participan en el combate de La Plata, primera victoria del naciente Ejército Rebelde sobre las fuerzas de la tiranía batistiana. Y cuando el 28 de mayo de ese mismo año se produce el combate de  El Uvero Che, allí están ellos, distinguiéndose entre los primeros. Entre los heridos figura Almeida.
Formados en la disciplina, fogueados en los combates y en las difíciles condiciones de la lucha guerrillera, los dos combatientes demuestran sus cualidades como jefes. Son así, sus méritos ganados, sus mejores avales no sólo para el ascenso al grado de Comandante, sino para recibir del máximo jefe rebelde la misión de conducir las columnas  que extenderían la lucha armada hacia otras zonas de la provincia oriental.
En la orden de ascenso a Raúl, apuntaría Fidel: “Se comunica por este medio que ha sido ascendido al grado de Comandante el Capitán Raúl Castro Ruz y se le nombra jefe de la Columna 6 que operará en el territorio montañoso situado al Norte de la provincia de Oriente, desde el Término Municipal de Mayarí al de Baracoa, quedando bajo su mando las patrullas rebeldes que operan en dicha zona” (…)
En el caso de Almeida, señala el Comandante en Jefe: “Se comunica por este medio que ha sido ascendido al grado de Comandante el Capitán Juan Almeida Bosque y se le nombra jefe de la Columna 3 que operará en el territorio de la Sierra Maestra, situado al este del poblado de María Tomasa, debiendo extender el campo de operaciones lo más lejos posible hacia esa dirección” (…)
Antes de Raúl y Almeida, el grado de Comandante del Ejército Rebelde, otorgado por el Comandante en Jefe, en la Sierra Maestra sólo lo poseía el Che, desde julio de 1957. Ernesto Guevara de la Serna, había venido en el Granma como Teniente jefe de Sanidad y comandó la Columna 4, primera que se desprendió de la Columna Uno José Martí, dirigida por Fidel.
Las columnas conducidas por Raúl y Almeida, dieron origen al Segundo Frente Oriental Frank País  y al Tercer Frente Oriental Dr. Mario Muñoz Monroy, los que cumplieron sus misiones y fueron un puntal decisivo en la victoria.
Hoy los patriotas cubanos nos sentimos orgullosos de que junto a Fidel, continuemos teniendo como conductor de nuestra obra a Raúl y también a Almeida, aún después de muerto. Al General de Ejército y al Comandante de la Revolución - Héroes de la República de Cuba - sobre cuyos hombros brillaron y brillan  ahora con más intensidad las estrellas martianas e insurrectas.
Estrellas sostenidas por quienes haciendo realidad los versos patrióticos de Raúl Gómez García al partir hacia el asalto al Moncada, sintieron en lo más hondo la sed enfebrecida de la Patria y pusieron en la cima del Turquino la Estrella Solitaria.
                                                                                                                                          
                   







Carlos Manuel de Céspedes, símbolo de rebeldía e independencia



.Orlando Guevara Núñez
El 27 de febrero de 1874 cayó en desigual combate  contra el ejército colonial español, Carlos Manuel de Céspedes, máximo jefe de la primera Guerra de Independencia cubana, iniciada el 10 de octubre de 1868, en su ingenio Demajagua, en la actual provincia de Granma.
 Abogado de profesión, Céspedes, nacido en Bayamo el 18 de abril de 1819, al encabezar esa insurrección le dio la libertad a sus esclavos y proclamó ese día que el enemigo nos parecía grande porque nos habíamos acostumbrado a mirarlo de rodillas.
¡Independencia o Muerte!  fue el grito de guerra que presidió el alzamiento patriótico contra el coloniaje español, el cual perseguía, al mismo tiempo, la abolición de la esclavitud.
Aquella contienda, crisol de la nacionalidad cubana, terminó diez años después sin alcanzar sus objetivos no por la fuerza de las armas de España, sino por la falta de unidad entre las fuerzas cubanas.
Al momento de su muerte, Carlos Manuel de Céspedes, reconocido como el Padre de la Patria cubana, había sido despojado de sus potestades al frente de la Revolución y había marchado, completamente solo, hacia San Lorenzo, pequeña localidad de la Sierra Maestra, actual territorio de Santiago de Cuba, donde enseñaba a leer y escribir a los pobladores de esa zona  cuando  fue sorprendido y atacado por los españoles.
Su honor patriótico lo condujo a morir antes que rendirse. Así, con solo un revólver, enfrentó a la fusilería española hasta caer abatido. Los restos de tan insigne patriota cubano, reposan en el cementerio de Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba, donde recibe el homenaje perenne del pueblo al hombre que sigue simbolizando el espíritu de rebeldía e independencia de todos los cubanos.