domingo, 21 de octubre de 2018

Los gobiernos de Estados Unidos siempre han despreciado al pueblo cubano



.Orlando Guevara Núñez

El  odio enfermizo del actual gobierno de los Estados Unidos hacia el pueblo cubano es la continuidad del mismo que durante más de un siglo han volcado sobre nosotros, no solo con calumnias, amenazas y  agresiones, sino, además,  con  su deseo de exterminarnos.
Ahora, el pretexto es ser Cuba un pueblo socialista. Pero la historia demuestra que ese odio viene desde  mucho más atrás, desde que éramos una colonia española. Sus ambiciones de anexarse a nuestro país, de frustrar nuestra independencia, de adueñarse de nuestros recursos naturales, han estado siempre acompañadas  de la mentira y del crimen.
Veamos solo algunos ejemplos.

El  quinto presidente de Estados Unidos, James Monroe (1817-1825), proclamó la doctrina que lleva su nombre y es retomada después de un siglo por el actuar cavernícola que ostenta ese cargo. Su objetivo fue tan claro como infame: Ejercer su dominio sobre los pueblos de América, con el pretexto de protegerlos de la colonización europea. Su basamento de América para los americanos, fue, en realidad, el propósito de América para los Estados Unidos.

Al sexto  presidente norteamericano   John Quincy Adams (1825- 1829) se debe la llamada política de la “fruta madura”, cuya esencia él mismo definió:

“Hay leyes de gravitación política como las hay de gravitación física, y así como una fruta separada de su árbol por la fuerza del viento no puede, aunque quiera, dejar de caer en el suelo, así Cuba una vez separada de España y rota la conexión artificial  que la liga con ella, es incapaz de sostenerse por sí sola, tiene que gravitar necesariamente hacia la Unión Norteamericana, y hacia ella exclusivamente, mientras que a la Unión misma, en virtud de la propia ley, le será imposible dejar de admitirla en su seno”
No faltó, incluso, en años posteriores, el intento de comprarle Cuba a España, sin siquiera ocultar el desprecio por nuestro pueblo. La idea  yanqui de la anexión no dejó- ni ha dejado- de existir nunca.
En carta enviada al periódico The Evening Post, de  New York,  nuestro Héroe Nacional, José Martí, respondió  a un artículo de esa publicación, el 25 de marzo de 1889, con varias ofensas  a nuestro pueblo. Su título fue: Vindicación a Cuba. El tema abordado por The Evening Post, fue la posible anexión de Cuba a los Estados Unidos, aprovechando para señalar deméritos de los cubanos.
Martí puntualiza en su respuesta: “No es éste el momento de discutir el asunto de la anexión de Cuba. Es probable que ningún cubano que tenga en algo  su decoro, desee ver su país unido a otro donde los que guían la opinión  comparten respecto a él las preocupaciones sólo excusables a la política fanfarrona o la desordenada ignorancia”.
“Ningún cubano honrado se humillará – afirmó- hasta verse recibido como un apestado moral, por el mero valor de su tierra, en un pueblo que niega su capacidad, insulta su virtud y desprecia su carácter”. Y afirmó un principio con vigencia para todos los tiempos: “Solo con la vida cesará entre nosotros la batalla por la libertad”.
Pero las vías para adueñarse de Cuba tuvieron luego otras formas más violentas y criminales. Así, en 1898, cuando ya España tenía perdida la guerra, y no podía preservar su posición colonial ni desde el punto de vista militar, ni económico, ni político, ni social, ni moral en nuestro país, el gobierno de los Estados Unidos creyó llegado el momento de que “la fruta cayera en sus manos” y que nuestro país fuera de los norteamericanos. En esta ocasión el método fue la intervención militar, haciéndole creer al mundo que habían venido a liberarnos, y lo que hicieron fue que pasáramos, de colonia de España a neocolonia  suya.
Pero para lograr su objetivo de dominación sobre Cuba, el gobierno norteamericano estuvo dispuesto a desangrar al país. Una instrucción del entonces Secretario de Guerra de los Estados Unidos, J.C. Breckenridge, a las tropas interventoras en Cuba, revela la esencia criminal de su misión en suelo nuestro:
“Habrá que destruir cuanto alcancen nuestros cañones, con el hierro y con el fuego; habrá que extremar el bloqueo para que el hambre y la peste, su constante compañera, diezmen su población pacífica y mermen su ejército; y el ejército aliado habrá de emplearse constantemente en exploraciones y vanguardias, para que sufran indeclinablemente el peso de la guerra entre dos fuegos y a ellas se encomendarán precisamente todas las empresas peligrosas y desesperadas(…) Resumiendo, nuestra política se concreta a apoyar siempre al más débil frente al más fuerte, hasta la completa exterminación de ambos, para lograr anexarnos la Perla de las Antillas”.
Con esa hipocresía, con ese sentimiento criminal, actuó el gobierno de los Estados Unidos en Cuba durante aquella bochornosa intervención.
Vendría luego, como condición para poner fin a la ocupación yanqui en Cuba, la imposición de la Enmienda Platt, que dejaba a nuestro país atado a los designios norteamericanos.
 El propio representante de la potencia interventora, Leonardo Wood, dejó para la historia su valoración sobre la injerencia intervencionista.
“Por supuesto que a Cuba se le ha dejado poca o ninguna independencia con la Enmienda Platt (…) todo lo cual es evidente que está en nuestras manos y creo que no hay un gobierno europeo que la considere por un momento otra cosa sino lo que es, una verdadera dependencia de los Estados Unidos y como tal es acreedora a nuestra consideración. Con el control que sin duda se convertirá pronto en posesión, en breve prácticamente  controlaremos  el comercio de azúcar en el mundo. Creo que es una adquisición muy deseable para los Estados Unidos. La Isla se norteamericanizará gradualmente y a su debido tiempo contaremos con una de las más ricas y deseables posesiones que haya en el mundo”.
Fue ese el método colonizador, pues no se atrevieron  a mantener su dominio por la fuerza, lo cual, sabían y temían, que los cubanos se revelarían hasta lograr su verdadera libertad e independencia.
Durante más de medio siglo se mantuvo Cuba con una independencia mediatizada, en una república donde los gobiernos yanquis y sus embajadores regían el destino del país al que explotaban, oprimían y seguían despreciando. Hasta que triunfó la Revolución el 1ro, de enero de 1959.
Hoy se conoce que el imperio norteamericano trató de evitar que el Ejército Rebelde, bajo el mando del Comandante en Jefe Fidel Castro, llegara al poder. En aras de eso hizo gestiones, cuando se convenció de que Batista estaba derrotado, para que éste abandonara la presidencia y diera paso a una junta militar golpista. Pero la inteligencia y audacia de Fidel  frustró ese objetivo.
Comenzaron entonces, antes de que Cuba fuera proclamada socialista, las mendaces campañas, las amenazas, los sabotajes, las agresiones. Y comenzó el bloqueo económico, comercial y financiero que aún se mantiene.
Ellos le nombran embargo. Es, en realidad, una criminal y sucia guerra económica, cuyos objetivos, definieron desde el inicio:
“El único medio previsible para enajenar el apoyo interno es a través del desencanto y el desaliento basados en la insatisfacción y las dificultades económicas. Debe utilizarse prontamente cualquier medio concebible para debilitar la vida económica de Cuba. Una línea de acción que tuviera el mayor impacto es negarle dinero y suministros a Cuba para disminuir los salarios reales y monetarios a fin de causar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno”.
Esa  ha sido y sigue siendo la política de Estados Unidos contra Cuba. Los cubanos, sin embargo, hemos sabido siempre distinguir lo que es gobierno y lo que es pueblo. Por eso no guardamos ningún rencor al pueblo de los Estados Unidos, al cual sabemos víctima también de esta bochornosa  y criminal política.
En un artículo periodístico no cabe toda la infamia del odio yanqui hacia el heroico pueblo cubano. Quedan episodios que debieran conocerse en el mundo entero, para poder apreciar, en su justo valor, el  desquiciado empeño del gobierno imperial contra nosotros, y  la dignidad y moral que nos mantiene a los cubanos firmes e invencibles frente a esa  brutal obsesión.

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