.Orlando Guevara Núñez
“Mamá, este doctor a todas les dice lo mismo”. Así
evaluó una niña los resultados de varias consultas médicas del Che, observadas
con atención por ella.
Escenario: Montañas de la Sierra Maestra, en Cuba.
Fecha: primera quincena de mayo de 1957, época en que el Che compartió su
profesión de médico con la ocupación de guerrillero.
El Che reconocería luego la razón de la niña: “Y era otra gran verdad; mis conocimientos no
daban para mucho más, pero, además, todas tenían el mismo cuadro clínico y
contaban la misma historia desgarradora sin saberlo”.
Eran los tiempos en que la miseria reinaba en los
campos cubanos y más en las zonas montañosas donde muchos campesinos se habían refugiado al ser
desalojados de sus tierras por los latifundistas. Totalmente marginados, no
conocían la asistencia médica y los niños nacían y a veces morían sin ni
siquiera ser anotados en el registro
civil.
Aquel cuadro patético lo sintetizó con pocas
palabras el Che, refiriéndose a su consulta: “ ¿Qué hubiera pasado si el
médico, en ese momento, hubiera interpretado que el cansancio extraño que
sufría la joven madre de varios hijos, cuando subía una lata de agua del arroyo
hasta la casa, se debía, simplemente, a que era mucho trabajo para tan poca y
tan baja calidad de comida?” Ese agotamiento es algo inexplicable- argumenta-
porque toda su vida ha llevado las mismas latas de agua hasta el mismo destino
y solo ahora se siente cansada.
Venía entonces un diagnóstico del Che, incomprensible
para la niña y aún para sus pacientes: “Es
que las gentes de la Sierra brotan silvestres y sin cuidado y se desgastan
rápidamente, en un trajín sin recompensa”. Por eso, él mismo diría sobre su
consulta: Era monótona pues no tenía muchos medicamentos que ofrecer y no presentaban una gran diferencia los
casos clínicos de la Sierra; mujeres prematuramente avejentadas, sin dientes,
niños de vientres enormes, parasitismo, raquitismo, avitaminosis en general,
eran los signos de la Sierra Maestra”
Lo cierto es que aquellas consultas médicas del Che
en la serranía cubana –según su propia confesión, contribuyeron en mucho a su formación como
revolucionario, a la unidad de la guerrilla con los campesinos. El lo dijo de
esta manera: “Allí en aquellos trabajos
empezaba a hacerse carne en nosotros la conciencia de la necesidad de un cambio definitivo en la vida del
pueblo. La idea de la reforma agraria se hizo nítida y la comunión con el
pueblo dejó de ser teoría para convertirse en parte definitiva de nuestro ser”.
Hoy, en las montañas de Cuba, como en todo el país,
hay una cobertura total del médico y la enfermera de la familia. Y la pobreza y
miseria de la etapa pre revolucionaria han desaparecido. Eso explica el por qué
de un campesinado cubano que defiende con su propia vida la Revolución, para
que el pasado de oprobio no tenga aquí de
nuevo presente, y mucho menos futuro.
Es el mejor homenaje al médico guerrillero que dio el mejor diagnóstico
para curar los males de nuestros campos, y forjó su medicina.
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