lunes, 3 de abril de 2017

Los jóvenes y los viejos, contra lo viejo caduco y por lo nuevo edificante



.Orlando Guevara Núñez

El tema de lo viejo y lo nuevo es recurrente en las conversaciones de la población cubana. Unos, defendiendo patrones que marcaron  la conducta de las generaciones más adultas; otros, abogando por patrones nuevos, diferentes, ajustadas a los tiempos actuales.
Pienso que el tema es interesante, con  razones para ambas partes, pero con alertas imprescindibles para todos. Luchar contra lo viejo, no puede implicar desechar todo lo anterior, lo que equivaldría a eliminar las raíces, sin las cuales no podrían sobrevivir las ramas. Y oponerse a todo lo nuevo sería igual al estancamiento que, al final, conduciría a la extinción.
Vale entonces la afirmación de que la tarea actual no es la lucha de viejos y nuevos entre sí, sino la lucha unida de ellos contra lo viejo que ha caducado y por lo nuevo edificante, hacia objetivos e intereses comunes, sin la cual ninguno podría mantener las conquistas de la Revolución.
Me encuentro entre quienes rechazan el criterio –no poco difundido- de que nuestra juventud está perdida. Creo, en primer lugar, que no puede juzgarse a los jóvenes bajo el prisma de una etapa que no vivieron. Ni tampoco por su actitud  o falta de protagonismo ante tareas actuales para las cuales no han sido convocados, ni preparados. En Cuba ninguna proeza ha tenido que esperar por nuestra juventud.
Hubo una generación, donde fueron jóvenes los principales organizadores y actores de una lucha que condujo al derrocamiento de la tiranía batistiana. Y a partir del triunfo, la generación que recibió a la Revolución se incorporó masivamente a la tarea de destruir  las  estructuras de la vieja sociedad y de construir una nueva, empeño de mayor complejidad.
Para entonces, no se contaba con una obra construida. Y el incentivo era forjarla, con el sacrificio de todos los días y el altruismo de fijar en la conciencia la meta de trabajar para las generaciones futuras. No hubo proezas que tuvieran que esperar por los jóvenes. Estudio, Trabajo y Fusil, fueron consignas respaldadas por la acción.
La Campaña de Alfabetizaciòn, la creación de la Asociación de Jóvenes Rebeldes primero y la Unión de Jóvenes Comunistas después; la organización de los pioneros; la Columna Juvenil del Centenario, seguida por el Ejército Juvenil del Trabajo, junto a otras estructuras que fueron pilares en la economía, fundamentalmente la agrícola; la integración a la defensa de la patria, incluyendo la participación en las gloriosas misiones internacionalistas. Y luego, la formación profesional  y técnica en las universidades y otros niveles de enseñanza. Es parte del aval de millones de jóvenes cubanos durante estos años  de lucha.
No creo que exista en algún otro país una juventud  tan instruida y sana como la nuestra. Sin desconocer problemas  que aún laceran valores, por cierto no exclusivos de los jóvenes y sobre los que se hace un esfuerzo que compete a cada persona, a la familia, a la escuela y a la sociedad  para resolverlos. Tengo la convicción  de que al largo tramo por  recorrer, será transitado con éxito.
Una verdad  inobjetable se impone sobre la diferencia de edades. Los tiempos son distintos, los protagonistas ocupamos, desde el punto de vista de los años vividos, un lugar distinto; pero el enemigo común sigue siendo el mismo, con distintos métodos de lucha, en distintos escenarios, sin que haya cambiado en nada su objetivo supremo: destruir la Revolución y regresar el capitalismo salvaje –seguramente más salvaje que el reemplazado-  a nuestro país. En ese supuesto cambio, perderíamos por igual  los jóvenes y los viejos.
No puede ser motivo de alarma la realidad de diferencias en cuanto a las modas, la forma  de vestir, el gusto por la música y otras cosas derivadas de la distancia generacional. Ni puede desconocerse que las personas son un producto-no uniforme, desde luego- de las condicione económicas en que se desarrollan.Los hijos, alguien aseguró, se parecen más a su época que a sus padres.
La esencia del problema, en mi opinión, consiste en aplicar creadoramente el concepto fidelista de cambiar todo lo que deba ser cambiado, siempre en beneficio tanto de jóvenes como de viejos. Oponer esos intereses, sería provechoso sólo para quienes ansían verlos divididos, atacarlos y vencerlos.
Hay que cambiar, eso se ha dicho con énfasis, hasta el discurso para llegar a los jóvenes y los niños. Pienso que sí, porque el llamado para protagonizar grandes empeños ha de ser distinto al utilizado  durante este más de medio siglo. Las vivencias  y las aspiraciones individuales llaman a un trabajo más profundo. Lo que, en mi criterio, no puede quedar fuera de ese discurso es el peligro vigente para la obra revolucionaria. Y la certeza de que el enemigo cifra sus esperanzas, cuando ya no estén  la dirección histórica de la Revolución, ni las generaciones inmediatas a ésta, en engañar a la juventud para arrebatarle el poder y regresar a un pasado ya sin posible presente ni futuro en Cuba. Ese sueño imperial es, sencillamente, irrealizable.

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