.Orlando Guevara Núñez
La muerte no es
verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida; truécase en polvo el
cráneo pensador, pero viven perpetuamente y fructifican las ideas que en él
se elaboraron. Con estas palabras, José Martí, Héroe Nacional de Cuba,
retrató su propia vida.
Nuestro Héroe
Nacional supo cumplir bien la obra de la vida, y su pensamiento continúa
siendo guía del pueblo cubano y trascendiendo fronteras para insertarse cada
vez más en la conciencia de los pueblos latinoamericanos a los que defendió
frente al peligro del imperio norteamericano.
El pensamiento de
José Martí – expresó Armando Hart- adquiere
renovada vigencia porque representa la cúspide de un legado cultural,
político, social y filosófico orientado hacia los intereses de “los pobres de
la Tierra”.
En la historia
falseada que se nos enseñaba en las
escuelas, antes del triunfo revolucionario
de 1959, se nos hablaba del Martí poeta, de su nacimiento, de su
muerte el 19 de mayo de 1895, en Dos Ríos, y de memoria aprendíamos algunos
de sus pensamientos. Pero se ocultaba la esencia libertaria, independentista
y antiimperialista de su prédica.
Muchos maestros, sin
embargo, inculcaban a sus alumnos las verdaderas ideas del Apóstol cubano. El
nombre de Martí fue uno de los primeros que aprendimos y escribimos desde los
primeros años de la enseñanza.
En nuestro sistema de
enseñanza, no se estudiaba con profundidad
al Martí que desde los 16 años
de edad sufrió el presidio político por su enfrentamiento al colonialismo
español, su deportación a España, su peregrinar por varios países
latinoamericanos y los Estados Unidos, sin un solo minuto de descanso en aras
de la libertad e independencia de Cuba.
Conocíamos poco del
Martí periodista, político, revolucionario, organizador, fundador del Partido
Revolucionario Cubano –Partido único porque no hacían falta otros- para
conquistar la independencia cubana y contribuir a la de Puerto Rico.
No se divulgaba en
toda su dimensión la intensa labor de Martí en el exilio para reorganizar y
unir a los patriotas que habían luchado
en la manigua cubana durante la guerra iniciada el 10 de octubre de
1868, concluida diez años después, tras el vergonzoso Pacto del Zanjón, sin
conquistar la independencia anhelada.
Fue una guerra
perdida no por la acción de las armas españolas, sino por la debilidad que en
las filas cubanas tuvo como origen la falta de unidad y las divisiones que
hicieron vulnerable su fuerza.
Martí logró su
objetivo de unir y organizar a los principales jefes independentistas, y preparó
la guerra que estallaría el 24 de febrero de 1895 en Baire y otras muchas
localidades, principalmente de la heroica y siempre rebelde región oriental
cubana. No pudo ver realizados sus sueños de libertad e independencia, pero
sus ideas continuarían fructificando entre los cubanos que las sentían y las
defendían.
La intervención
militar del gobierno imperialista de los Estados Unidos, en 1898 - cuando ya
España era incapaz desde el punto de vista militar, económico y político, de
mantener su dominio colonial en Cuba - impidió el triunfo del Ejército
Libertador Cubano. Cuba pasaba, con esa injerencia que Vladimir Ilich Lenin
calificó como la primera guerra imperialista en la historia de la humanidad,
de colonia de España a neocolonia de los Estados Unidos.
Pero las ideas
martianas no murieron, pese a que los corruptos políticos de turno trataban
de ocultarlas o mediatizarlas. La figura y la obra martianas eran tan
inmensas que no podían ser arrancadas de la conciencia de los cubanos.
Ya en 1925, el joven
revolucionario Julio Antonio Mella, al fundar el Partido Comunista de Cuba,
fue el primero en unir las ideas revolucionarias martianas con la doctrina
del marxismo para continuar la lucha inconclusa por el holocausto de Dos
Ríos. En esa fundación, estuvo junto a Mella el luchador Carlos Baliño, quien
en 1892 había creado con Martí el Partido Revolucionario Cubano. Dos etapas
se fundían en un mismo ideal: la libertad y la independencia de Cuba, ahora
con proyecciones más avanzadas, en correspondencia con la época, desde el
punto de vista social, político y económico.
Otros muchos
luchadores, entre ellos Rubén Martínez Villena y Antonio Guiteras Holmes
–fallecido el primero por tuberculosis y el segundo asesinado el 8 de mayo de
1935 cuando trataba de salir para México a organizar la lucha armada que debía desarrollar luego
en Cuba, fueron seguidores de la prédica martiana.
El 28 de enero de
1953, se cumplió el centenario del natalicio de José Martí. Y en ese año
fructificaron con mayor fuerza sus ideas en la conciencia de los cubanos,
principalmente impulsadas por un grupo de jóvenes liderados por el entonces
joven abogado Fidel Castro Ruz.
Un mar de antorchas
en la capital cubana, y manifestaciones en otras ciudades, era el preludio
del inicio de una lucha que no concluiría hasta convertir en realidad los
sueños martianos.
Pocos meses después,
el 26 de julio de 1953, un grupo de jóvenes, con el propio Fidel Castro al
frente, realizaría el ataque a los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y
Carlos Manuel de Céspedes en Bayamo. Las ideas martianas rompían los mármoles
que las encerraban y se esparcían rebeldes por las calles y los campos
cubanos.
No fue casual que
cuando en el juicio seguido por estos sucesos, uno de los juzgados sin tener
participación, le preguntara a Fidel si no era cierto que él no era autor
intelectual del asalto, el jefe de la acción le contestara que nadie debía
preocuparse de que lo acusaran de ser autor intelectual del asalto, por que el
verdadero actor intelectual era José
Martí.
En su alegato de
autodefensa por esos hechos, el 16 de octubre de 1953, Fidel afirmaría ante
el Tribunal que al final lo condenó a 15 años de privación de libertad: “Parecía
que el Apóstol iba a morir en el año de su centenario, que su memoria se
extinguiría para siempre, ¡tanta era la afrenta! Pero vive, no ha muerto, su pueblo es rebelde, su
pueblo es digno, su pueblo es fiel a su recuerdo; hay cubanos que han caído
defendiendo sus doctrinas, hay jóvenes que en magnífico desagravio vinieron a
morir junto a su tumba, a darle su sangre y su vida para que él siga viviendo
en el alma de la patria. ¡Cuba, qué sería de ti si hubieras dejado morir a tu
Apóstol!”
Las ideas martianas,
efectivamente no murieron. Se nutrieron con la sangre de 61 combatientes del
Moncada y del Carlos Manuel de Céspedes caídos -55 de ellos asesinados- Esas
ideas compartieron el presidio, marcharon al exilio en México, navegaron en
el yate Granma, escalaron las montañas, recorrieron las calles y los campos,
hicieron la guerra, derrocaron a la tiranía, y protagonizaron la victoria
revolucionaria del 1ro. de enero de 1959.
Hoy Martí está
presente en todas las luchas del pueblo cubano. De él aprendimos los cubanos
que los grandes derechos no se compran con lágrimas, sino con sangre; que el
verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de que lado está el
deber y que el deber de un hombre está allí donde es más útil. De él
heredamos el latinoamericanismo y el antiimperialismo. Martí nos legó que un
principio justo, desde el fondo de una cueva, puede más que un ejército. Nos
legó también el valor de la unidad y de la resistencia como fundamento del
triunfo.
Los cubanos hemos
tenido la gloria de contar con el discípulo más aventajado de José Martí:
nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro, quien fue capaz de materializar sus sueños y de
aplicar junto a todo el pueblo los principios que proclamó rodeado de
bayonetas ante el tribunal que lo
juzgaba por los hechos del 26 de julio de 1953.Las ideas martianas están en
toda la obra de la Revolución, cada día con mayor fuerza de presencia.
Las casi dos décadas
vividas por Martí en los Estados Unidos, le permitieron conocer profundamente
la esencia inhumana, explotadora y
agresiva de esa sociedad. Aún cuando
ese sistema pugnaba por nacer, lo llamó por su nombre: imperialismo. Y con
precisión corroborada por la historia pasada y presente, alertó a los pueblos
de América sobre los peligros políticos y económicos que los acechaban,
cifrando en la unidad de éstos la garantía para alcanzar su segunda
independencia.
Sobre el tema del
equilibrio del mundo, vislumbró Martí una verdad con vigencia para los
tiempos presentes. “Las Antillas libres salvarán la independencia de nuestra
América, y el honor ya dudoso y lastimado de la América Inglesa, y acaso acelerarán
y fijarán el equilibrio del mundo”.
Hoy este Continente
marcha hacia la integración y se crean
los mecanismos para rescatar sus recursos, lograr su independencia y poner al
servicio de los pueblos las riquezas que antes engordaban las arcas extranjeras.
En cada una de esas luchas, está presente la prédica martiana. Nuestro Héroe Nacional, junto al Libertador
Simón Bolívar, acompaña a los
revolucionarios actuales y los guía y
alienta, con una alerta oportuna, para cerrar el paso al Gigante de
Siete Leguas y aprender a manejar con
destreza la Honda de David.
A todo lo largo y
ancho de la patria cubana, hoy rendimos tributo a José Martí cumpliendo sus
postulados, construyendo y defendiendo una obra que es con todos y para el
bien de todos, donde la ley primera de la república es, como él lo quiso, el
culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre.
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