. Orlando Guevara Núñez
El
Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque dejó muchas huellas, más que
por la jerarquía y autoridad de su cargo, por el sello de su actuar sencillo, directo,
emanado de su personalidad.
Como
muchos orientales y santiagueros, tuve la
oportunidad de estar en disímiles reuniones y otro tipo de eventos que contaron
con su presencia mientras fue Delegado del Buró Político del Comité Central del
Partido en la otrora provincia oriental. Para esa fecha, yo era integrante de
la Comisión de Orientación Revolucionaria (COR) del Comité Provincial del
Partido.
A
partir de 1980, comenzó mi actividad como profesional de la prensa, lo que me
ofreció nuevas oportunidades para estar
en otras actividades y eventos por Almeida presididos.
La
primera ocasión en que estuve cerca de
él, fue días después de concluir una Asamblea Provincial del Partido. Cumplía mi guardia en la sede provincial y él llegó
hasta el mismo lugar donde yo estaba. Se detuvo ante mí y me escudriñó con
la mirada.
-¿Tú
fuiste quien habló ayer en la Asamblea sobre el tema de la religión?, indagó.
-Sí.
(Fue mi única palabra pronunciada).
-Quedó
bien. (El sólo utilizó una más que yo)
Al
breve diálogo le siguió un apretón de manos. Y un hasta luego. Me quedó la
impresión sobre la sencillez y naturalidad de uno de los héroes más destacados
de la Revolución.
Resulta
que yo atendía esa actividad en el Partido, pero no era delegado a la Asamblea
y el día antes me dieron la tarea de escribir una intervención sobre el tema,
que al final incluyó leerla en la sesión plenaria.
Un día,
en una reunión, hizo una crítica de
manera muy peculiar. Cuando algunos compañeros hablaban, había uno que tomaba
la palabra para decir algo así como que “eso no es lo más importante”. Luego de repetirse esa escena, él se dirigió
a esa persona y le cedió la palabra
“para que dijera cosas importantes”. Los presentes lo entendieron
perfectamente.
Ya como
periodista, participé en una asamblea de trabajo, presidida por él, con
combatientes del Ejército Juvenil de Trabajo, en el municipio de Tercer Frente.
Un compañero, al hacer uso de la palabra, anunció que iba a leer una poesía
dedicada a Almeida. La reacción del Comandante de la Revolución fue inmediata,
oponiéndose a tal homenaje. Y ante la insistencia del combatiente, su decisión
fue categórica: ¡No!
El
sabía que la pretensión del compañero era franca, sin sombre alguna de
adulonería, nacida del sentimiento y respeto. Pero su modestia se
impuso.
Un
tiempo después, participé en un acto conmemorativo de la fundación del Tercer
Frente Oriental Dr. Mario Muñoz Monroy, celebrado en Cruce de los Baños. Y allí estaba él, su
jefe fundador.
Una
pionera recitó una poesía dedicada a él. Y recuerdo que un fragmento decía: “No voy a esperar que mueras para dedicarte
cantos”. Recordando el pasaje ya
narrado con el combatiente, me quedé mirando su rostro, tratando de adivinar su
reacción. Cuando la niña concluyó, él se limitó a tomarla entre sus brazos y
besarla con la ternura que solo cabe en las almas grandes. El amor infantil se impuso a su modestia.
Tengo
otra vivencia personal relacionada con Almeida. Una vez me propuse hacerle una
entrevista. Y le hice la solicitud. Fue en ocasión del aniversario 40 del
asalto al Cuartel Moncada. No estaba seguro de que me la concediera, por sus
múltiples obligaciones. Pero esa dubitación fue errónea. Accedió y contestó un
cuestionario de varias preguntas dirigidas no a los temas generales del proceso
revolucionario, sino a aspectos más individuales que revelaran otras
dimensiones del héroe.
No
soslayó ninguna pregunta. Ni siquiera una que era de carácter muy personal:
- La Lupe
inmortalizada en su canción, ¿Virgen o mujer?
- Mujer por la que sentí gran
cariño, sentimientos que me inspiraron la canción, y un mensaje también para la
mujer mexicana.
Otro
aspecto revelador de su modestia fue la
respuesta a la pregunta de qué había sentido cuando el 7 de diciembre de 1959,
en La Habana, Raúl había dicho que él, Almeida, era el combatiente que más se
parecía a Maceo.
- Ruborizarme por la comparación
inmerecida y por la muestra de confianza tan grande que tuvo en mí, en año tan
joven de la Revolución.
Almeida
nos legó un grito de guerra que borró del diccionario de los combatientes del
Granma la palabra rendición. Y no podía, en la entrevista, faltar ese episodio.
- ¡Aquí no se rinde nadie...! ¿Le gustaría que la presente
y las futuras generaciones conocieran ese grito de guerra suyo hasta donde los
puntos suspensivos se confabulan para troncharlo… o hasta donde usted lo dijo?
En este
caso, su modestia y grandeza necesitaron pocas palabras para la respuesta
- Si
llegan a pensar en ese grito, que cada cual se lo imagine como lo quise
expresar.
Pero
hubo otro episodio del cual pude apreciar el trato respetuoso de Almeida. La
Editorial Pablo, de la UPEC, me encargó la tarea de sintetizar, en 40
cuartillas, el surgimiento y desarrollo del Tercer Frente Oriental Dr. Mario
Muñoz Monroy. El propósito: publicar un libro de pequeño formato dirigido,
principalmente, hacia los visitantes extranjeros.
Cumplí
la tarea en el tiempo previsto y entregué el original que, según me informaron,
él mismo revisaría. Quedé en espera. Al poco tiempo, supe que el material había
sido aprobado, con algunas correcciones. Lo impactante para mí fue recibir
luego una llamada telefónica desde su despacho, preguntándome si la Editorial
me había mostrado esos cambios antes de proceder a la edición, lo cual él
consideraba un requisito. Yo solo pensé: ¿Pero cómo no voy a estar de acuerdo?
Después me di cuenta de que él estaba mirando más lejos, es decir, hacia la
ética profesional.
Cuando
se presentó y vendió, ese pequeño libro llevó adjunto un plegable sobre el Tercer
Frente, enviado por él para ese fin.
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