.Orlando Guevara Núñez
El patriotismo santiaguero
hizo que aquel triste día de septiembre –hace siete años- la madrugada le arrebatara a la mañana su
protagonismo para el inicio del andar de la gente. Las calles que muchas veces
recorrió Almeida, buscando siempre algo nuevo que hacer para su pueblo, las
colmó ahora ese pueblo para rendirle tributo.
El peculiar bullicio de los
santiagueros, cedió su lugar a la solemnidad. Los espacios vacíos se rindieron
ante la presencia de cientos de miles de hombres y mujeres del pueblo. Los niños, con uniformes
y mochilas al hombro; los estudiantes, obreros, combatientes de la Revolución,
amas de casa, jubilados, miembros de las instituciones armadas, todos resumidos
en la palabra pueblo, formaron apretadas filas al paso del cortejo fúnebre. Así
amanecieron las principales arterias de la ciudad.
Frente a la Plaza de la Revolución Mayor
General Antonio Maceo Grajales, en los laterales de la vía principal, quien
trataba de buscar espacio no lo encontraba. Todos querían mirar de cerca y
cifrar en su memoria el féretro del héroe. La figura del General Antonio,
montado en su caballo y convocando al pueblo a la marcha unida, pareció cobrar
vida. Los machetes que simbolizan la Protesta de Baraguá, aparentaron cobrar altura al
paso de los restos mortales de Almeida. Recordé las palabras de Raúl cuando
dijo que Almeida, entre los combatientes que ganaron la libertad de la Patria, era quien más se
parecía al Titán de Bronce.
Cuando pasó el cortejo, el
silencio se hizo absoluto. Las manitas infantiles, alzadas al nivel de la
frente, descendieron y comenzaron el acomodo de las mochilas para su regreso,
como los demás estudiantes, a las aulas. Los trabajadores, hacia distintos
rumbos, a ocupar sus puestos laborales. El estudio y el trabajo, también se
hermanaron en el homenaje.
Almeida no volverá a estar
físicamente en la Ciudad
Héroe de la
República de Cuba, ni recorrerá sus calles, ni hablará con la
gente. Pero no fue a la tumba sin visitarla por última vez. La realidad es
difícil de aceptar. Pero los versos de nuestro Héroe Nacional, José Martí,
acuden como necesario consuelo: Cuando
se muere en brazos/ de la
Patria agradecida/ la muerte acaba, la prisión se rompe, / ¡Y
empieza, al fin, con el morir, la vida!
Asumimos entonces la
afirmación de Fidel: ¡No digamos que Almeida ha muerto! ¡Vive hoy más que
nunca!
Así fue aquella mañana de
septiembre en la ciudad. Jornada de tributo a un héroe. Así vibró de luto y patriotismo el Santiago de Almeida, al paso definitivo-
por el corazón de la ciudad y de la gente - del Almeida de Santiago.
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