domingo, 24 de julio de 2016

Nuestro Fidel de siempre: Párrafos de su discurso conmemorativo del X aniversario del asalto al Cuartel Moncada, en la capital cubana


.Orlando Guevara Núñez

La importancia que tiene esta fecha radica en que aquel día inició nuestro pueblo, en escala modesta si se quiere, inició el camino que lo condujo a la Revolución (APLAUSOS).  Cruzarse de brazos ante aquella situación habría significado la continuidad indefinida de la camarilla militar, la continuidad indefinida en el poder de los partidos reaccionarios de las clases explotadoras, habría significado la continuidad de la politiquería, de la corrupción y del saqueo sistemático de nuestro país. 
La importancia de aquella fecha es que abrió un nuevo camino al pueblo, la importancia de aquella fecha radica en que marcó el inicio de una nueva concepción de la lucha, que en un tiempo no lejano hizo trizas a la dictadura militar y creó las condiciones para el desarrollo de la Revolución (APLAUSOS). 
El ataque al cuartel Moncada fue la réplica enérgica y digna al 10 de marzo (APLAUSOS), fue la réplica decidida a aquel Gobierno instaurado a fuerza de bayonetas; y fue la respuesta que, una vez superados los primeros reveses, una vez superadas las deficiencias, una vez superada la inexperiencia, una vez desarrollada plenamente, hizo posible lo que antes parecía imposible:  hizo posible la destrucción de un ejército moderno, en contra de una serie de teorías según las cuales el pueblo no podía luchar contra esa fuerza; hizo posible lo que parecía imposible, pero no fue un milagro.  Lo que ha tenido lugar en Cuba no fue un milagro. 
Para nosotros los cubanos, no tendría tanta trascendencia conmemorar con júbilo, con entusiasmo, con fervor revolucionario esta fecha, si esta fecha ante nuestros ojos no tuviera el valor de una lección útil, utilísima, a decenas y decenas de millones de hermanos de América Latina (APLAUSOS); si esta fecha y lo que ella simboliza, no entrañara un sólido aliento, una firme esperanza de que hay remedio a los males de los explotados y hambrientos de este continente, de los millones de trabajadores y campesinos y de indios esquilmados en este continente; si no entrañara una esperanza y un aliento a la posibilidad de resolver de una vez y para siempre los trágicos males sociales de este continente, donde los porcentajes de muerte entre la población infantil se cuenta entre los más altos del mundo, donde el promedio de vida es bajísimo, y donde minorías oligárquicas —en complicidad con los monopolios yankis— saquean despiadadamente a esos pueblos. 
¡Esta fecha tiene valor no como hecho que se proyecta hacia el pasado, sino como hecho que se proyecta hacia el porvenir!  (APLAUSOS) Porque aquí en nuestro país había un poderoso ejército profesional.  Al servicio de los explotadores, aquí había numerosos partidos burgueses que arrastraban a una parte no desdeñable de la masa por caminos erróneos, y había todo un sistema de prensa, de radio y de televisión al servicio de los intereses creados.
El cuartel Moncada no cayó.  Factores imprevistos hicieron fallar el intento de ocupar la fortaleza, factores imponderables.  Aquello habría podido ser un duro golpe para nosotros, para nuestra convicción y nuestra fe de que aquel era el camino; aquello pudo circunstancialmente fortalecer la opinión de aquellos que afirmaban que no era posible luchar contra el ejército de Batista; pudo circunstancialmente fortalecer la opinión de los politiqueros y los argumentos de los politiqueros en favor de las componendas electoreras donde jamás el pueblo obtiene nada.  Sin embargo, nuestra fe se mantuvo firme, inconmovible, de que aquel era el camino; y nos dimos de nuevo a la tarea, ya con más experiencia, ya más elaborada, de llevar adelante aquella lucha. 
Mas, cuando nosotros desembarcamos en el “Granma” 82 hombres (APLAUSOS), aun nos traicionó la inexperiencia, aun nos traicionó nuestra inmadurez como combatientes, y de nuevo un duro revés se asentó sobre nuestro esfuerzo y aquella fuerza expedicionaria —organizada y preparada con grandes esfuerzos y sacrificios— quedó virtualmente dispersa y aniquilada. 
Aquello habría podido ser un golpe tremendo para nuestra fe y para nuestra convicción de que aquel era el camino.  Mas, sin embargo, nuestra fe y nuestra convicción se mantuvieron inalterables.  Creíamos que aquel era el camino, ¡y al fin la historia y los hechos, la realidad y la vida, se encargaron de demostrar que aquel era el camino!  (APLAUSOS)



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