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Orlando Guevara Núñez
La
anunciada visita del presidente de los Estados Unidos, Barack Obama a Cuba,
ocupa la atención de la prensa en todo el mundo. Muchos la elogian; otros la
impugnan. Se reitera, en muchos casos, los propósitos enunciados por el
mandatario norteamericano al iniciarse el proceso de normalización de los
relaciones con nuestro país, quebrantadas unilateralmente por esa nación el 3
de enero de 1961.
Se
enfatizan las declaraciones de Obama relacionadas con
esta visita: “Mi visita avanzará las metas que nos guían: promover los
intereses y valores estadounidenses (…)
y un mejor futuro para el pueblo cubano, un futuro de más libertad y
más oportunidad”.
Cabe
preguntarse cuáles son esos intereses y
esos valores que los Estados Unidos están empeñados en promover en nuestro
país. Para quienes no hayan estado al tanto de la política agresiva de ese país
contra Cuba, desde el mismo triunfo del
1ro. de enero de 1959, la respuesta tal vez resulte compleja. Para los
cubanos, que la hemos sufrido durante más de medio siglo, se hace mejor de
entender.
Los
intereses –también lo ha dicho Obama y lo han propalado los representantes de
su gobierno- consisten en lograr los mismos objetivos con métodos
diferentes, conclusión nacida no de su generosidad, sino del heroísmo del
pueblo cubano y el reconocimiento del fracaso imperial al tratar, con el bloqueo, de
vencernos por temor o matarnos por hambre y enfermedades. Hasta
que no se demuestren otros, siguen
siendo los motivos del cambio de
política al que hoy asistimos. O lo que
es lo mismo: destruir la Revolución.
Desde
luego, defendemos el fin de
la hostilidad de otros tiempos y el entendimiento como países civilizados, aún
cuando se reconozcan, por ambas partes, diferencias que seguirán siendo
profundas. A nadie, en nuestro país, se
le ocurriría exigirle a los Estados Unidos que dejen de ser capitalistas e
imperialistas como condición para tener relaciones normales con ellos. Pero nadie
puede pretender que dejemos de ser socialistas como condición para las
relaciones.
Lo
que sí podemos –no pedir, sino exigir- es la eliminación del bloqueo, la devolución de la ilegal Base Naval de
Guantánamo, entre otras medidas claramente expresadas por la parte cubana en
las distintas rondas de conversaciones .
Me cuento entre quienes piensan que si Obama y sus colaboradores están
interesados realmente en el bienestar
del pueblo cubano, tienen en sus manos el modo más eficaz de lograrlo,
quebrantando la absurda política que, además de fracasada, es un genocidio
repudiado por la casi totalidad de los países del mundo. Ese
sería el mayor beneficio. De lo demás, nos encargamos los propios cubanos.
Cuando
leo el objetivo de Obama de un “mejor futuro para el pueblo cubano, un
futuro de más libertad y más oportunidad” y sumo a esa expresión la de
“los valores estadounidenses”, que, por lo visto, quieren ser injertados
en Cuba, me siento, por mi derecho de
cubano, a opinar sobre esos conceptos.
¿Entre
esos “valores” está el de que la Policía
de ese país mate, como promedio a dos personas cada día – el pasado año
sobrecumplió al llegar casi a dos mil- la mayoría negros, con la total impunidad del mundo? ¿O la libertad y el
derecho de ejercer la tortura a prisioneros o fabricarles acusaciones falsas,
como en el caso de los Cinco héroes cubanos que permanecieron 16 años presos
siendo inocentes de los hechos imputados?
Entre las “oportunidades” mencionadas, ¿estará la existente en Estados Unidos, que permite al
3 % más rico adueñarse de algo más de la
mitad del total de la riqueza de ese país?
¿Será
trasladar a Cuba las
“oportunidades” que tienen los norteamericanos de –cifras ofrecidas por
instituciones especializadas de ese país-
contar con más de 46 millones de
pobres, entre ellos el 22 por ciento de la población infantil? ¿O la de vivir
en un país, donde, como en ese, más de 40 millones de personas no tienen
acceso a la asistencia médica y tres millones de niños carecen de un techo que
los cobije y un Estado que los proteja?
¿Será,
acaso, trasladar a los jóvenes cubanos la “oportunidad”, como en Estados
Unidos, de que cada año 8 000 de
ellos engrosen las filas de los
consumidores de drogas, donde millones no tienen acceso a las universidades o
terminan sus estudios con altas deudas que muchas veces se les dificulta pagar
por carencia de trabajos fijos? ¿O será
otra de las “oportunidades” allá existentes para que los jóvenes afroamericanos de entre 20 y 24 años,
sean más numerosos en las prisiones que en las universidades?
¿Se
pretenderá, acaso, que las mujeres cubanas, como en los Estados Unidos, con
igual calificación e igual puesto laboral obtengan menos salarios? ¿O que, como allá, menos del 10 por ciento de los trabajadores tengan
derecho a sindicalizarse?
En
muchos casos se ha dicho, en los círculos reaccionarios de los Estados Unidos,
que debe imponérsele a Cuba la celebración de
“elecciones libres” como condición para el mejoramiento de las
relaciones con Estados Unidos. ¿Será, acaso, el sistema electoral de ese país, donde el principal
elector y el más alto candidato son el dinero y no los méritos, el que quieren
imponernos? ¿O la oportunidad de votar
para elegir a millonarios que serán cada vez más millonarios a costa de que sus
electores sean cada vez más pobres?
Entre
los “beneficios” que desean para nuestro
pueblo, ¿Se encontrará el muchas veces anunciado de privatizar la medicina,
para que esta vuelva a convertirse en una mercancia y los enfermos en clientes?
¿O la privatización de la educación
para regresar al analfabetismo y
la incultura?
Entre
los “valores” que nos proponen, ¿estará el de cambiar nuestro espíritu
solidario y humano de tener miles de médicos en más de 60 países para salvar
vidas, curar males y prevenir enfermedades, y asumir, como lo ha hecho Estados Unidos, el
envío de soldados para matar, pisotear derechos y arrebatar las riquezas de
otros pueblos?
La visita de Obama a Cuba será dentro de un mes. Los cubanos, como
se ha anunciado, lo recibiremos con la hospitalidad que nos caracteriza. El
tendrá la oportunidad de conocernos de cerca. Y nosotros la de conocer con
mayor precisión su prédica- que la considero valiente- y su disposición para
convertirla en acciones, lo que requerirá voluntad y valentía multiplicadas.
Muchos analistas –aunque
con criterios parcializados y comprometidos con la política
norteamericana, se aventuran a hacer listas sobre los “gestos” que debe tener
Cuba para llegar a la normalización de relaciones con Estados Unidos. Pienso
que esos “gestos” en el sentido que los mencionan, deben hacerlos, en primer
lugar, los agresores, no los agredidos. A nosotros no corresponde- y nuestro
gobierno lo está haciendo- la disposición de discutir cualquier tema, pero de
igual a igual, sin menoscabo de nuestra independencia y mucho menos de los
principios que nos sostienen. Y nos seguirán sosteniendo.
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