domingo, 19 de abril de 2015

Playa Girón: el día de la victoria


.Orlando Guevara Núñez

El mes de abril es un alto símbolo en la historia de combate y de victoria de la Revolución cubana. El 15 de ese mes, en 1961, fueron bombardeados los aeropuertos de Ciudad Libertad, San Antonio de los Baños y Santiago de Cuba, con el saldo de siete muertos y decenas de heridos.
Al día siguiente, en el entierro de las víctimas, Fidel proclamó el carácter socialista de la Revolución y el pueblo, con los fusiles alto, salió a defender esas ideas a costa de su propia vida.
Por ese hecho el 16 de abril se conmemora la fundación del Partido Comunista de Cuba y se celebra el Día del Miliciano.
En la mañana del 17, se produjo la invasión mercenaria, contra la cual, desde el primer momento, lucharon los combatientes cubanos, derrotándola en menos de 72 horas.
El 19 de abril de 1961 fue un día de indescriptible júbilo para los cubanos. Ese día,  a las 5:30 de la tarde –  fue tomado el último reducto enemigo durante la invasión mercenaria de Playa Girón. Rotunda victoria del pueblo agredido; aplastante y bochornosa derrota para los agresores, la CIA y el gobierno imperialista de los Estados Unidos. El parte oficial Nro. 4, del Comandante en Jefe Fidel Castro, ofrecido al día siguiente, así lo informaba.
Las imágenes de la victoria recorrieron el mundo entero. Era el pueblo miliciano, obrero y campesino que había salvado su suelo de las botas imperiales. Se había hecho trizas  el propósito de los Estados Unidos de intervenir militarmente en Cuba.  Las imágenes de la derrota fueron conocidas también: mercenarios prisioneros, desmoralizados; esbirros y asesinos, latifundistas y otros explotadores, con la amargura de ver escapar la oportunidad de regresar a Cuba al capitalismo salvaje que el pueblo había decidido cambiar para siempre por el socialismo.
La primera reacción de la CIA fue tratar de ocultar la verdad sobre la agresión, haciéndola aparecer como una operación de apoyo a las bandas alzadas. Pero la mentira duró muy poco tiempo. El propio presidente de los Estados Unidos tuvo que reconocer la paternidad de la agresión.
Estábamos ante un hecho de trascendencia histórica mucho más allá de las fronteras cubanas. Se había producido la primera derrota militar del imperialismo norteamericano en América.
Las armas enemigas nada pudieron frente a la moral, el patriotismo y la valentía de los cubanos.
Algunos datos demuestran el descalabro de los invasores: fueron muertos 89 y hechos  prisioneros  1 197; un total de 12 aviones B-26 fueron derribados; los cinco tanques Sherman,  arrebatados al enemigo; un inmenso arsenal de armas modernas ocupadas. Algunos mercenarios habían reembarcado, huyendo de forma desorganizada. Se comprobó una vez más que el mercenario pelea hasta donde vea en peligro su vida.
Después, las presentaciones públicas, televisadas, de los mercenarios. Sus declaraciones de que vinieron “embarcados” o sea, engañados; otros, como cocineros; tres falsos sacerdotes invocaron a Dios para santificar el crimen. Connotados criminales durante la tiranía, enfrentaban ahora la justicia revolucionaria, la justicia del pueblo.
Muchos de los mercenarios se asombraron ante la presencia de Fidel en las comparecencias televisivas. Ellos, desde el mismo momento del desembarco, llegaron matando. Ahora, el propio Fidel les preguntaba cómo habían sido tratados luego de ser prisioneros. Ninguno pudo hablar de maltrato, ni de vejaciones. Los heridos habían sido curados, todos estaban bien atendidos. La ética que se había forjado en las Fuerzas Armadas Revolucionarias cubanas desde el mismo inicio de la lucha, se prolongaba ahora ante un enemigo criminal que venía a destruir a la Revolución, había segado la vida de 157 cubanos y herido a centenares.
La agresión imperialista demostró también que Cuba no estaba sola. En muchos países hermanos de América Latina, cientos de manifestantes se lanzaron a las calles en defensa del país agredido. Hubo decenas de heridos, detenidos, y en algunos casos, muertos que el pueblo cubano suma hoy a sus muertos gloriosos.
Muchos expresaron su deseo de venir a combatir, a defender a Cuba. En Europa,  los Estados Unidos y Asia, también la solidaridad se puso de manifiesto.
Las agresiones imperiales, hasta hoy, no han cesado. Han pasado de un gobierno a otro, se han recrudecido bajo otras formas, pero están ahí, sin que haya cambiado en nada el objetivo de destruir a la Revolución cubana.
Los cubanos, sin embargo, hemos resistido y continuaremos resistiendo, convencidos de que como en Playa Girón, la victoria será siempre de nuestro pueblo.
Las recientes conversaciones entre Cuba y Estados, con el propósito de reiniciar relaciones diplomáticas, abren una esperanza de normalización, sobre la base del mutuo respeto. Pero el bloqueo está intacto, como lo están las leyes de Ajuste Cuba, la Helms-Burton, la Torricelli. Ahí está el oprobio de la Base Naval de Guantánamo.
Ahora somos mucho más fuertes. Nuestra fortaleza y nuestra unidad nos hacen invencibles, aunque las mentiras sigan siendo un arma utilizada sin escrúpulos contra la Revolución. Cuba continuará siendo lo que ha sido en este más de medio siglo de constante batallar: un ejemplo de la capacidad de los pueblos, por pequeños que sean, para defender su dignidad, su decoro, su independencia y su derecho a escoger su propio destino. Esa fue una hermosa lección de la victoria de Playa Girón.



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