.Orlando Guevara Núñez
La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la
obra de la vida. Truècase en polvo el cráneo pensador, pero viven perpetuamente
y fructifican las ideas que en él se elaboraron. Con este pensamiento martiano evocamos este 16 de
enero la vida y obra del luchador revolucionario cubano Rubèn Martínez Villena,
fallecido en esa fecha de 1934.
Había nacido en Alquìzar, La
Habana, el 20 de diciembre de 1899, apenas un
año después de una de las frustraciones políticas más traumatizantes
para el pueblo cubano: la intervención norteamericana en Cuba, mediante la cual
nuestro país pasó, de colonia de España, a neocolonia de los Estados Unidos.
De sus padres y maestros se nutrió
su educación patriótica desde niño. Pero sus profundas convicciones
de revolucionario, de comunista, latinoamericanista, internacionalista y
antiimperialista, tuvieron su crisol en la lucha.
Rubèn Martínez Villena estudió con profundidad el pensamiento martiano
y comenzó sus luchas tratando de que Cuba fuera como la había concebido y quería
para ella nuestro Héroe Nacional. El ideario martiano tuvo en él no sólo a un
admirador, sino a un luchador para materializarlo.
Al estudiar el pasado histórico
cubano, el joven Villena comprendió con celeridad los grandes males que
aquejaban a la nación. Y en su afán de erradicarlos, evolucionó no sólo en las vías
para lograrlo, sino también en los grandes objetivos políticos, económicos y
sociales que irían a la raíz de los problemas.
A los valores del pensamiento
martiano, se unen en Villena las enseñanzas de Carlos Baliño y las de Julio
Antonio Mella, a quien había conocido en 1923. Cada paso político radicaliza su formación como
dirigente, como pensador y como luchador activo.
La Protesta de los Trece, está
reconocida como su primera acción política de envergadura, que marcó la
aparición en la historia cubana de una nueva generación de intelectuales con
ideas revolucionarias. Su protagonismo en organizaciones como Falange de Acción
Cubana, el Grupo Minorista y el Movimiento de Veteranos y Patriotas, formaron
parte de su desarrollo.
Pero es su encuentro con
Julio Antonio Mella, fundador del Partido Comunista de Cuba, un factor decisivo
que convierte a Villena en un dirigente de talla superior. Hasta ese momento,
sus luchas se circunscribían a objetivos limitados, que adquieren mayor dimensión
cuando Mella le enseña que los problemas del país requerían de una revolución económica,
política y social, antiimperialista y de los trabajadores.
Un reflejo de esa evolución
es cuando en 1924 escribe en la revista Venezuela Libre, órgano de la Liga
Antiimperialista, dirigida por Mella,
que la publicación no solo tiene el fin de luchar desde la tierra de
Martì por devolver a la civilización y la democracia a la tierra de Bolívar,
sino librar de obstáculos el camino a una gran confederación indo latina que
proteja a estos pueblos contra el poder absorbente del imperialismo yanqui.
Se lamenta de la desunión y
el servilismo en América Latina y cifra en la unidad y la lucha las esperanzas
de redención.
A través de Mella, estudia
textos de contenido marxista-leninista, entre ellos El imperialismo, fase
superior del capitalismo; El Estado y la Revolución y el Manifiesto Comunista.
En ese quehacer Villena se pertrecha de concepciones más profundas acerca de la
lucha y concluye que es inevitable la necesidad de romper la dependencia
neocolonial cubana respecto a los Estados Unidos y dirigir la lucha hacia el
derrocamiento del capitalismo y la construcción del socialismo.
En septiembre de 1927 Rubèn Martínez
Villena ingresa al Partido Comunista de Cuba. En 1930, redacta un Manifiesto
del Comité Central de esa organización, donde se expone con claridad una línea
de acción: Despertar a las masas obreras y campesinas e ir al frente de ellas a
la Revolución obrera y campesina, contra la dictadura machadista y contra su
amo, el imperialismo yanqui.
Como objetivo se traza
el derribamiento del régimen capitalista
y la instauración de la dictadura del proletariado para expropiar a los
expropiadores y para edificar la sociedad socialista en que no existan ni
explotados ni explotadores, sino solo productores, organizados en fraternal
cooperación con los productores de otros países.
En 1930, la salud del joven
revolucionario se había quebrantado de una forma irreversible, como
consecuencia de una tuberculosis. Así, luego de la gran huelga de marzo de ese
año y la organización de las disímiles tareas bajo su dirección, marchó hacia
la entonces Unión Soviética, donde fue recluido en un sanatorio. Aún en esas
condiciones, no dejó de trabajar. De una larga estancia en ese país, partió
hacia los Estados Unidos, donde estableció rápido contacto con los emigrados
revolucionarios cubanos y el Partido Comunista estadounidense, a la vez que escribió
numerosos artículos a favor de la lucha cubana.
De regreso a Cuba, desde su
lecho de enfermo continuó dirigiendo la huelga general que en 1933 derrocó al
tirano proimperialista Gerardo Machado. Y aún moribundo, continuaba hablando de
la lucha.
En la madrugada del 16 de
enero de 1934, en La Habana, dejó de latir el corazón de Rubèn Martínez
Villena, el dirigente comunista, abogado, poeta, periodista y combatiente, en
plena juventud.
Hoy puede decirse que las
ideas de este ejemplar revolucionario y luchador comunista, están
materializadas en la obra de la Revolución cubana.
En su Mensaje lírico civil, poema dedicado a su amigo, el poeta peruano José
Torres Vidaurre (en 1923) Villena expresa con indignación y pesar que Hace
falta una carga para matar bribones/ para acabar la obra de las revoluciones/
para vengar los muertos que padecen ultraje/ para limpiar la costra tenaz del
coloniaje. Para que la República se mantenga de si/ para cumplir el sueño de
mármol de Martì (…)
Evocando esas aspiraciones de
Rubèn y demostrando la continuidad de la lucha del pueblo cubano por su
independencia, el Comandante en Jefe Fidel Castro expresó en Santiago de Cuba,
en un discurso conmemorativo por un aniversario del asalto al Cuartel Moncada: Desde aquí te decimos, Rubèn: ¡el 26 de
Julio fue la carga que tú pedías! Y esa carga sigue en marcha.
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