El juicio más importante de la historia cubana
.Orlando Guevara Núñez
El juicio de la Causa 37, por el asalto a los cuarteles Moncada y
Carlos Manuel de Céspedes, comenzó el 21 de septiembre de 1953. El doctor Adolfo Nieto Piñeiro-Osorio,
presidente del tribunal, sentenciaría: “A mi juicio, el proceso por los hechos
del cuartel Moncada es el de mayor importancia y trascendencia de los
realizados desde que surgió la República”. Otros magistrados hablarían en
iguales términos.
Una
interrogante sobre esa aseveración, la
hice en una entrevista al doctor
Baudilio Castellanos…. Abogado defensor
de un grupo de asaltantes moncadistas. Y he aquí la respuesta:
´Todos
los que de un modo u otro participamos en el proceso por el asalto al Cuartel
Moncada – y como tal se calificó desde entonces - comprendíamos que nos encontrábamos ante el
juicio más importante de la historia de la República, no solo porque entre los
acusados, testigos y peritos se movilizaban más de trescientas personas, habían
perdido la vida más de noventa cubanos y se presentaban a juicio más de cien
encartados que exigían la asistencia de más de 20 abogados, sino porque al
calor del dramatismo de los hechos y de la audacia de la acción, no era difícil
intuir que el Moncada ofrecía al pueblo cubano la única salida para derrotar a
la dictadura, y el liderazgo para conducir a la nación al disfrute de la
libertad y a la lucha por un destino superior´.
Yo
asumí la defensa de 48 acusados en este proceso. De los 32
sancionados
en la causa 37, representé a 24’.
Desde
el punto de vista numérico, en la Causa 37 estuvieron encartados 132 acusados,
de quienes 109 comparecieron. Asaltantes Moncadistas eran 50, pero siete no
habían sido detenidos y tres habían sido asesinados: Abel Santamaría-segundo
jefe de la acción-, Marcos Martí y Víctor Escalona.
En
su desconcierto, la tiranía batistiana incluyó como acusados a 59 personas,
entre ellas a dirigentes de partidos de oposición, sin relación alguna con los
hechos juzgados. El propio Fidel pidió para ellos la libertad al final concedida.
Sumados
los testigos, peritos y acusados, la cifra de involucrados ascendió a 303
personas. Participaron también 28 abogados, entre ellos el principal acusado,
Fidel Castro Ruz.
En
cuanto a los asaltantes, fueron juzgados y condenados 32 y juzgados y absueltos
por falta de pruebas 17, mientras que 48 no fueron ni apresados ni juzgados.
Una de las connotaciones del juicio fue la pérdida de vidas
humanas. Entre los revolucionarios hubo 61 muertos, de ellos sólo 6 caídos en
combate y 55 asesinados. Las fuerzas de la tiranía sufrieron 50 bajas, entre
ellas 19 muertos y 31 heridos.
Las sanciones impuestas a los Moncadistas fueron repartidas de la
forma siguiente: Fidel Castro Ruz, 15 años de privación de libertad; 4
recibieron condenas de 13 años, entre ellos Raúl Castro Ruz; 22 fueron
condenados a 10 años; 3 a 3 años, y dos, las heroínas Haydée Santamaría y Melba
Hernández, sancionadas a 7 meses de encierro.
Un hecho de gran
importancia histórica surgió durante ese juicio: el nacimiento de José Martí
como Autor Intelectual del asalto al cuartel Moncada. Fue cuando uno de los
acusados que no tenía nada que ver con la acción, el abogado Ramiro Arango
Alsina, quien ejercía su propia defensa, le preguntó a Fidel: ¿Pertenezco yo a
es movimiento? La respuesta fue que no.
¿Entonces, no he sido autor intelectual de esta Revolución? Y he aquí la respuesta de Fidel: ‘Nadie debe
preocuparse de que lo acusen de ser autor intelectual de la Revolución, porque
el único autor intelectual del asalto al Moncada es José Martí, el Apóstol de
nuestra independencia’.
Pero Fidel sería juzgado y condenado el 16 de octubre de ese año.
En esa ocasión, convertido en su propio defensor, denunciaría ante el tribunal:
” Vosotros
habéis calificado este juicio públicamente como el más trascendental de la
historia republicana, y si así lo habéis creído sinceramente, no debisteis
permitir que os lo mancharan con un fardo de burlas a vuestra autoridad”.
Todo el
proceso estuvo signado por las ilegalidades, por las violaciones de las leyes,
por las arbitrariedades que, casi sin excepción, fueron acatadas por quienes
debían impartir justicia, pero que su verdadero papel consistía en la
obligación de condenar a los revolucionarios y apañar a los criminales.
Una a una, Fidel denunció
esas irregularidades. La incomunicación total del acusado, incluso hasta en las
primeras vistas del juicio; la ilegal sustracción del juicio, incluyendo la
mentira de que estaba enfermo y el intento de asesinato a través del
envenenamiento y el pretexto de intento de fuga; como abogado, no pudo Fidel
revisar el sumario; al final el juicio se hizo fuera del Palacio de Justicia,
en una salita del hospital civil, con un reducido número de periodistas,
amordazados por la censura, y sin participación pública, con el objetivo de
silenciar las razones allí expuestas por el acusado; fue un juicio custodiado
por soldados con amenazantes bayonetas.
Pero nada amilanó a Fidel. En su alegato
destruyó las mentiras y calumnias de los representantes de la tiranía; denunció
los crímenes y torturas contra los asaltantes; puso al desnudo la
inconstitucionalidad del gobierno batistiano y argumentó el derecho del pueblo
a rebelarse contra ese oprobio.
Con
claridad, Fidel expuso los males políticos, económicos y sociales que padecía
el país, a la vez que enumeró las principales medidas que adoptaría la
revolución triunfante, con definidos objetivos conocidos más tarde como El
Programa del Moncada, sobre cumplido en los primeros años del triunfo.
Terminado
el acto de auto defensa de Fidel, vino la sentencia, prefabricada por la
tiranía y sus cómplices. La petición fiscal fue breve. Se pedía para el joven
revolucionario la pena de 26 años de cárcel.
Así
definiría la periodista Marta Rojas aquel dramático momento:
“La
deliberación del tribunal, instalado en la salita del hospital civil, duró unos
minutos solamente, Los magistrados y el fiscal hablaron entre sí en voz baja,
más bien parecía que murmuraban, hasta pronunciar la sentencia:
-Acusado doctor Fidel Castro Ruz, tenga la bondad de
ponerse de pie. Fidel se incorporó y escuchó erguido y sereno estas palabras:
-De
acuerdo con la solicitud del señor fiscal este tribunal le ha impuesto 15 años
de prisión… ha concluido el juicio”.
Los
esbirros y criminales, los políticos corruptos, creyeron que ese era el
sepulcro de la revolución. Pensaron que encerrando a personas, encerrarían
ideas. Pero se equivocaron.
A la prisión,
concluida el 15 de mayo por una amnistía fruto de la presión popular, le siguió
el exilio en México, la expedición del yate Granma, la lucha guerrillera en la
Sierra Maestra y clandestina en llanos y ciudades. Hasta la victoria
revolucionario del 1ro. de enero de 1959.
Hoy,
a 71 años de aquel histórico juicio,
adquieren mayor dimensión las palabras con las que cerró Fidel su histórico alegato
del 16 de octubre La historia me absolverá.
Porque sus ideas rompieron el aislamiento, se extendieron por el país, se
hicieron fuerza de pueblo, trascendieron fronteras y se inscriben ahora en las
banderas de lucha de millones de personas que luchan en disímiles
latitudes, con la inconmovible certeza
de que un mundo mejor es posible.