.Orlando Guevara Núñez
El imperio yanqui no solo ha hecho todo lo posible por destruir la
Revolución cubana, sino que hizo turbias maniobras para evitar que
naciera. O para que viniera al mundo mediatizada y domesticada.
Un interesante intercambio de misivas entre el héroe de la lucha
clandestina, Frank País García y el máximo jefe insurrecto, Fidel
Castro, avala esta afirmación
En carta a Fidel, el 20 de julio de 1957, Frank le informa sobre una
conversación suya con el cónsul de Estados Unidos en Santiago de Cuba.
“Nos dijo abiertamente que el gobierno norteamericano había cambiado su
política para con Batista, que nos miraba con simpatía y que si
llegáramos al poder en cualquier forma nos apoyarían y reconocerían
inmediatamente. Sus recelos son de que no podamos controlar solo el
poder, siguió diciendo (la conversación duró dos horas y media) que el
gobierno americano no tiene inconvenientes en reconocer gobiernos
puramente nacionalistas, inclusive que no veían con malos ojos que
nacionalizaran todas las americanas y que se revisaran los tratados
comerciales pero con tal de que seamos efectiva y únicamente. Noté que
le tiene pánico a que detrás de nosotros se muevan los comunistas”.
“Ahora- continúa Frank- viene lo inaudito. Nos aconsejó que apretáramos
el sabotaje y nos dijo que si hacíamos un sabotaje importante, un
sabotaje como el de la luz de La Habana, y una acción como la del 30 en
dos o tres ciudades, él creía que se caía el régimen”.(…)
Es evidente que desde esa fecha, el representante yanqui tenía la
percepción de que el Ejército Rebelde triunfaría sobre la tiranía Y
estimó conveniente prepararse para ese momento.
Al día siguiente, Fidel escribe a Frank. Y sobre una posible visita de
un funcionario norteamericano a la Sierra Maestra, deja bien clara su
posición de principios y capacidad de vislumbrar el futuro.
“No veo por qué hayamos de poner la menor objeción. Podemos recibir aquí
cualquier diplomático americano, como recibiríamos un diplomático
mexicano o de cualquier otro país democrático. Eso es un reconocimiento
de beligerancia y por lo tanto una victoria más contra la tiranía. No
debemos temer esa visita si tenemos la seguridad de que en toda
circunstancia sabremos mantener en alto el pendón de la dignidad y de la
soberanía nacional”.
Y su consideraciones son diáfanas, para que nadie albergara dudas. ¿Que
nos hacen exigencias? Las rechazamos. ¿Que desean conocer nuestras
opiniones? Las exponemos sin temor alguno. ¿Que desean estrechar los
lazos de amistad con la democracia triunfante en Cuba? ¡
Magnífico! Eso es síntoma de que se reconoce el desenlace final de esta
lucha. ¿Que nos proponen una mediación amistosa? Respondemos que no hay
mediación honrosa, ni mediación patriótica, ni mediación posible en esta
lucha. Y eso no hay que decirlo, ya está dicho en el Manifiesto de la
Sierra Maestra”.
Ambas misivas, reseñadas en el libro Lucharemos hasta el final,
cronología 1957, del autor Rolando Dávila Rodríguez, son aleccionadoras y
útiles para la historia revolucionaria cubana.
Pero las maniobras mediadoras- léase intervencionistas yanquis no
cesaron, aunque con un cambio de ropaje. Así, el 9 de diciembre de 1958,
un funcionario norteamericano, con la aprobación de Eisenhower, le
pidió a Batista que renunciara y diera paso a una Junta Militar, que
impidiera el triunfo del Ejército Rebelde.
Ese mismo día Fidel, en respuesta a una información de la revista
norteamericana Times en la cual se expresaba la posibilidad de que los
Estados Unidos intervinieran en los asuntos cubanos, a través de la OEA,
dejaría bien clara su postura:
(…)”De ninguna manera aceptaremos ningún tipo de intervención en este
conflicto (…) No aceptaremos nada que no sea la rendición incondicional
de Batista y Columbia. Todo el que permanezca al lado de la dictadura,
tendrá que rendirse. Ese es un problema que no hay ni que preocuparse.
El que venga a intervenir tendrá que entrar peleando (…)
El 17 de ese mismo mes, el embajador de Estados Unidos en Cuba, Earl
Smith, le comunicaba al dictador que su gobierno le retiraba el apoyo
y sugería la conveniencia de su renuncia e inmediata salida del país.
En realidad habían previsto que la victoria revolucionaria era un hecho
inminente y se esforzaban para evitarlo. Fidel, al mismo tiempo,
desbarataba las maniobras externas e internas. Hasta que el primer día
de enero de 1959, emergió triunfante la Revolución cubana, que defendió
su derecho de nacer y continúa defendiendo el de seguir viviendo, pese a
las cada vez más brutales agresiones norteamericanas.
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