Orlando Guevaara Núñez
Estas hermosas y aleccionadoras palabras las escribió José Martí a la niña que adoraba como hija suya: María Mantilla Está firmada en Cabo Haitiano, el 9 de abril de 1895. En la paternal misiva, Martí se está refiriendo a la modestia, a la humildad, a las virtudes morales como lo esencial, por encima de las apariencias, sobre todo en el vestir.
Por eso dice: “Es como la elegancia, mi María, que está en el buen gusto y no en
el costo. La elegancia del vestido- la grande y verdadera- está en la altivez y fortaleza del alma. Un alma honrada, inteligente y libre, da al cuerpo más elegancia, y más poderío a la mujer que las modas más ricas de las tiendas. Mucha tienda, poca alma”
Y a continuación escribe lo aparecido en este título.
Pero sigue los consejos a su idolatrada niña: “Quien siente su belleza, la belleza interior, no busca afuera belleza prestada: se sabe hermosa, y le belleza echa luz. Procurará mostrarse alegre, y agradable a los ojos porque es deber humano causar placer en vez de pena, y quien conoce la belleza la respeta y cuida en los demás y en sí”
A continuación de esas palabras, otro ilustrador consejo ofrece Martí a María Mantilla: “Pero no pondrá en un jarrón de China un jazmín: pondrá el jazmín, solo y ligero, en un cristal de agua clara. Esa es la elegancia verdadera: que el vaso no sea más que la flor”
La ternura de Martí se desborda en otras hermosas palabras a su María: “Pasa, callada, por entre la gente vanidosa. Tu alma es tu seda. (…) Deja a otras el mundo frívolo: tú vales más. Sonríe y pasa”.
Esta carta la escribe Martí dos días antes de desembarcar en Cuba, junto a Máximo Gómez, por Playita de Cajobabo. Por eso habla de la posibilidad de una separación definitiva: “Y si no me vuelves a ver, haz como el chiquitín cuando el entierro de Frank Sorzano: pon un libro, el libro que te pido, sobre la sepultura. O sobre tu pecho, porque ahí estaré yo si muero donde no lo sepan los hombres. Trabaja. Un beso. Y espérame.
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