.Orlando Guevara Núñez
La prédica martiana sobre la utilidad de la virtud, tiene raíces en la conciencia cubana. No es casualidad que la Sociedad Cultural José Martí, confiera un estímulo con ese nombre a quienes se destaquen en la labor de difundir la obra de nuestro Héroe Nacional.
Casual no es tampoco que Martí haya utilizado ese concepto en una de sus obras poéticas de más infinito amor: Ismaelillo, dedicada a su hijo. La brevedad de la dedicación, invita a su reproducción íntegra:
“Hijo: Espantado de todo, me refugio en ti. Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud, y en ti. Si alguien te dice que estas páginas se parecen a otras páginas, diles que te amo demasiado para profanarte así. Tal como aquí te pinto, tal te han visto mis ojos. Con esos arreos de gala te me has aparecido. Cuando he cesado de verte en una forma, he cesado de pintarte. Esos riachuelos han pasado por mi corazón. ¡Lleguen al tuyo!”
Ismaelillo, fue publicado en Nueva York, en 1892. Martí expresa en poesía no solo el sentimiento de amor por su hijo José, sino el deseo de lo que él sea llegado a hombre: persona de bien.
Muchos conocemos los poemas contenidos en ese volumen, entre otros, Príncipe enano, Mi caballero, Mi reyecillo… hasta llegar a quince.
Por eso, en Mi caballero, hemos podido palpar el amor inmenso: ¡Qué suave espuela/ sus dos pies frescos!/ ¡Cómo reía mi jinetuelo! Y yo besaba sus pies pequeños/ ¡Dos pies que caben/ en solo un beso!
Un tesoro legado a los cubanos de todas las edades.
Y en Mi reyecillo, uniendo al amor la virtud, le dice Martí al hijo: Mas si amar piensas/ El amarillo rey de los
hombres, ¡Muere conmigo!/ ¿Vivir
impuro? ¡No vivas, hijo!
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