lunes, 12 de abril de 2021

El PURSC, ¡Un Partido fuerte y grande!


 .Orlando Guevara Núñez

Hace poco tiempo, hice un recorrido por varios lugares de la actual provincia de Granma, donde  más de  cinco décadas  atrás se inició la construcción del Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba, en una Región entonces nombrada Cauto-Bayamo-Jiguaní.

   Estuve en Río Cauto, Cauto Embarcadero, Cauto del Paso, Santa Rita, Jiguaní y en la propia Ciudad Monumento. ¡Cómo ha cambiado todo!  Nuevas industrias, centros hospitalarios y de servicios; carreteras sustituyendo intransitables caminos; majestuosos edificios, muchos de ellos residenciales.  La obra que el naciente Partido predicó en aquellos años, dejó de ser una aspiración para convertirse en realidad palpable, aunque se continúa trabajando con tesón para hacerla cada día más grande.

   Pasé también frente a los lugares donde fueron constituidos los  primeros Núcleos del Partido. Muchos nombres e imágenes de militantes acudieron a mi mente. Supe de la desaparición física de muchos de ellos y a la distancia les dediqué un recuerdo con profundo sentimiento, posible sólo entre personas a quienes alguna vez un ideal los unió en pos de una causa  justa.

   Conocí que hoy existen en lo que fue aquella Región, muchos centros cuyas organizaciones de base del Partido tienen un número de militantes que sobrepasa con creces la cifra de los que tenían muchos de los comités municipales al constituirse.

   El Partido se ha multiplicado decenas y  cientos de veces. Jóvenes que ni siquiera habían nacido en la época que recoge este trabajo testimonial, militan hoy en las filas del Partido Comunista de Cuba y de la Unión de Jóvenes Comunistas, cargando sobre sus hombros grandes responsabilidades en una provincia donde la historia ha continuado su marcha ascendente y cada día se responde al     llamado perenne de nuestro glorioso Himno Nacional cuando exhorta a los bayameses al combate.

   Estuve en la sede del Comité Provincial del Partido. Ninguno de los compañeros que iniciaron  la construcción del PURSC trabaja allí. No me atreví a preguntar por algunos, sobre todo por los de más edad. Supe, eso sí, que todos los compañeros de aquella lejana epopeya, los que ayudaron al Partido a nacer y dar sus primeros pasos - y ellos los dieron junto al Partido - ocupan el puesto más digno al cual puede aspirar un comunista: el de soldado inclaudicable de la Revolución. Algunos no están en las filas del Partido. Cometieron errores, pero no traicionaron a la organización y sé que sienten cariño y respeto por ella. A ellos pertenece también la obra construida.

   Recordé las interminables jornadas de trabajo, la austeridad ejemplar de los compañeros de las Comisiones. Y admiré de nuevo el         tesón de los militantes y aspirantes que en aquellos días convulsos ingresaron al Partido, a un Partido que sólo les ofrecía una cosa: sacrificio y lucha para hacer avanzar y para defender a la Revolución.

   Muchos de quienes militan hoy en nuestro Partido, fueron niños cuyos padres no pudieron darles todo el calor de hogar en sus primeros años. La  visita a un parque, un paseo, un cumpleaños, quedaron muchas veces truncos. El amor de los comunistas a sus seres queridos pasaba por el sacrificio de su vida. Para los comunistas verdaderos, siempre ha sido así. Muchos revolucionarios no militantes, también actuaron  de esa manera.

   Experimenté ese sentimiento durante mi recorrido, sobre todo recordando a padres que orgullosos hablaban de sus pequeños hijos y mostraban sus retratos, aunque éstos tal vez no supieron nunca del dolor acompañante de muchos besos de bienvenida o despedida mientras ellos dormían.

   Ahora vivimos una época distinta. Creo que la mayor diferencia es que al inicio no teníamos aún una obra que defender y ahora la tenemos. La tarea de hoy, por lo tanto, es más compleja y exige no menos sacrificio. Pero hay más tiempo para dedicarlo a la familia, no por mayor sensibilidad, sino porque lo construido hasta aquí lo permite.

   Supe que muchos compañeros permanecieron varios años como cuadros del Partido. Para otros, ese período fue corto. No recuerdo ningún caso de traumatismo al momento de los cambios. Todos llegamos al Partido convencidos de que ese cargo no pertenecía individualmente a nadie. Pensar de otra forma, hubiese significado actuar en contra de lo que predicábamos.

   Confieso que sentí cierta nostalgia y unos deseos inmensos de ver juntos de nuevo a los compañeros que integramos las comisiones y a los comunistas surgidos de aquel primer proceso. Ya no es posible, porque muchos han fallecido y el resto viven dispersos, lejanos unos de otros.  Pero hubo una razón más profunda para compensar esa nostalgia: el saber que en este territorio, el Partido es ahora inmensamente superior en número, en capacidad, en prestigio y en su arraigo entre las masas.

   Al terminar estas notas, reconozco como ciertas algunas de las preocupaciones antes de escribirlas. Muchos compañeros podrían ofrecer testimonios muy valiosos y experiencias muy importantes, aquí no recogidas. Ojalá  los puedan tener en cuenta los historiadores.

   Ejerzo mi derecho a una reiteración: lo que aquí hemos plasmado, son sólo apuntes. La historia del Partido en este entrañable territorio, está aún por escribir. Algún día los comunistas de aquí, y el pueblo, gracias al paciente y calificado esfuerzo de sus historiadores, conocerán en todos sus detalles esa historia que hoy se continúa forjando bajo nuevas condiciones, pero con igual firmeza  que al inicio.

   Y si de algo vivimos y viviremos  siempre orgullosos todos es de  que a aquel Partido, ahora con más propiedad, podemos llamarlo COMUNISTA y admirarlo como siempre quisimos y trabajamos para que lo fuera: ¡UN PARTIDO FUERTE Y GRANDE!

 

 

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