.Orlando Guevara Núñez
Fue en un artículo titulado La verdad sobre los Estados Unidos, que
vertió Martí ese concepto. Ese trabajo
fue publicado en el periódico Patria, el
23 de marzo de 1894. Y comienza
afirmando: “Es preciso que se sepa en nuestra América la verdad de los Estados
Unidos” agrega que lo bueno no se ha de
desamar solo porque no sea nuestro.
Aclara que ni se debe
exagerar su falta de propósito, por el prurito de negarles toda virtud, ni
esconder sus faltas, o pregonarlas como virtudes. Calificó de “ignorancia y
ligereza infantil y punible hablar de
los Estados Unidos y de las conquistas reales o
aparentes de una comarca suya o grupo de ellas,
como de una nación total e igual, de libertad unánime y de conquistas
definitivas, semejantes Estados Unidos son una ilusión o una superchería”.
Señala que de las covachas
de Dakota y la nación que por ese territorio se va alzando bárbara y viril, hay
otro mundo al Este, ciudades arrellanadas, privilegiadas, encastadas, sensuales
e injustas.
Se refiere al excesivo amor
en algunos, “como expresión del deseo
explicable e imprudente de un progreso vivaz y fogoso, sin ver que las
ideas, como los árboles, han de venir de larga raíz y ser de suelo afín para
que puedan prosperar. Afirma que al
recién nacido no se le da la sazón de madurez con colgarle bigotes y patilla de
adultos. Monstruos se crean así, y no pueblos”.
Habla sobre la miseria,
sobre la brutalidad de la riqueza, sobre las diferencias entre las personas.
Reitera la conveniencia para América de conocer la verdad de los Estados
Unidos, con el fin de que la fe excesiva
en la virtud ajena no nos debilite, en la época de la fundación, con la
desconfianza inmotivada y funesta de lo propio.
Testifica sobre la realidad
de que en Estados Unidos, en vez de apretarse las causas de unión, se
aflojan; en vez de resolverse los
problemas de la humanidad, se reproducen; en vez de amalgamarse en la política
nacional las localidades, la dividen y
la enconan; en vez de robustecerse la democracia y salvarse del odio y miseria
de las monarquías, se corrompe y aminora la democracia, y renacen, amenazantes, el odio y la miseria.
Sobre esa situación, alega
Martí que no cumple con su deber quien
lo calla, sino quien lo dice. Ni cumple con el deber de hombre de conocer
la verdad y esparcirla. Señala el deber de los hijos de América de impedir que
caigan nuestros pueblos en la servidumbre inmoral y enervante de una
civilización dañada y ajena.
Reconoce que Estados Unidos,
desde su independencia, ha descendido en lo humano y lo viril, aspectos en los
que es hoy superior la realidad hispanoamericana.
Luego de todas estas
reflexiones, Martí señala lo inobjetable
de dos verdades, “útiles para nuestra América”: el carácter crudo, desigual y
decadente de los Estados Unidos y la existencia en ellos, continua, de todas las violencias, discordias,
inmoralidades, y desórdenes de que se culpa a los pueblos hispanoamericanos.
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