.Orlando Guevara Núñez
A escala universal hay una guerra abierta del capitalismo
contra todo cuanto sea – o incluso a cuanto se parezca- al socialismo, a
Revolución, o simplemente a las reformas que favorezcan los intereses de los
pueblos. Guerra de rapiña, de despojo.
A esa misma escala, los ricos se unen contra los pobres.
No reconocen fronteras, ni idiomas, ni nacionalidades. Donde quiera que haya
recursos, allí estarán en nefasto haz las manos
extranjeras, dispuestas al estrangulamiento para apoderarse de éstos.
A la cabeza de estos saqueadores está el gobierno de los
Estados Unidos, la potencia más agresora que ha conocido la historia de la
humanidad. En nombre de la democracia, de la libertad y de los derechos
humanos, cometen los más atroces crímenes quienes más violan esos principios.
Siempre la mentira como punta de lanza. Siempre
fabricando enemigos como pretexto para sus agresiones. Siempre autoproclamándose defensores de los pueblos
cuyos suelos siembran de terror, de muerte y de miseria.
En el plano militar, bombas y metralla, cuyas principales
víctimas se cuentan entre la población civil. Para el imperio norteamericano,
las guerras son un negocio por la venta de armas y por los recursos que roban a
las naciones agredidas.
En la mayoría de los casos, utilizan como instrumento a
peones internos, a traidores a sus propios pueblos, a quienes fabrican, moldean
a su gusto y pagan. Los métodos son diversos, pero todos con un mismo fin: la
opresión, la contrarrevolución, la
eliminación de todo cuanto se les oponga, de todos quienes se les resistan.
Ahí están los golpes parlamentarios, los fraudes
judiciales, las maniobras como la prisión de Lula, en Brasil, para evitar que
llegara a la presidencia. El golpe de estado en Bolivia. Las calumnias contra
Cristina, en Argentina, que terminaron
en el fracoso. Ahí está la sucia guerra contra la hermana Venezuela. Y está el
apoyo a gobiernos corruptos y asesinos: Brasil, Israel, Colombia, por solo
citar algunos ejemplos.
Ahí está el aventurerismo de sus sanciones económicas y
sus agresiones a los pueblos libres e independientes. Su bloqueo a Cuba, sus
robos descarados al gobierno bolivariano. Y todo con un grado de impunidad que
los estimula a continuar el avasallamiento, aunque éste constituya una
violación de las normas y derechos que rigen las relaciones entre las naciones.
Está comprobado que el imperio ha sido capaz de
internacionalizar su política de crimen y de saqueo. En muchos casos, sus
ilegales acciones reciben la bendición
de otras potencias, principalmente de Europa, Y es que el capitalismo es
uno solo en el mundo. Y solo tiene en cuenta a la ONU cuando se propone
utilizarla para santificar su
bandolerismo.
En el mundo que habitamos, el actual gobierno de los
Estados Unidos es el principal enemigo de la paz, del progreso, incluso del
medio ambiente. O lo que es lo mismo: el principal enemigo de la existencia de
la especie humana.
A su disposición, bajo su mando, están los grandes medios
de comunicación, encargados de fabricar imágenes, distorsionar la verdad,
convertir en cotidiana la mentira, embrutecer mentes. El propio pueblo de los
Estados Unidos es víctima de esa distorsión, donde la ética y la verdad han
cedido paso al desprestigio y la mentira.
En nuestra América, la Revolución cubana ha sido capaz de
resistir y vencer esa cruzada imperial. Lo está haciendo también la heroica
Venezuela. Ambos pueblos han demostrado y continúan demostrando que a un pueblo
en pie de lucha no hay enemigo, por poderoso que sea, capaz de vencerlo.
Algún día, los pueblos todos de esta América nuestra,
sabrán levantarse, elegir su propio destino y crear el mundo mejor que ya saben
posible. Ese destino, no habrá fuerza
capaz de truncarlo.
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