.Orlando Guevara Núñez
El 14 de febrero es un día festivo para todos los
cubanos. Pero el correspondiente al año 1958, fue de dolor y luto para mi
familia. Ese día un tío mío, Miguel Ángel Guevara Sotomayor, fue brutalmente
asesinado por los esbirros de la dictadura batistiana.
Iba tranquilamente hacia la casa. Pasó una patrulla
militar, lo detuvo y saciaron su sed de sangre acribillándolo a balazos. Su
cabeza quedó desbaratada por la metralla.
En el barrio se corrió el comentario que entre los
asesinos estaba Regalón, un guardia de Batista que frecuentaba el lugar, y había
estado entre verdugos que segaron la
vida de varios expedicionarios del
Granma.
Mi padre, hermano de Miguel Ángel, se atrevió a decirle a
Regalón ese criterio, haciéndolo suyo. Y con el mayor cinismo, el esbirro le
dijo que no, que él no había participado, pues esa noche él lo que había hecho
era capar (castrar) a tres.
Miguel Ángel, de 36 años de edad, dejó huérfano a un niño
que, luego del triunfo de la Revolución, fue recogido, asistido y educado por
la gestión de la heroína Celia Sánchez
Manduley.
El asesino Regalón fue juzgado y pagó sus crímenes ante
el paredón de fusilamiento. El es uno de los que muchos igualmente asesinos, y
vende patria traidores, siguen siendo defendidos, acusando a la Revolución por el ajusticiamiento.
Allá en Niquero, escenario del crimen, una modesta tumba
sigue siendo hoy acusador testigo de un pasado que a nuestra Patria no podrá
jamás volver.
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