.Orlando Guevara Núñez
Pensamiento  utilizado  para definir posiciones relacionadas con los
intereses personales y colectivos, es éste. Fue citado por Fidel Castro en su
alegado de auto defensa La historia me
absolverá.
El
pronunciamiento fue hecho  por el Apóstol
 de nuestra independencia el 10 de
octubre de 1890, en  Hardman Hall, Nueva
York, con motivo de conmemorarse el aniversario 22
del inicio de la Guerra de los Diez Años, encabezada en La Demajagua por Carlos
Manuel de Céspedes. El auditorio estaba integrado por emigrados cubanos.
Así lo dijo
Martí:
“El hombre
acude a la fortuna, como el mendigo al sol, y esquiva el sacrificio oscuro y la
sombra del silencio; aunque el verdadero
hombre no mira de qué 
lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber; y ése es
el verdadero hombre, el único hombre práctico, cuyo sueño de hoy será la ley de
mañana, porque el que haya puesto los ojos en las entrañas universales, y visto
hervir los  
pueblos,
llameantes y ensangrentados, en la artesa de los siglos, sabe que el porvenir,
sin una sola excepción, está del lado del deber. Y si falla, es que el deber no
se entendió con toda pureza, sino con la liga de las pasiones menores, o no se
ejercitó con desinterés y eficacia”.
Había  iniciado aquel histórico discurso con un  llamado inaplazable: “Me parece que veo
cruzar, pasando lista, una sombra colérica y sublime, la sombra de la estrella
en el sombrero; y mi deber, mientras me queden pies, el deber de todos
nosotros, mientras nos queden pies, es ponernos en pie, y decir:
"¡presente!"
Fue una  vehemente convocatoria  a la unidad para emprender la guerra truncada
en 1878.  
“Porque
nuestra espada no nos la quitó nadie de la mano, sino que la dejamos caer
nosotros mismos; y no estamos aquí para decirnos ternezas mutuas, ni para
coronar con flores de papel las estatuas heroicas, ni para entretener la
conciencia con festividades funerales, ni para ofrecer, sobre el pedestal de
los discursos, lo que no podemos ni intentamos cumplir; sino para ir poniendo
en la mano tal firmeza que no volvamos a dejar caer la espada”.
“Y nosotros
mantenemos –agregó- que los que son impotentes para hacer desaparecer las
causas de la guerra en un país, necesitan, si aman a su patria y quieren
ahorrarle males, tener preparado el país para la guerra” 
Martí, como
en otros muchos discursos y escritos, diserta sobre  la preparación de la  lucha  sin apresuramientos innecesarios.  Habla  de guerra y de fundación.
Refiriéndose
a quienes  se han acomodado al pan,
conviviendo con España, expresa su convicción de que, con la fuerza del pan
nuevo, despertaría en los corazones el fantasma de Jimaguayú y San Lorenzo, es
decir, de Ignacio Agramonte y Carlos Manuel de Céspedes.
 “El hombre de
actos sólo respeta al hombre de actos. El que se ha encarado mil veces con la muerte, y
llegó a conocerle la hermosura, no acata, ni puede acatar, la autoridad de los
que temen a la muerte”, afirma.
Otros dos
bellos y útiles  conceptos fueron
expresados por nuestro Héroe Nacional en aquella ocasión: “Las palabras deshonran
cuando no llevan detrás un corazón limpio y entero. Las palabras están de más cuando no fundan, cuando no esclarecen,
cuando no atraen, cuando no añaden”  “Un
pueblo que entra en revolución no sale de ella hasta que se extingue o la
corona”.
Y, como
colofón, un preludio de lucha y esperanzas: “Sin que el corazón se nos fatigue
ni nos espanten los años, paseamos el fuego insepulto, como enseña que ha de
juntar, con ayuda de todos los amigos de la libertad, a los cubanos fieles
esparcidos al viento del mundo: ¡y levantaremos,  en brazos de la América libre, nuestra patria
buena y grande!”
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