.Orlando
Guevara Núñez
Tal
como lo hizo durante la guerra, Fidel estuvo siempre al lado de su pueblo – y el pueblo al
lado de su Fidel- en los momentos más cruciales de la Revolución. Siempre al
frente. Siempre orientando, ayudando a mitigar un dolor, trazando un camino.
Lo
recordamos cuando los cubanos sentimos en lo más profundo la pérdida del
Comandante Camilo Cienfuegos. Y no aceptamos esa muerte hasta que él la
confirmó. Fue un dolor compartido. Entonces surgió aquella afirmación aún
vigente: En el pueblo hay muchos
Camilos. Y el ejemplo del Señor de la Vanguardia inspiró a millones de
cubanos. Las lágrimas se convirtieron no solo en tributo de gratitud, sino,
sobre todo, en compromiso renovado y multiplicado de ser más dignos del héroe.
El
4 de marzo de 1960, un atentado terrorista cobró la vida de más de un centener
de personas en La Habana. El vapor francés La Coubre, que traía armas belgas
para defender nuestra soberanía, fue víctima de una explosión cuando era
descargado.
Otra
vez dolor y lágrimas de pueblo. Pero ahí estaba Fidel. Y en esa ocasión, al día
siguiente, en el entierro de los muertos, nuestro Comandante en Jefe expresó
unas palabras que han presidido desde entonces nuestras luchas: ¡Patria o Muerte! El 7 de junio de ese
propio año, en asamblea con trabajadores de barberías y peluquerías, en La
Habana, a esa consigna se sumaría otra palabra expresada por Fidel: ¡Venceremos! Pocas veces como esta,
palabras dichas por un hombre han ganado tal dimensión de pueblo y permanente
fuerza de presencia.
El
15 de abril de 1961, fueron bombardeadas, por aviones de los Estados Unidos, salidos desde
Nicaragua, el aeropuerto de Santiago de Cuba y las instalaciones similares de
Ciudad Libertad y San Antonio de los Baños. Varios cubanos resultaron muertos o
heridos. Era el preludio de la invasión mercenaria de Playa Girón. El día 16, durante el entierro de las víctimas, la
estatura de Fidel elevó su tamaño. De nuevo trazando el camino: proclamó el carácter socialista de la Revolución. Y
llamó a defender esa Revolución
patriótica, democrática y socialista de los humildes, por los humildes y para
los humildes, al precio que fuera necesario.
La
Patria toda se convirtió en trinchera. Y el pueblo, con los fusiles en alto,
defendió esas ideas. Al siguiente día se produjo la invasión. Y allí, en el
escenario del combate, en primera línea, estuvo Fidel. Y en menos de 72 horas,
el imperio yanqui sufrió su primera derrota militar en América. Tal fue la
trascendencia de aquel 16 de abril, que hoy esa fecha marca para los cubanos el
Día del Miliciano y la fundación del
Partido Comunista de Cuba.
Al
año siguiente –octubre de 1962- el pueblo cubano sufrió la amenaza de un
holocausto nuclear. Creo que si conservamos la vida fue porque estuvimos
dispuestos a sacrificarla antes que claudicar ante el enemigo o renuncias a
nuestros principios. Una vez más, Fidel al frente de su pueblo; otra vez el
pueblo junto a su Fidel. Es imposible olvidar aquellas emotivas palabras de
nuestro máximo dirigente en momentos tan dramáticos: “Hoy, más que nunca, me siento orgulloso de ser hijo de este pueblo”.
Para
esa fecha, otros acontecimientos habían marcado la historia de resistencia del
pueblo cubano: La ruptura de relaciones del gobierno de los Estados con Cuba;
primero la condena de la OEA y luego la expulsión de nuestro país de esa
organización, bautizada por el Canciller de la Dignidad cubano, Raúl Roa
García, como Ministerio de Colonias Yanquis. El 3 de febrero de 1962, el
presidente norteamericano, Kennedy, había decretado, con su firma, el bloqueo
económico, comercial y financiero todavía vigente, contra Cuba.
Recordamos
que cuando la condena de la OEA, Fidel proclamó, el 2 de septiembre de 1960, la
Primera Declaración de La Habana;
cuando la expulsión, el propio Fidel proclamó, el 4 de febrero de 1962, la Segunda Declaración de La Habana. No
hubo agresión o amenaza enemiga que quedara sin respuesta.
En
octubre de 1963, un desastre natural, el ciclón Flora, devastó un amplio
territorio de la región oriental del país. Más de mil muertos, miles de
viviendas arrasadas o dañadas. Y allí, en medio de las lluvias torrenciales y
las inundaciones, arriesgando su vida- estuvo a punto de perderla cuando su
carro anfibio sufrió un desperfecto- estuvo Fidel.
Me
correspondió vivir aquel desastre en su escenario principal: la llanura del
Cauto. Para esa fecha, me desempeñaba como Secretario General del Partido en
Cauto Embarcadero. Los muertos, en el territorio que dirigía, fueron 257. El
drama era impresionante; la destrucción aplastante; recuerdo que el entonces
organizador del Partido en Oriente, Jorge Risquet Valdés, dijo que yo era un
secretario del Partido sin territorio.
Pero
Fidel no dejó margen para el desaliento, ni para el quietismo. “Reconstruiremos todo lo perdido y haremos
mucho más”. Y así fue. Dijo también que nadie quedaría desamparado. Y
también se cumplió. Pero algo más: a raíz de ese desastre, Fidel ideó, orientó
y puso en marcha un programa que recordamos con el nombre de Voluntad
Hidráulica, encaminado a represar ríos con el objetivo de aprovechar las aguas para la vida,
quitándoles su poder de muerte. Hoy ese programa sobre pasa en mucho sus
expectativas iniciales.
Así fue siempre Fidel. Nuestro Fidel. Por eso lo
seguimos, lo quisimos y lo queremos. NUESTRO FIDEL DE SIEMPRE.
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