viernes, 12 de abril de 2019

Ante la Helms-Burton, el escudo de Baraguá





.Orlando Guevara Núñez
El  espectáculo circense  con sede en la Casa Blanca, de los Estados Unidos, no tiene siquiera creatividad para cambiar la función, ya gastada, sobre su intención de derrocar a la Revolución cubana. El elenco de payasos y de animales domesticados, agotó su repertorio.
Repiten hasta la saciedad sus mentiras, sus amenazas y utilizan todo cuanto a sus manos tienen para arreciar el bloqueo, para causar obstáculos a la economía cubana, para causarle dificultades a nuestro pueblo.
¡Qué mal conocen a nuestro pueblo! ¡Veremos quién resiste más! Estas dos afirmaciones, contenidas en el Juramento de Baraguá, hace 19 años, siguen siendo un valladar infranqueable para los enemigos de la Revolución cubana.
En aquella ocasión, en relación con la lucha por la devolución del niño Elián González, secuestrado por la mafia anticubana en los Estados Unidos, los cubanos proclamamos que
“Si alguien en ese país fuera suficientemente estúpido para imaginar que el pueblo de Cuba se cansará de librar esta justa batalla, sería digno de que lo enviasen de por vida a un manicomio. En la lucha por la devolución de ese niño están en juego muchos valores y principios, todos los cuales son irrenunciables”.
Y declaramos también  que confiábamos más que nunca en nosotros mismos y nuestras armas invencibles eran nuestras ideas revolucionarias, humanistas y universales, y contra ellas nada pueden las armas nucleares, la tecnología militar o científica, el monopolio de los medios masivos de divulgación, el poder político y económico del imperio, ante un mundo cada vez más explotado, más insubordinado y más rebelde, que más que nunca pierde el miedo y se arma con ideas
“Tenemos derecho a la paz, al respeto de nuestra soberanía y nuestros intereses más sagrados. Cuarenta años de infamia no han podido doblegar nuestra voluntad de lucha. No nos hemos cansado ni nos cansaremos”. Así lo juramos en el mismo lugar donde el Titán de Bronce, Antonio Maceo Grajales, rechazó un pacto indigno con el poder colonial español.
Después de casi dos décadas, Cuba sigue demostrando su vocación de paz y su disposición de normalizar las relaciones con Estados Unidos; pero sobre la base de los principios, del respeto mutuo, de igualdad de derechos. Nuestras exigencias, que vienen de tiempos anteriores, mantienen su vigencia:
¡La Ley de Ajuste Cubano debe cesar! ¡La Ley Helms-Burton debe cesar! ¡La Ley Torricelli debe cesar! ¡Las enmiendas introducidas de contrabando en muchas leyes del Congreso de Estados Unidos para agravar los sufrimientos de nuestro pueblo, deben cesar! ¡El bloqueo en su conjunto y la criminal guerra económica contra Cuba deben cesar! ¡Las amenazas, las campañas subversivas, los planes de desestabilización, deben cesar! Y reiteramos nuestro derecho a exigir la devolución de la ilegal Base Naval de Guantánamo.
Desmantelando las mentiras de entonces, repetidas hoy- para justificar una agresión, suscribimos en Baraguá:
“Los pretextos para un conflicto armado entre Estados Unidos y Cuba es lo que más desean los traidores anexionistas. Esa superpotencia solo es poderosa en el campo de las armas. En el de las ideas es huérfana y está indefensa. Con inteligencia y con ideas lograremos nuestros objetivos”.
“Vamos a pulverizar su asquerosa hipocresía, sus groseras mentiras, sus repugnantes y egoístas doctrinas imperiales, con las que pretenden gobernar el mundo. No les quedará ni la mínima credibilidad necesaria para engañar a alguien en este país o en el resto del planeta”.
¡Nadie se rendirá! Y cansarse en esta lucha sería, para un patriota y revolucionario cubano, más bochornoso que rendirse. ¡Veremos quién tiene más razón, más motivación, más voluntad de luchar!
Y nuestro Juramento de Baraguá, sigue siendo conciencia de un pueblo, Fuerte en las ideas y capaz de defenderse, hoy con el legado  fidelista de que nacimos en un país libre que nos legaron nuestros padres y primero se hundirá la Isla en el mar antes que consintamos en ser esclavos de nadie.

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