martes, 12 de marzo de 2019
Un homenaje poético a José Antonio Echeverría
.Orlando Guevara Núñez
Nuestros poetas han cantado siempre a nuestros héroes y mártires. En este 13 de marzo, recordamos dos de esos cantos surgidos del dolor de pueblo, ante la caída de un joven revolucionario que ofrendó su vida en aras de la libertad de la patria.
Carilda lo hizo en 1958. Fue la misma que le cantó a Fidel estando él aún alzado en la Sierra Maestra. Naborí describe también la dimensión del héroe. Es el autor de la Marcha Triunfal del Ejército Rebelde. Son cantos con fuerza de himnos.
A José Antonio Echevarría. Carilda Oliver Labra
Sangre que está moviendo todavía
su cortada paloma
por nuestro cielo como un signo.
Sangre con la centella,
con todos los silencios
que asume la muerte cuando es bárbara
y no mata.
Sangre en este pan que nos comemos.
¿Dónde te pongo así para que crezcas,
sobrio clavel;
donde te siembro
para que vuelvas a nacer como fortuna
de la patria?
Aún tienes esa fuerza,
ese bendito rayo,
ese perfume de los hombres;
ese tu amor, tu amor, que no se acaba.
¿Dónde te entierro,
dime,
dónde fundo
tu corazón para que dure?
¿Dónde te pongo así
para que vuelvas otra vez como verano,
como raíz
que no se pudre,
alta,
rebelde,
fiel,
multiplicada?
¿Dónde te pongo, ángel,
fiera,
a quien le dieron nombre de manzana,
y ya gobierna más que el paraíso
entre estudiantes y proclamas?
Serás el viento que arrulla entre las hierbas
y rebeliones armas,
serás esa presencia de la aurora
cuando la noche parece más sórdida y más larga,
serás ese misterio de la vida
saliendo en la palabra;
serás el cáliz,
la multitud que ejerce la justicia,
ese muchacho
enternecido, augusto,
que la muerte ha mandado a su pizarra.
Te conocí la entrega
a una misión de luces
misteriosa;
te conocí el oficio de eternidad
debajo de los parpados,
la sombra donde te germinaban sueños y tareas.
En esa boca no hubo despedida
sino arenga,
esos ojos no se cerraron nunca
sino que miran para adentro
donde estás preparando barricadas.
Vuelves
armado de tu lápiz,
haces tu posta en los amaneceres
subiendo como un sol La Escalinata:
¡que no te asesinaron nunca,
que no pueden contigo los cobardes,
que no te han hecho nada!
porque nadie ha sabido detener el alba;
y regresas cantando
de nuevo hacia la lucha,
y animas los fusiles en la sierra,
poderoso,
absoluto,
vivo ya para siempre,
en una carcajada de combate
que se deshace en balas.
13 de marzo de 1958
Poema del 13 de Marzo, de Jesús Orta Ruiz (Indio Naborí)
Marzo estaba ofendido de cadenas,
de serpientes nocturnas y sombra mercenaria.
Una traición era puñal hundido
en la inocencia de su espalda.
Los meses desangrados en el martirologio
como raíz de males a marzo señalaban.
Y era que un diez de marzo dos botas insolentes
pasaron sobre el pecho confiado de la Patria.
Había que limpiarle al mes avergonzado
la ignominiosa mancha,
mancha que no se borra
con el jabón y el agua,
sino con sangre pura, con centellas
de coraje y audacia.
Y el día 13 fue el Jordán de marzo.
Una treintena de hombres sin espalda
irrumpió por la puerta de Palacio
—por la caverna de la infamia—
con la rebelde angustia de millones de almas,
con la vergüenza en sus pistolas,
en sus fusiles y granadas.
El tirano tembló, corrió, rezó… Su miedo
de flojo vientre y carne de ratón en alarma,
echó una cola excremental inmensa
sobre alfombras y mármoles, sobre escaleras blancas.
Dentro de aquel cubil estaba el Pueblo.
El asesino se asustaba
del mismo cortinaje, de las mismas columnas,
de las mismas estatuas.
Sentía en sus talones, casi en su piel, el fuego
de la justicia revolucionaria.
Y mientras domadores indomables
al chacal abatían en su jaula,
la voz de José Antonio Echeverría
—trueno de libertad— se levantaba
con extensión radial, para decir
que la noche había muerto y que nacía el alba.
Luego caía en los marmóreos brazos
del Alma Máter, sobre la heroica escalinata.
Pero su sangre generosa
no era un agua estancada,
sino un maravilloso remolino,
un ciclón, una roja catarata,
desatando su fuerza redentora
sobre los muros de sumisa calma.
Y si quedó el tirano con aparente vida,
quedó muerta su aliada:
la indiferencia fría,
sorda y manca.
¡Y desde entonces marzo tiene erguida la frente!
Un enero radiante, verde olivo y de barbas
le quitó para siempre
el puñal de la espalda.
Y ya Marzo, sin pena, va con los grandes meses:
con Octubre de La Demajagua,
con Febrero de Bayate,
el Julio del Moncada,
el Noviembre de Frank y de Santiago,
el Diciembre del Granma
y el Enero glorioso en que Fidel
bajó de las montañas,
para que todo el año fuera
el año de la patria.
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