jueves, 26 de julio de 2018

Los mártires del Moncada: su grito de combate es hoy coro de pueblo




.Orlando Guevara Núñez
Otra vez, en una madrugada, el  Moncada vuelve a  variar el curso del carnaval de Santiago de Cuba. Han pasado 65 años desde la primera vez, cuando los disparos fueron sorpresa.  En 1953,  aquellas descargas rebeldes marcaron una nueva etapa en la historia cubana. Fueron el preludio de una obra soñada. Ahora, su recuerdo es la confirmación de una idea y la alegría de una obra conquistada.
En su inicio, el carnaval cedió lugar a la muerte y al luto. Ahora, lo cede al homenaje a los caídos y a los que estuvieron dispuestos a caer  Uno piensa en los que murieron en el combate. Y viene a la mente la  imagen de una gallardía que no pudieron apagar las balas, Los hombres y sus ideas  siguen estando presentes. Ellos, al decir de Martí, son el altar más hermoso de la honra.
Renato Guitart Rossell, Flores Betancourt Rodríguez, Gildo Fleitas López, Pedro Marrero Aispurúa, Carmeno Noa Gil, Guillermo Granados Lara.
Otros sobrevivieron al combate. Fueron torturados y asesinados. Pero esta mañana estuvieron  también presente. Hace 65 años fue una cita de un grupo. Ahora es cita de un  pueblo. “Mis compañeros, además,  no están ni olvidados ni muertos; viven  hoy más que nunca y sus matadores han de ver aterrorizados cómo surge de sus cadáveres el espectro victorioso de sus ideas”, sentenció Fidel. Sí, están vivos.
Pablo Agüero Guedes, Raúl de Aguiar Fernández, Reemberto Abad Alemán Rodríguez, Gerardo Álvarez Álvarez, Tomás Álvarez Breto, Juan Manuel Ameijeiras Delgado, Antonio Betancourt Flores, Hugo Camejo Valdés, Gregorio Careaga Medina, Pablo Cartas Rodríguez, Alfredo Corcho Cinta.
Ninguno faltó a la cita. Allí estaban, convertidos en pueblo. “Hasta muertos dan ciertos hombres luz de aurora”, dijo nuestro Héroe Nacional. Y ahí, en la hermosa mañana que describió Raúl este 26de Julio, estaba la luz irradiada por ellos.
Rigoberto Corcho López, Giraldo Córdova Cardìn, José Francisco Costa Velásquez, Fernando Chenard Piña, Juan Domínguez Díaz, Víctor Escalona Benítez, Rafael Freyre Torres, Jacinto García Espinosa, Raúl Gómez García. Manuel Gómez Reyes, Virginio Gómez Reyes.
El recuerdo viaja 65 años atrás. Los pasillos ensangrentados. Sangre joven derramada sobre fatídicos muros. Bestias uniformadas cercenando vidas. Pero no pudieron matar sus ideas, ni sus nombres. Por eso  los imagino levantándose del pavimento y respondiendo  también ¡Presente!
Luciano González Camejo, José de Jesús Madera Fernández. Angelo Guerra Díaz, Lázaro Hernández Arroyo, Emilio Hernández Cruz, Manuel Isla Pérez, José Antonio Labrador Díaz, Boris Luis Santa-Coloma. Marcos Martí Rodríguez, Mario Martínez Ararás, Horacio Matheu Orihuela,
Ellos, despreciando el yugo, escogieron la estrella que ilumina y mata. Y confirmaron la idea martiana de que “Cuando se muere en brazos de la patria agradecida, la muerte acaba, la prisión se rompe, ¡Empieza, al fin, con el morir, la vida!
Wilfredo Matheu Orihuela  Roberto Mederos Rodríguez, Ramón Méndez Cabezòn, Mario Muñoz Monroy, Miguel Ángel Oramas Alfonso, Oscar Alberto Ortega Lora, Julio Reyes Cairo, Ismael Ricondo Fernández, Félix Rivero Vasallo, Manuel Rojo Pérez, Manuel Saìz Sánchez,
La ausencia fue la única ausente. Allí estaban todos. Vestidos de pioneros unos, otros de soldados, de obreros, de estudiantes, de campesinos. Los 61 caídos durante las acciones del 26 de julio de 1953 siguen en sus puestos. Siguen convidando a los combates actuales y los que están por venir. Solo que ahora, su voz, es coro de pueblo.
Rolando San Román de las Llanas, Abel Santamaría Cuadrado, Osvaldo Socarràs Martínez, Elpidio Sosa González, José Luis Tasende de las Muñecas, José Testa Zaragoza, Julio Trigo López, Andrés Valdés Fuentes, Armando Valle López, Gilberto Varòn Martínez,  Pedro Véliz Hernández.
 Eternamente presentes. Al frente ayer en el combate por nuestros sueños. Presentes  hoy en los sueños realizados, en los sueños nuevos, en la obra levantada  y defendida con su sangre y con su ejemplo. Su grito de combate se escucha hoy como aquella mañana gloriosa. Solo que ahora está acompañada de un coro de pueblo.

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