.Orlando Guevara Núñez
Las fuerzas más reaccionarias en nuestra América,
utilizando en algunos casos el poder alcanzado en elecciones casi siempre
fraudulentas, traicionando en otros las promesas que los llevaron al trono, y
en no pocas ocasiones lanzando calumnias, amenazas y dictando sanciones contra
las personas, movimientos o gobiernos progresistas, cierran los caminos que podrían conducir a los
pueblos a su verdadera redención.
Ahí está, con
toda su crudeza, el caso de Brasil. Primero la destitución de la presidenta
Dilma Rousseff, violando los principios elementales de la democracia, para
instalar en el poder a un grupo de políticos corruptos, principales violadores
de la justicia en ese país. Ahora hacen cumplir una sentencia injusta contra
Lula, bajo el pretexto de una acusación que se sabe falsa y cuyo único objetivo
es impedir su acceso a la presidencia en
las elecciones venideras.
¿Qué camino le queda al pueblo brasileño ante tanto
fraude, tanto engaño y tanta ignominia?
Porque si se le cierra al pueblo el único camino para hacer valer sus
derechos, ¿se resignará a vivir eternamente sin ellos?
Al pueblo argentino pretenden avasallarlo con los
mismos métodos, con una implacable y mendaz campaña contra Cristina Fernández.
Sucias campañas se han realizado también contra presidentes como Evo Morales en
Bolivia, Daniel Ortega en Nicaragua. Y el caso más connotado es el de la hermana
Venezuela, donde, encabezada por el
gobierno imperialista de los Estados Unidos una política agresiva hace todo lo
posible por desestabilizar al país hasta
destruir el rumbo democráticamente escogido por el pueblo.
En cualquier lugar que un gobierno se decida a echar
su suerte junto al pueblo, allí estará la mano de las fuerzas reaccionarias.
Allí se juntan mecanismos políticos, el poder de las grandes cadenas de prensa,
engranajes jurídicos, amenazas, sanciones, intentos de aislamiento.
El cierre de caminos es un hecho que ahoga las
aspiraciones de los pueblos. Así era en Cuba antes del triunfo revolucionario
de enero de 1959. Hasta que el pueblo, encabezado por el Comandante en Jefe
Fidel Castro, abrió la gran trocha que desde entonces se ha venido ensanchando,
y por donde el mismo pueblo sigue transitando libre, soberano, independiente,
construyendo y defendiendo su Revolución.
Algún día, ante ese brutal cierre de caminos, esas
grandes trochas, o las grandes alamedas, al decir de Salvador Allende, serán abiertas e
infranqueables. Costará tiempo y sacrificio, pero vendrán, sin duda, para que
en ellas florezcan las esperanzas, los sueños, y crezca lozana la obra
redentora, la realidad de un mundo mejor que ahora se sabe posible.
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