domingo, 23 de julio de 2017

Razones para un Moncada: El problema del desempleo



 .Orlando Guevara Núñez


El desempleo formaba parte de las grandes tragedias de Cuba, denunciadas por Fidel Castro ante el Tribunal que lo juzgaba por los hechos del 26 de julio de 1953. En ese histórico juicio, el líder de la juventud cubana en esa etapa de combate, luego del análisis de otros problemas, expuso  como una de las razones que justificaban la rebeldía ante la dictadura que desde el 10 de marzo, tras un golpe de estado, dominaba el país:
(…) Con tales antecedentes, ¿cómo no explicarse que desde el mes de mayo al de diciembre un millón de personas se encuentren sin trabajo, y que  Cuba, con una población de cinco millones y medio de habitantes, tenga actualmente más desocupados que Francia e Italia con una población de más de cuarenta millones cada una?
Y advertía Fidel en su alegato La historia me absolverá, que “El porvenir de la nación y la solución de sus problemas no pueden seguir dependiendo del interés egoísta de una docena de financieros, de los fríos cálculos sobre ganancias que tracen en sus despachos de aire acondicionado diez o doce magnates” (…) Y no es con estadistas al estilo de Carlos Saladrigas, cuyo estadismo consiste en dejarlo todo tal cual está y pasarse la vida farfullando sandeces sobre la “libertad absoluta de empresa”, “garantías del capital de inversión” y la “ley de la oferta y la demanda” como habrán de resolverse tales problemas”.
La situación del desempleo era realmente agónica. A los 600 000 cubanos sin empleo en aquellos momentos, se unían los 500 000 mil obreros del campo que solo trabajaban tres o cuatro meses al año, pasando el resto sin tener donde ganar su sustento.
A la falta de empleo se unían los bajos salarios, los sistemas arbitrarios de pago en muchos casos basados en papeles que sustituían al dinero, al tiempo que la discriminación racial y de sexo marginaba   y perjudicaba a cientos de miles de cubanos.
La situación de 1953 continuó agravándose, porque cada año arribaban a la edad del empleo unos 100 000 jóvenes, para los cuales no existían fuentes de trabajo. Así, en 1958, último año de la tiranía en el poder, más de 700 000 cubanos, una tercera parte de la población laboral, más del 45 por ciento en las zonas rurales,  no tenían  empleo permanente.
La mujer era particularmente discriminada. En 1958, por ejemplo, solo estaban empleadas 194 000 de ellas, el 70 por ciento en labores domésticas.
Antes del triunfo de la Revolución, sólo 37 900 trabajadores incrementaban la cifra de empleados cada año; en los primeros 17 años posteriores a 1958, el promedio fue de 82 300. En la primera década de la Revolución, casi un millón de cubanos encontró nuevos empleos.
Otra tragedia relacionada con este tema, era la jubilación, pues la mayoría de las cajas de retiro estaban desfalcadas, y luego de una azarosa vida laboral, la mayoría de los cubanos tenía que vivir con míseros ingresos que le permitían apenas subsistir.
El desarrollo del país en todas las esferas, permitió erradicar el desempleo desde los primeros años, hasta el punto de necesitar brazos para enfrentar los diversos programas económicos y sociales.
Cientos de miles  de hombres y mujeres fueron ocupados en las labores agrícolas, la industria, las construcciones,  la salud,  la educación y otros servicios sociales.
Hoy la mujer ocupa un lugar importante en la composición del empleo en Cuba, al punto de que más del 65 por ciento de la fuerza técnica empleada en el sector estatal civil está en sus manos. En este caso, como en los demás, han sido un factor de ayuda los Círculos Infantiles, los seminternados de primaria, los sistemas de becas, los comedores obreros y otras medidas que facilitan la incorporación de las madres y demás mujeres al trabajo.
Cuba, al estar por debajo del tres por ciento de desempleo – índice establecido internacionalmente- llegó a ser  un país considerado con  pleno empleo. Pero algo muy importantes es que muchas personas no ocupadas, lo están por búsquedas de puestos de su preferencia, mientras miles de plazas laborales permanecen sin ser ocupadas en la agricultura, las construcciones, los servicios comunales y otros sectores importantes.
En nuestro país, los sancionados, recluidos en prisiones, tienen el derecho al trabajo, recibiendo sus salarios correspondientes.
El derecho al trabajo, uno de los principales derechos humanos, está refrendado en la Constitución de la República de Cuba. Y aún cuando muchos no han  deseado  hacer  uso de esa ventaja,  comisiones de trabajo  los han visitado  para proponerles empleo.
Cada año se producen incrementos de salarios a trabajadores de diversos sectores, como han sido los de la salud, la educación, los jurídicos, entre otros, en correspondencia con las posibilidades de la economía.
Hoy, en medio de una crisis mundial que ha lanzado a la calle a millones de trabajadores, Cuba, aún en medio del férreo bloqueo imperial que tiene la misma edad de la Revolución, sigue protegiendo el empleo. Y  en los años más duros, cuando fue necesario cerrar muchos centros de trabajo por carencias de recursos para mantenerlos, ningún obrero quedó desamparado. Pese a que la actualización del modelo económico cubano ha conducido a que se racionalicen miles de plazas que mantenían las plantillas por encima de su necesidad, se buscaron soluciones, entre éstas  la reubicación en otro puesto y el incremento del trabajo no estatal que ya ocupa a más de 500 000 cubanos.
Los trabajadores cubanos tienen garantizada no sólo su vida laboral, sino también su jubilación, su vejez segura, incluyendo a los no estatales. Así ha sido desde el triunfo revolucionario y lo refrenda también la nueva  Ley de Seguridad Social, que extendió  la edad necesaria para la jubilación, elevándola de 60 a 65 años para los hombres y de 55 a 60 para las mujeres. Se establece incluso el derecho al pluriempleo y a que un jubilado ocupe otro puesto laboral, distinto al que ocupaba, con derecho al total del salario.
En Cuba, desapareció  el flagelo del desempleo que estuvo entre los graves problemas que inspiraron a los combatientes del Moncada para su hazaña del 26 de julio de 1953. Y la obra conquistada, convierte en realidad los sueños que entonces parecían imposibles.

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