.Orlando Guevara Núñez
La
vivienda era uno de los grandes dramas que vivía el pueblo cubano en 1953,
fecha del asalto a los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel
de Céspedes, en Bayamo.
Así
lo denunció Fidel Castro, en su alegato La
historia me absolverá, pronunciado el 16 de octubre de 1953, en Santiago de
Cuba:
“Tan grave o peor es la tragedia de la
vivienda. Hay en Cuba doscientos mil bohíos y chozas; cuatrocientas mil
familias del campo y de la ciudad viven hacinadas en barracones, cuarterías y
solares sin las más elementales condiciones de higiene y salud; dos millones
doscientas mil personas de nuestra población urbana pagan alquileres que
absorben entre un quinto y un tercio de sus ingresos; y dos millones
ochocientas mil de nuestra población rural y suburbana carecen de luz eléctrica”.
Otros
datos grafican con igual elocuencia la situación. En ese mismo año 1953 -
cifras ofrecidas por el Censo Nacional de esa fecha - sólo
el 13 por ciento de las viviendas
estaban conceptuadas como buenas; el 20 por ciento fueron catalogadas como aceptables, mientras
que la categoría de regular abarcó al 21 por ciento; las clasificadas como
malas llegaron al 32 por ciento, y el
resto, casi un 15 por ciento fueron declaradas en estado ruinoso.
Varios
casatenientes – dueños de cientos y
miles de viviendas- vivían de los altos alquileres, y no vacilaban en
desahuciar a las familias pobres que no podían pagar las mensualidades por no
contar con los ingresos suficientes.
Los
inversionistas en la construcción de viviendas, edificaban teniendo en cuenta
no las necesidades de la población, sino sus ganancias.
En
fecha tan temprana como el 6 de marzo de 1959, fue dictada una Ley que rebajaba
en hasta un 50 por ciento los alquileres
a la población; y el 14 de octubre de 1960, se dictó la Ley de Reforma Urbana,
que convirtió en dueños de la vivienda a quienes las habitaban.
Los
abusivos alquileres y los desahucios, pasaron a formar parte de un pasado sin
posible regreso a la nación cubana.
La
Revolución comenzó a construir viviendas en los campos, para obreros agrícolas
y campesinos organizados en Cooperativas. Otros programas fueron dirigidos a
las ciudades. Mediante éstos, surgieron centenares de nuevos asentamientos
rurales y urbanos, decenas de miles de edificios multifamiliares para las
familias más necesitadas.
El
problema de la vivienda, pese a todo el esfuerzo constructivo, continúa siendo
una dificultad para el Estado cubano, y ha sido ésta una de las actividades más
golpeadas por las limitaciones derivadas del bloqueo norteamericano contra
nuestro país.
Es,
sin embargo, una conquista sin precedentes que más del 85 por ciento de las
familias cubanas son dueñas de la vivienda que habitan y no pagan impuesto
alguno por poseerla, al tiempo que el restante 15 por ciento abona mensualmente
una suma de alrededor de una décima parte
de sus ingresos y las familias se convierten en dueñas en el momento que
saldan los bajos precios de este inmueble en Cuba.
El
servicio eléctrico llega ya a alrededor del 98 por ciento de los hogares
cubanos, e incluso en lugares intrincados de las zonas rurales, donde no ha
penetrado el Sistema Electroenergético Nacional,
se han introducido otros sistemas, como las celdas fotovoltaicas alimentadas
por la energía solar, instalaciones mini hidroeléctricas y grupos electrógenos
que benefician a miles de personas y objetivos económicos y sociales, entre
éstos escuelas, unidades productivas y
comerciales, Consultorios del Médico y la Enfermera de la Familia, Salas
de Televisión y otras.
Como
parte de ese programa constructivo se rehabilita ahora la Industria de
Materiales de la Construcción y se facilita a personas necesitadas, en la
medida de las posibilidades, los elementos constructivos y asesoría técnica
para que ellos edifiquen sus propias viviendas.
En
Santiago de Cuba, puede afirmarse que más del 50 por ciento de las viviendas
existentes fueron construidas a partir de 1959, al tiempo que otras miles han
sido rehabilitadas o reconstruidas tras el paso de diversos huracanes.
Actualmente se desarrolla el programa mediante el cual se presta ayuda
subsidiada en su totalidad, a las
familias que no poseen los recursos para la construcción o acondicionamiento de
su vivienda.
Queda
mucho por hacer en esta dirección de trabajo, pero la Revolución no ha dejado
de hacer ingentes esfuerzos para mejorar las condiciones del fondo
habitacional, distinto en mucho a las calamidades de la fecha en que se produjo
el asalto glorioso del 26 de julio de 1953.
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