.Orlando Guevara Núñez
Esta foto fue publicada en Santiago de Cuba, en los
primeros días de enero de 1959. Otras muchas páginas dieron a conocer los
rostros o cadáveres de hombre, mujeres, jóvenes casi niños, asesinados por la
tiranía batistiana en esta ciudad, donde uno de los criminales, el comandante Bonifacio
Haza-padre del mediocre violinista de Donald Trump, era el jefe la
policía.
Ese individuo, célebre por la persecución a los
revolucionarios, por los crímenes, torturas y desaparición de santiagueros,
participó en el asesinato del héroe de la lucha clandestina en esta ciudad,
Frank País García y el también luchador clandestino Raúl Pujol, el 30 de julio
de 1957. Para esa fecha, el esbirro era solo capitán.
La historia de la “víctima” del gobierno cubano,
tergiversada por el presidente de los Estados Unidos, tiene detalles que deben
conocerse por quienes a él lo escucharon en su reciente discurso anticubano.
En los momentos del asesinato de Frank País, quien
con solo 22 años de edad era el máximo jefe del Movimiento Revolucionario 26 de
Julio en el llano, estaba destacado en Santiago de Cuba el esbirro José María
Salas Cañizares, conocido por los santiagueros y cubanos como “masacre”. A su
cargo estaba la persecución de Frank.
En su libro Frank, entre el sol y la montaña, el
también combatiente clandestino y del Ejército Rebelde, general de brigada
William Gálvez Rodríguez, sintetiza aquel trágico momento.
“Masacre” a uno de su jauría: “Yo me estaré moviendo alrededor de la zona
y cualquier cosa me llaman por el carro, si no estoy, llaman a Haza, que también irá con nosotros. El
nos espera en el Gobierno Provincial. Pero escuchan bien: a la más mínima señal
de resistencia o fuga, la orden es fuego contra quien sea. Luego veremos”.
Después, el asesino, acompañado de otros dos de su
misma calaña, se dirigió a recoger a
otro de su misma especie, Bonifacio
Haza. En el trayecto, “Masacre”
pregunta al capitán si ya escogió las casas que serán registradas. Haza
le responde afirmativamente. Comenzaba la operación; faltaban pocos minutos
para las 4 de la tarde.
Ya totalmente cercados, Frank y Pujol deciden salir,
tratando de pasar inadvertidos, pero son interceptados por un soldado. Al ser
registrados, a Frank se le ocupa una pistola 38. Los dos son llevados ante los
jefes. Y un delator, que había estudiado junto a Frank, lo identifica. De
inmediato, el atropello. El cadáver de Frank País, presentaba 38 heridas de
bala. A su lado, la pistola, para hacer creer a la opinión pública que se había
rebelado y agredido a la autoridad. Era la justificación para el bárbaro
asesinato. Mariano Randich, el delator, fue ajusticiado poco después.
Ya a mediados
de abril de 1956, el “héroe de Trump” había reprimido a tiros a un grupo de estudiantes que, ante la
Audiencia, pedían la libertad de sus compañeros juzgados. En esa ocasión, fue
el asesino del Moncada, coronel Chaviano, quien dio la orden de represión. “Si
usted lo ordena, así será”, contestó Haza.
Y así lo hizo.
Dos estudiantes estaban heridos de gravedad. Y ante el regocijo de otro esbirro por el crimen, exclamaría Haza: “Brindemos por la mano fuerte del general Batista en Oriente,
por nuestro querido coronel y futuro general Alberto del Río Chaviano”.
Ante la agresión a los estudiantes, la respuesta de
los revolucionarios fue el combate, bajo la dirección de Frank País. El día 20
de abril de ese 1956, caían heridos Carlos Díaz y Orlando Carvajal. Recluidos
en un hospital, fueron sacados y conducidos ante un grupo de militares asesinos, entre ellos Bonifacio Haza. Y los dos jóvenes
fueron asesinados, luego de bárbaras torturas, entre éstas aplicación de
alcohol puro en las heridas y pinchazos con punzones.
Luego, Bonifacio
Haza, siguió su carrera y acrecentó su historial de torturas y crímenes.
Hasta que llegó el triunfo de la Revolución.
Hace algún tiempo, entrevisté a un combatiente
clandestino de Santiago de Cuba, quien,
rememorando el primer día de la victoria, se refirió a su encuentro, en plena
calle, con Bonifacio Haza, aún
armado. Su indignación fue tal, que se dirigió al esbirro para detenerlo. Sin
embargo, Haza le replicó que los acuerdos de El Escandel, donde el mando
militar del Moncada se había rendido ante el Comandante en Jefe Fidel Castro,
establecía que los oficiales quedaban libres y armados.
Campos Miguel, aunque no podía entender esa libertad
para quienes horas antes asesinaban a los revolucionarios y a la población, no
lo tomó prisionero, pero lo despojó del arma. Confió en la justicia
revolucionaria, anunciadora de que quienes no eran responsables de ningún crimen, quedarían
libres, pero los criminales serían juzgados y sancionados por los tribunales.
Los revolucionarios y el pueblo actuaron con serenidad y ética. Y en
esos primeros días de enero de 1959, el comandante Bonifacio Haza fue juzgado por un Tribunal Revolucionario y pagó
por sus crímenes. Fue fusilado, junto a otros connotados asesinos.
No creo que el presidente de los Estados Unidos esté
totalmente de espaldas a la historia de éste, uno de sus “héroes” cubanos, padre de su violinista, catalogado
también como víctima. El hijo no fue culpable de los crímenes de su padre, pero
la verdad no puede falsificarse y mucho
menos en ara de intereses mezquinos.
En Cuba, muchos hijos de militares o civiles que
fueron castigados por sus crímenes, han gozado y gozan de todos los derechos y
beneficios de la Revolución. Incluso los
familiares de los militares que murieron en combate contra los revolucionarios.
Ese principio lo expresó Fidel desde el 16 de octubre de 1953, ante el tribunal
que lo juzgaba por los hechos del 26 de julio de ese año.
Así afirmó
Fidel: “Cuando Cuba sea libre, debe respetar, amparar y ayudar también a
las mujeres y los hijos de los valientes que cayeron frente a nosotros. Ellos
son inocentes de las desgracias de Cuba, ellos son otras tantas víctimas de esta nefasta situación”. Y eso ha
sido totalmente cumplido. Si el hijo de Bonifacio
Haza viviese en Cuba, seguro no sería una excepción. Y sería, por lo menos,
mejor violinista.
Nada, que el presidente yanqui sigue la tradición de
sus antecesores, en su manía de fabricar “héroes” cubanos, de escoger las peores materias
primas. Bonifacio Haza es un claro
ejemplo de ese fracaso.
No es toda la historia de este
personaje, pero en algo se ayuda a conocerlo tal como fue.
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