martes, 31 de enero de 2017

El General José Maceo: más alto y hermoso en la historia de la Patria





.Orlando Guevara Núñez


La gesta independentista iniciada el 10 de octubre de 1868 en La Demajagua, contó de inmediato con un nutrido grupo de patriotas santiagueros que ya conspiraban contra el poder colonial español. Y entre ellos estaba José Maceo Grajales, un audaz joven de sólo 19 años de edad, quien iniciaba así su largo y útil expediente de servicio a la Patria, enriquecido por su participación en las tres guerras de ese siglo por la redención cubana.
Había nacido en la finca Las Delicias, en Majaguabo, San Luis, del indómito Oriente, el 2 de febrero de 1849. Por sus venas corría la sangre rebelde de los Maceo y en su mente fructificaban las ideas libertarias opuestas a los grilletes coloniales.
Apenas transcurridas 48 horas de su incorporación a las filas mambisas, junto a su hermano Antonio, José libraba su primer combate, en Tí Arriba. Su bravura, su lealtad y su pericia en las acciones militares, lo elevaron al sitial de Mayor General del Ejército Libertador cubano, grado concedido por José Martí, quien lo definió como un hombre “escogido por el Dios de la Guerra”.
La gloria de su vida estuvo integrada también por duros avatares que contribuyeron a forjar su recio carácter. Destierro, prisiones, persecuciones,  intrigas, discriminación por el color de su piel y su humilde procedencia. Dos veces evadió cárceles fuera del país, a las que había ido como consecuencia de la traición de autoridades españolas luego de concluida  la llamada Guerra Chiquita. Pero nada impidió la continuidad de su lucha por la independencia cubana.
El 1ro. de abril de 1895, José Maceo desembarca  por Duaba, Baracoa, junto a su hermano Antonio y otro bravo general mambí, Flor Crombet, para reiniciar la guerra necesaria. Una obligada dispersión de esa fuerza, lo sume durante 13 días en una odisea soportable sólo por hombres de su  temple. Hasta que logra incorporarse a las filas insurrectas.
Acción tras acción, se forjan sus hazañas. Y cuando el 22 de octubre de 1895 parte Antonio Maceo con la invasión hacia Occidente, deja como Jefe del Departamento Oriental al ya legendario José Maceo, jefe del Primer Cuerpo del Ejército Libertador Cubano. Desde entonces, hasta su caída en combate el 5 de julio de 1896 en Loma del Gato, las fuerzas españolas no tuvieron tregua en  el territorio por él dirigido. Una bala en el pecho extinguió la existencia del jefe mambí, del León de Oriente, del hombre que acostumbraba siempre a marchar, en los combates, por delante de la vanguardia.
La bala enemiga que lo mató, sin embargo, fue impotente ante la figura del bravo guerrero, la cual se convirtió en símbolo y paradigma que trascendieron el hecho fatal y protagonizan los tiempos presentes. Porque el Mayor General José Maceo pertenece a la pléyade de quienes son recordados no por  el hecho de su muerte, sino por la obra de su vida.
De este héroe nacido de las entrañas del pueblo, diría el doctor Fermín Valdés Domínguez,  antes del holocausto de Loma del Gato: “Todo su cuerpo está marcado por las balas. Cuenta con 18 heridas”.
Pero hay un grande de la Patria, el Generalísimo, Máximo Gómez, que con sus apreciaciones retrata al León de Oriente en toda su dimensión. En carta de duelo escrita a su esposa, Bernarda Toro, expresa con hondo sentimiento:
“Pocos cubanos he conocido más libre, más trabajador y más valiente;  y más resuelto, ninguno. Puedo decirte que la Patria ha perdido en él a uno de sus mejores y más decididos y probados servidores (…)   Ha muerto el General José Maceo, la verdad, como moriremos muchos, pero su memoria no puede ser olvidada; y guarda tú estas líneas que desde estos campos, donde retumba el cañón, te escribo, porque ellas significan mi duelo de guerrero por la pérdida del compañero y del amigo;  que él murió en su puesto, derribado de su caballo de batalla para aparecer más alto y hermoso en la historia de tu Patria”.
La predicción de Gómez es hoy realidad, porque la figura de José Maceo vive ahí, en lo más alto y hermoso de la Patria que lo recuerda agradecida y continúa la obra por él iniciada.

La humanidad sigue su marcha indetenible





El 31 de enero de 1962, en Punta del Este, Uruguay, el gobierno de los Estados Unidos consiguió que la Organización de Estados Americanos (OEA) expulsara a Cuba de su seno, trillando el camino para, pocos días después oficializar el bloqueo económico, comercial y financiero al país.
En esa ocasión, el soborno y el temor pudieron más que la dignidad de quienes se reunieron para condenar a Cuba. En América Latina, sólo México no rompió sus relaciones con nuestro país.
Pero el  4 de febrero siguiente, más de un millón de personas se reunieron en la capital cubana, y en nombre de todo nuestro pueblo, con Fidel al frente, proclamaron un histórico documento: La Segunda Declaración de La Habana. Vale recordar algunos fragmentos del discurso del Comandante en Jefe cubano aquel  memorable día, hace ahora 55 años.
"En Punta del Este se libró una gran batalla ideológica entre la Revolución Cubana y el imperialismo yanqui. ¿Qué representaban allí, por quién habló cada uno de ellos? Cuba representó los pueblos; los Estados Unidos representó los monopolios. Cuba habló por las masas explotadas de América; Estados Unidos, por los intereses oligárquicos explotadores e imperialistas. Cuba, por la soberanía; Estados Unidos, por la intervención. Cuba, por la nacionalización de las empresas extranjeras; Estados Unidos, por nuevas inversiones de capital foráneo. Cuba, por la cultura; Estados Unidos, por la ignorancia. Cuba, por la reforma agraria; Estados Unidos, por el latifundio. Cuba, por la industrialización de América; Estados Unidos, por el subdesarrollo. Cuba, por el trabajo creador; Estados Unidos, por el sabotaje y el terror contrarrevolucionario que practican sus agentes, la destrucción de cañaverales y fábricas, los bombardeos de sus aviones piratas contra el trabajo de un pueblo pacífico. Cuba, por los alfabetizadores asesinados; Estados Unidos, por los asesinos. Cuba, por el pan; Estados Unidos, por el hambre. Cuba, por la igualdad; Estados Unidos, por el privilegio y la discriminación. Cuba, por la verdad; Estados Unidos, por la mentira. Cuba, por la liberación; Estados Unidos, por la opresión. Cuba, por el porvenir luminoso de la humanidad; Estados Unidos, por el pasado sin esperanza. Cuba, por los héroes que cayeron en Girón para salvar la Patria del dominio extranjero; Estados Unidos, por los mercenarios y traidores que sirven al extranjero contra su Patria. Cuba, por la paz entre los pueblos; Estados Unidos, por la agresión y la guerra. Cuba, por el socialismo; Estados Unidos, por el capitalismo”.
"Con lo grande que fue la epopeya de la independencia de América Latina –continuaría el jefe de la Revolución su histórico discurso- con lo heroica que fue aquella lucha, a la generación de latinoamericanos de hoy le ha tocado una epopeya mayor y más decisiva todavía para la humanidad. Porque aquella lucha fue para librarse del poder colonial español, de una España decadente, invadida por los ejércitos de Napoleón. Hoy le toca la lucha de liberación frente a la metrópoli imperial más poderosa del mundo, frente a la fuerza más importante del sistema imperialista mundial y para prestarle a la humanidad un servicio todavía más grande del que le prestaron nuestros antepasados.
"Esta epopeya que tenemos delante la van a escribir las masas hambrientas de indios, de campesinos sin tierra, de obreros explotados, la van a escribir las masas progresistas; los intelectuales honestos y brillantes que tanto abundan en nuestras sufridas tierras de América Latina; lucha de masas y de ideas; epopeya que llevarán adelante nuestros pueblos maltratados y despreciados por el imperialismo, nuestros pueblos desconocidos hasta hoy, que ya empiezan a quitarle el sueño".
Han pasado 55 años y la historia ha confirmado los planteamientos de la Segunda Declaración de La Habana. El imperialismo no ha podido destruir la Revolución cubana. Ya Cuba no está aislada, nunca lo estuvo de los pueblos, sino de los gobiernos traidores a ellos. En otras naciones de nuestra América, se alzan procesos revolucionarios a los cuales el imperio no ha podido sobornar ni eliminar, aunque los ha convertido en víctimas de infamias, de amenazas y agresiones.
La realidad es que en la América de Bolívar y Martí, se está haciendo ya en muchos lugares lo que ellos dejaron sin hacer por los holocaustos de Santa Marta y de Dos Ríos, porque esta humanidad sigue diciendo ¡basta! y no ha detenido ni detendrá su marcha.

viernes, 27 de enero de 2017

José Martí en otro Montecristi




.Orlando Guevara Núñez
Montecristi,  localidad de la República Dominicana, está ligada estrechamente al nombre de nuestro Héroe Nacional, José Martí, y a la historia de la Revolución cubana en su etapa independentista. Allí, el 25 de marzo de 1895, fue firmado por Martí y Máximo Gómez el Manifiesto de Montecristi, documento contentivo de las ideas esenciales del Partido Revolucionario Cubano sobre la guerra  por éste organizada y que un mes antes había estallado en Cuba.
Luego de proclamar  que la Revolución  por la  independencia iniciada  en 1868  había entrado en Cuba en un nuevo período de guerra, se describen el carácter de esa contienda y sus razones. Así se define en el citado documento: “En la guerra que se ha reiciado en Cuba no ve la Revolución las causas del jùbilo que pudiera embargar al heroísmo irreflexivo, sino las responsabilidades que deben preocupar a los fundadores de pueblos”. No era una guerra inspirada en  el odio, sino en el afán de unir, de amar y de fundar.
Pero la obra  y el pensamiento de José Martí, viven también en otro Montecristi, en la provincia de Manabí, República de El Ecuador.
En este sitio se levanta el Centro Cívico Ciudad Alfaro, construido por el gobierno del actual presidente, Rafael Correa. Montecristi es la cuna natal del general Eloy Alfaro Delgado, el  25 de junio de 1842. Conocido como el “Viejo Luchador”, luego de décadas de constante batallar, fue presidente de la Repùblica durante los períodos desde 1895-1901 y 1906-1911.
En este otro Montecristi están presentes  la obra, el pensamiento y el legado solidario de nuestro José Martí. A la entrada del  solemne recinto, junto al busto de  Alfaro, solo otro lo acompaña, el del patriota cubano José Martí, en cuya base puede leerse uno de sus pensamientos: “Buscamos la solidaridad  no como un fin, sino como un medio encaminado a lograr que nuestra América cumpla su misión universal”.
Una sala contigua- donde en 2008 se aprobó la nueva Constitución  ecuatoriana- es escenario, también  junto a Alfaro, de una gigantografía martiana, con otro de sus pronunciamientos relacionados con la lucha de los cubanos por su independencia: “Hemos sufrido impacientes bajo la tiranía, hemos peleado como hombres y algunas veces como gigantes, para ser libres”.
Al final, el rostro, en relieve, de medio centenar de próceres de nuestra América. Otra vez al  lado del “Viejo Luchador”, la figura del Apóstol de la independencia cubana.
Martí y Alfaro fueron amigos. Y se conoce que el prócer ecuatoriano, siendo presidente, dirigió una carta a la reina de España pidiéndole la independencia de Cuba, por la cual estuvo dispuesto a luchar, gesto que fue reconocido y agradecido por el Titán de Bronce, Antonio Maceo, y otros patriotas cubanos.
Así, la figura de José Martí tiene como escenario otro Montecristi. Hay fechas que resumen en un día hechos coincidentes. Esa curiosidad está presente en Martí y Alfaro; el 28 de enero de 1853, natalicio del Héroe Nacional cubano; el 28 de enero de 1912, muerte del “Viejo Luchador”, asesinado en Quito, la capital ecuatoriana.
Los dos siguen hoy no solo unidos en la historia, sino, sobre todo, convertidos en estandartes en  la nueva hora de la segunda independencia americana.

jueves, 26 de enero de 2017

¡Gracias, Martí!





.Orlando Guevara Núñez

¡Gracias, Martí!  Por habernos enseñado que de altar se ha de tomar a Cuba, para ofrendarle nuestra vida, y no de pedestal para levantarnos sobre ella. Y por haber cumplido siempre su compromiso con Doña Leonor de que jamás saldría de usted obra sin piedad y sin limpieza.
¡Gracias, Martí!  Por habernos inculcado la convicción de que la verdadera libertad es la esclavitud del deber.
¡Gracias, Martí!  Por enseñarnos que no puede haber igualdad social posible sin igualdad de cultura.
¡Gracias, Maestro!  Por habernos legado, a través de Abdala, el sentimiento patriótico de que el amor a la Patria no es el amor ridículo a la tierra ni a las hierbas que pisan nuestras plantas, ¡es el odio invencible a quien la oprime, es el rencor eterno a quien la ataca!  Y  que cuando se muere en brazos de la Patria agradecida, la muerte acaba, la prisión se rompe, ¡y  empieza al fin, con el morir, la vida!
¡Gracias!  Por habernos hecho herederos de La Edad de Oro, donde la historia, la ciencia y el humanismo se juntan para formar personas de bien desde la niñez a quien usted calificó como la esperanza del mundo.
¡Gracias, Martí! Por sus Versos Sencillos, donde aprendimos que la esclavitud de los hombres es la gran pena del mundo, y que morir en lo oscuro debe estar reservado solo para los traidores.
¡Gracias!  Por  su  lección, con vigencia para estos tiempos, sobre que  el pueblo es el verdadero jefe de las revoluciones.
¡Gracias, Martí!  Por haber sido la fuente inspiradora de Fidel para hacer la Revolución que convirtió en realidad los sueños suyos de libertad, independencia y dignidad plena del hombre.
En una ocasión, rememorando el brutal crimen contra los  ocho estudiantes de Medicina, ocurrido en La Habana el 27 de noviembre de 1871, concluyó Martí su emotivo discurso con una exhortación  que presagiaba el futuro de las luchas cubanas por su libertad e independencia:  ¡Cantemos hoy, ante la tumba inolvidable, el himno de la vida!
Hoy aquí, Martí, esta generación sigue entonando el himno de la vida.  Porque si un día hasta aquí vinieron los moncadistas, convocados por usted para ganar la libertad de la Patria, hoy un pueblo entero le rinde tributo de trabajo, de lucha, de combate y de victoria, para que la Patria cubana siga siendo  digna de sus ideas, de sus virtudes y de su grandeza.

José Martí, Autor intelectual del asalto al Moncada



.Orlando Guevara Núñez

A José Martí los cubanos, además de cómo Héroe Nacional, El Maestro o el Apóstol de nuestra independencia, lo conocemos como Autor Intelectual del asalto al Cuartel Moncada.
¿En cuáles circunstancia nació ese  último apelativo al hombre reconocido también como el más universal de los cubanos?
Fue durante una de las sesiones del juicio seguido a los asaltantes, en este caso al  entonces joven abogado y máximo jefe de la acción del 26 de julio de 1953, Fidel Castro. El escenario fue el Palacio de Justicia de Santiago de Cuba.
Es conocido que , como consecuencia del desconocimiento de la dictadura batistiana sobre el carácter del Movimiento revolucionario y las ideas que sustentaban  el proceder de los jóvenes asaltantes, en el juicio fueron involucrados decenas de políticos de la oposición que nada tenían que ver con las acciones de ese día en Santiago de Cuba y Bayamo.
Fidel, ante las disímiles preguntas, respondió categóricamente que ninguno de esos políticos presos, ni otros, tenían  participación alguna en el asalto, ni como miembros del Movimiento.
Fue en esas circunstancias que uno de esos  acusados, Ramiro Arango Alsina, quien en su condición de abogado ejercía su propia defensa, tratando de demostrar su inocencia, pregunto a Fidel:
- ¿Pertenezco yo a ese movimiento?
. No. Fue la respuesta categórica del máximo jefe de los asaltantes.
- Entonces no he sido autor intelectual de esta revolución?  La nueva pregunta provocó la definición histórica de Fidel sobre José Martí:
- Nadie debe preocuparse de que lo acusen de ser autor intelectual de la Revolución, porque el único autor intelectual del asalto al Moncada es José Martí, el Apóstol de nuestra independencia.
Un aplauso de los verdaderos asaltantes, suscribió las palabras de Fidel.
Y no era esta una afirmación alejada de la realidad, pues en el  manifiesto que sería dirigido por la radio al pueblo si se lograba la toma del  Moncada, se puntualizaba que  “La revolución declara que reconoce y se orienta en los ideales de Martí, contenidos en sus discursos, en las Bases del Partido Revolucionario Cubano y en el Manifiesto de Montecristi (…)
Luego, en su alegato La historia me absolverá,  ante el tribunal que lo juzgaba, Fidel  expondría con mayor amplitud sus concepciones martianas y la correspondencia del programa revolucionario con ese pensamiento.