.Orlando Guevara Núñez
La propaganda enemiga de la
Revolución cubana, cumpliendo su papel de reaccionaria y mercenaria, no cesa de
mentir sobre la realidad de nuestro país. Llegan incluso a tergiversar el
panorama cubano de antes de 1959, afirmando que vivíamos en un país próspero y
rico, atribuyéndole el mérito nada menos que al tirano Fulgencio Batista.
De esas falsedades parten para pedir
que Cuba haga cambios. Los cubanos vivimos orgullosos de vivir en un país que
ha hecho los mayores cambios en nuestro continente, siempre para favorecer al
pueblo, no a explotares nacionales y
extranjeros.
He aquí algunas realidades que los
cubanos no debemos olvidar, para saber de dónde venimos, donde estamos,
hacia dónde vamos y reafirmar nuestra decisión de que permanezcan en el
pasado y no tengan ni presente ni futuro en nuestra Patria.
El 85 por ciento de los pequeños agricultores cubanos pagaba
renta y vivía amenazada del desalojo. Más de la mitad de las
mejores tierras de producción cultivadas estaba en manos extranjeras. Desde
1959, los campesinos son dueños absolutos de la tierra que trabajan, y fueron
eliminados todos los latifundios. Si algún crítico de la Revolución tiene otro
ejemplo igual, que lo demuestre y divulgue.
Doscientas mil familias
campesinas no tenían tierra donde sembrar y, en cambio, estaban sin
cultivar, en manos de poderosos intereses, cerca 300 000 caballerías de tierras
productivas. La Revolución no solo hizo propietarios de la tierra a los
campesinos, sino que ha repartido parcelas en usufructo gratuito a miles de hombres del campo quienes, en
cooperativas o de forma individual la trabajan y son dueños absolutos de lo que
producen. Señálese ejemplo igual.
.
El 20% de los
propietarios tenía menos del 1 % de las tierras. El 1 %, tenía el 46% de ese
medio vital para la vida en el campo. En solo 13 latifundios norteamericanos
asentados en la economía azucarera, se concentraba la impresionante cifra de 1
173 000 hectáreas, extensión superior a la poseída por 101 278
fincas pequeñas, mientras que más de 100 000 campesinos trabajaban la tierra
sin ser dueños de éstas, y sólo el 30 por ciento de quienes trabajaban el agro
eran propietarios. En 894 personas se monopolizaba la tercera parte
del área dedicada a la agricultura.
Esa estructura de propiedad cambió
totalmente. Ni latifundistas, ni explotadores, ni explotados. La tierra regresó
a sus legítimos dueños. ¿En cuál otro país puede señalarse cambio igual?
Unos 33 000 agricultores eran
aparceros, es decir, trabajaban una parcela sin ser dueños y tenían que pagar a
sus propietarios, mientras que 13 000 eran precaristas, quienes se asentaban en
tierras del Estado, sin proceder legal alguno. Otros 46 000 trabajaban como
arrendatarios y 6 987 como subarrendatarios. Miles de estos productores eran
despojados de sus tierras y sus casas, pasando a vivir en los caminos reales,
con toda su familia. Hoy, en Cuba, no existe el desalojo y todas las personas,
sin excepción, son protegidas en sus derechos por el Estado Socialista.
Si alguien tiene un ejemplo sobre cambio
similar en otro país, sería mi deseo conocerlo.
En nuestros campos, antes de 1959,
más de 200 mil familias vivían en bohíos miserables, sólo el 9 % disfrutaba del
servicio eléctrico, 96 de cada 100 familias no consumía carne habitualmente,
menos del 1 % comía pescado, apenas el 2 % tenía el huevo en su alimentación
y un 89 % no contaba con un decisivo recurso dietético como lo es
la leche. Ese era el país rico que teníamos, el que heredó y transformó la Revolución.
Datos ofrecidos
por una encuesta de una organización juvenil católica, en 1957, afirman que una
familia campesina cubana, como promedio, tenía un ingreso de 46 pesos al mes
para los gastos de alimentación, ropa, medicinas y transporte,
contabilizado el valor de los alimentos que ella misma producía. Ese drama
forma parte de un pasado que a Cuba no podrá jamás volver.
Y otra
transformación importante en los campos cubanos: Asistencia médica total y
gratuita. Erradicación del analfabetismo. Acceso universal a todos los niveles
educacionales, de forma gratuita. La cultura, el deporte y la recreación,
patrimonio de todos. Protección de la seguridad y asistencia social,
garantizando que nadie quede abandonado a su suerte. Y una conquista muy
preciada: el respeto a la dignidad de todas las personas, sin distinción de raza,
credo, sexo y otras manifestaciones.
Cuídense
quienes a esos cambios cubanos le llaman “Dictadura”, de que los pueblos
preteridos, sobre todo de nuestros pueblos latinoamericanos, se aprendan ese
calificativo y conozcan la realidad de este país y sus cambios. Estoy seguro de
que soñarán con una “dictadura” igual, que haga los mismos cambios.
Se darían
cuenta entonces de que los enemigos le
piden cambios a Cuba no en nombre del pueblo, sino de los latifundistas, de los
explotadores, de los millonarios, de los asesinos. Y ese cambio es el que nunca
tendrá lugar en la patria de Martí, de Fidel y de Raúl. Los cubanos seguiremos
cambiando, pero para fortalecer el socialismo que estamos dispuestos a defender
hasta con nuestra propia sangre.
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