.Orlando Guevara Núñez
La directiva del presidente de los Estados Unidos,
Barack Obama, sobre la normalización de
las relaciones con Cuba, es algo así como un canto de sirenas que esconde tras
de sí, disfrazados con engañosas
melodías, los aullidos de lobos
que buscan hipnotizar a su presa para después devorarla. Solo que Cuba
no tiene vocación de Caperucita Roja. Y Obama no ha tenido en cuenta esa
realidad.
Obama define las
razones de su llamado cambio de política hacia nuestro país, es decir, “emprender
un nuevo rumbo respecto a Cuba, poniendo fin a una política desactualizada que
fracasó en hacer avanzar los intereses de Estados Unidos, en apoyar las
reformas y en mejorar la vida del pueblo cubano en la Isla durante varias
décadas”.
La cuestión está clara: hay que cambiar para “otro rumbo”
que garantice los intereses de Estados Unidos en Cuba. Y los cubanos sabemos
muy bien cuáles han sido y son esos intereses: destruir a la Revolución cubana.
Y el lamento imperial consiste en que el bloqueo no pudo lograr ese objetivo,
ni tampoco las agresiones, ni las amenazas, ni los intentos de aislamiento, ni
las calumnias, ni sus leyes criminales como la Torricelli, Helms-Burton y la de
Ajuste Cubano.
El objetivo proclamado por Obama no puede ser más engañoso.
De solo ojear estas breves líneas, puede descubrirse la falsedad: “(…) ayudar
al pueblo cubano a lograr un futuro mejor e incentivar el desarrollo de un
socio en la región que sea capaz de trabajar con Estados Unidos para enfrentar
desafíos regionales tales como el cambio climático, enfermedades y el tráfico
ilícito”.
La hipocresía no resiste el análisis. La mejor ayuda de
Obama al pueblo cubano consistiría, sencillamente, en la eliminación del
bloqueo económico, comercial y financiero impuesto a nuestro país desde el
mismo nacimiento de la Revolución. Pero la ayuda a la que él se refiere es
otra: la ayuda a regresar al sistema capitalista. Para contar con otro “socio”
al estilo de los derechistas que hoy en Argentina y Brasil, entregan las
conquistas del pueblo a los explotadores, o de los que en Venezuela, Bolivia,
Ecuador y otros países, tratan de imponer el modelo neoliberal, es decir, el
modelo deseado por el imperio para Cuba.
Lo principal para el imperialismo norteamericano es
provocar en Cuba una subversión interna que, apoyada por ellos, desmonte el
sistema socialista. Su egocentrismo los conduce al complejo de querer emular
con Dios en eso de aspirar a que el hombre sea a su imagen y semejanza.
Quiere Obama que Cuba tenga un gobierno que coopere con
Estados Unidos frente a las enfermedades, pero durante más de medio siglo
nuestro país no ha podido, ni puede, comprar en ese país medicinas
indispensables para salvar una vida o aliviar un mal. Por otra parte, millones
de norteamericanos son cada año amputados, pero no pueden utilizar la medicina
cubana efectiva contra ese flagelo, porque el bloqueo se lo impide. Eso sucede
también con otros adelantos científicos cubanos.
Habla el presidente norteamericano sobre el combate al
tráfico ilegal, pero en el mismo documento plantea que no habrá modificación en
la criminal Ley de Ajuste Cubano. En realidad, como lo demuestran las medidas
positivas, pero insuficientes, de Obama en relación con el bloqueo, lo que
hacen, en buen decir cubano, es “acercar las brasas a su fogón”, beneficiando
más a los intereses imperiales que al pueblo cubano.
Quienes conozcan la realidad cubana y lean los
planteamientos de Obama en su directiva presidencial, se darán cuenta de lo
engañoso del documento en muchos de sus pronunciamientos. Faltan ya pocas horas
para las elecciones en los Estados Unidos y, como se ha dicho, quien asuma la
presidencia tendrá la opción de dar continuidad o tirar al basurero de la
historia esta directiva.
Obama tuvo el mérito de haber reconocido públicamente el
fracaso del bloqueo e incluso de llevar
al Congreso la petición de su levantamiento. Pero, indudablemente, ha hecho muy
poco de lo mucho que pudo hacer, desde el punto de vista personal, para
contribuir a desmantelar esa medida que sigue siendo un baldón para la moral de
su gobierno.
El pueblo cubano ha reaccionado con vigor e indignación
ante este documento injerencista. Y la posición expresada por obreros,
campesinos, estudiantes, organizaciones de masas y sociales, a todo lo largo y
ancho del país, está bien definida: apoyamos el diálogo, las negociaciones,
pero no admitiremos nunca injerencias, ni imposiciones, ni irrespetos a una
soberanía que ganó nuestro pueblo no en urnas amañadas, ni en un golpe de
estado, sino con las armas en las manos, a costa de más de 20 mil vidas
perdidas.
Esta es y seguirá siendo, la Revolución patriótica,
democrática y socialista de los humildes, por los humildes y para los humildes.
Y por esa Revolución estamos dispuestos a dar hasta nuestra propia vida.
Palabra de pueblo. Esa realidad no fue
tenida en cuenta por Obama al redactar su directiva.
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