.Orlando
Guevara Núñez
En
la Estación de Policía, la fuerza atacada por los revolucionarios era superior en número. Unos 70 policías y 15
soldados. Pepito-afirmó Frank- llevaba
28 hombres; ocho integraban el grupo de Otto, más un grupo, el asignado a
Paquito, más pequeño.El combate es violento. El enemigo sufre varias bajas. El
primer revolucionario en caer es Tony Alomá; Pepito Tey avanza con mayor ímpetu
hacia la posición enemiga, es herido en una pierna y sigue combatiendo hasta el
final.
También
Otto Parellada es víctima del desigual enfrentamiento. Ante la imposibilidad de
tomar la estación de la
Policía, se ordena la retirada de los revolucionarios, no sin
antes incendiar el edificio, que es
destruido por las llamas.
A
poca distancia, los disparos rebeldes quebrantan la resistencia de la Policía Marítima.
Se toman prisioneros y armas, pero un refuerzo enemigo, procedente del Cuartel
Moncada, entra en acción. El asalto se libra sin bajas de los estrenados
combatientes.
La
otra acción principal, el ataque y bloqueo del Cuartel Moncada, no llegó a
ejecutarse, como consecuencia de la detención, durante la noche del 29, de sus
principales responsables, Léster Rodríguez y Josué País. Por ese motivo no se
disparó el mortero contra la fortaleza. Las Brigadas Estudiantiles secundan el
alzamiento.
Terminados
los combates en los lugares escogidos, los valientes asaltantes ocupan diversos
puntos de la ciudad y actúan como francotiradores. La resistencia se
mantiene y al día siguiente, aún se luchaba.
Una
descripción realizada por Frank País caracteriza los acontecimientos del 30 de
noviembre de 1956 en Santiago de Cuba.
“La ciudad amaneció bajo
un tiroteo general. Armas de todos los calibres vomitaban fuego y metralla.
Alarmas y sirenazos de los bomberos, del cuartel Moncada, de la marina. Ruido
de los aviones volando a baja altura. Incendios por toda la ciudad. El ejército
revolucionario dominando las calles y el ejército de Batista pretendiendo
arrebatarle ese dominio. Los gritos de nuestros compañeros, secundados por el
pueblo, y mil indescriptibles sucesos y emociones distintos”.
Al
concluir los combates, la persecución de las fuerzas de la tiranía fue feroz,
pero enfrentó un valladar decisivo: la solidaridad del pueblo santiaguero. Las
puertas se abrían para que los jóvenes asaltantes perseguidos entraran. Mucha
gente del pueblo arriesgó así también su vida ese 30 de noviembre.
En la jefatura de la Policía Nacional,
por ejemplo, los bomberos que acudieron a apagar el incendio, ayudaron a
escapar a los detenidos por la tiranía que allí estaban. Unos de esos
combatientes relataría que “Los bomberos nos sacaron disfrazados con sus ropas
y cascos con la mayor naturalidad, por delante de los propios policías”.
Durante
la lucha, narra Asela de los Santos, una joven santiaguera incorporada a la
insurrección, a un combatiente se le cayó una caja de balas. “Los proyectiles
se regaron en la calle. Pasaban en aquel momento un hombre con una carretilla y
varios transeúntes y sin pronunciar palabra, se agacharon y después de
recogerlas siguieron su camino”.
El
Granma llegó a un lugar cercano a Playas Coloradas, en Niquero, el día 2 de
diciembre, 48 horas después del levantamiento de Santiago de Cuba. Las noticias
eran contradictorias, pero Frank siempre confió en que Fidel y los
expedicionarios llegarían a la Sierra Maestra. Por aquellos días, el héroe de la
lucha clandestina le dijo a Armando Hart: “Ahora, a unir los campesinos y realizar acciones, que esto será una bola que
nadie podrá detener”.
“Frank
era tan organizado, afirma la combatiente María Antonia Figueroa, que después
del levantamiento el Movimiento quedó intacto, no sufrió más descalabros que la
pérdida de esos tres compañeros (Pepito, Otto y Tony). Él ordenó enseguida
recuperar cuanta arma y bala encontráramos”.
Después
de terminado el combate del 30 de noviembre, el Movimiento Revolucionario 26 de
Julio, con Frank País al frente, se preparaba para iniciar otro: el respaldo a
Fidel en la Sierra Maestra, y el fortalecimiento de la organización
clandestina.
Tal
como se había previsto, se puso en marcha otra fase de la acción, mediante
sabotajes a las comunicaciones, el transporte y otras instalaciones. En muchas
otras partes, los revolucionarios se habían lanzado también a la lucha.
El
apoyo a Fidel y a sus compañeros tomaría otras formas. En marzo de 1957, Frank organiza y envía, como refuerzo
del Ejército Rebelde, a más de medio
centenar de combatientes, muchos de ellos participantes de la heroica acción
del 30 de noviembre de 1956. En junio de ese mismo año, otro grupo, con igual
fin, marcha hacia las legendarias montañas orientales. Muchos de los jóvenes
que estrenaron el uniforme verde olivo en la entonces capital del indómito Oriente,
caerían después en las propias calles santiagueras.
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