domingo, 3 de julio de 2016
Nuestro Fidel de siempre: en el exilio
Orlando Guevara Núñez.-
Los difíciles días del presidio quedaron atrás el 15 de mayo de 1955 cuando, como consecuencia de la presión popular, Fidel y sus compañeros moncadistas fueron amnistiados. Otras jornadas heroicas se sumarían a la lucha revolucionaria.
Pocos días pudo estar en Cuba el joven rebelde. El camino de la vía electoral estaba cerrado por la dictadura batistiana y los partídos políticos opositores que no estaban dispuestos a la lucha por la verdadera libertad e independencia de la nación cubana. La opresión, la corrupción y el oportunismo se imponían.
Así, el 7 de julio de ese mismo año, Fidel parte hacia el exilio en México. Pero no se marcha derrotado. Busca la forma de poder organizar la continuidad del combate armado.
A los pocos días de llegar a la hermana nación azteca, escribe a sus compañeros:
“Considero tan importante y delicado lo de afuera, que soporto con resignación la amargura de esta ausencia y convierto toda mi pena en impulso, en deseo ardiente de verme peleando cuanto antes en la tierra cubana. Vuelvo a reiterar mi promesa de que si lo que anhelamos no fuera posible, si nos quedáramos solos, me verían llegar en bote, a una playa cualquiera, con un fusil en la mano”.
Otra vez forjando y uniendo voluntades, sembrando esperanzas, creyendo en lo que muchos pensaban imposible.
Allí, privado de recursos, vigilado y perseguido, sufriendo incluso prisión, cada adversidad era doblegada por el espíritu de redención de la patria. En la citada misiva a sus compañeros, fechada el 2 de agosto de 1955, expresa:
“En el más infortunado de los casos, de nosotros podrá decirse el día de mañana que supimos morir ante un imposible, pero nunca que se nos vio llorar de impotencia”
Y agrega: “Miren: yo tengo una gran fe; pero no es una fe religiosa, sino racional y lógica, porque en esta hora de tremenda confusión, somos los únicos que tenemos una línea, un programa y una meta. ¡Y decisión para alcanzarla o morir en el empeño! Pienso pronto dedicarme a la redacción de nuestro programa completo y someterlo a la consideración de ustedes. Será un mensaje de esperanza en un mundo mejor al pueblo de Cuba y una promesa de buscarlo con nuestra vida y nuestra sangre”.
Antes de salir para México había dejado constituida la Dirección del Movimiento Revolucionario 26 de Julio. Y allá, durante el exilio, sostuvo dos encuentros (en agosto y octubre de 1956) con el joven revolucionario Frank País García, con el objetivo de preparar en Cuba el apoyo a la futura expedición. También se entrevistó allí con el líder estudiantil José Antonio Echeverría, donde quedó pactada la convergencia de ambos en los objetivos de la lucha revolucionaria.
No eran muchos los que entonces creían en las posibilidades de la lucha planteada por Fidel; pero, poco a poco, cada día, eran más. Ya dijimos que en cada momento Fidel ha tenido la virtud de expresar una idea que luego se ha convertido en fuerza de sus compañeros y de su pueblo.
Así sucedió durante su exilio en México. Cuando muchos dudaban de su regreso a Cuba para reiniciar la lucha armada, él sintetizó esa decisión en pocas palabras: En el 56 seremos libres o seremos mártires. Se conoce, incluso, que durante la segunda visita de Frank País a México, el joven líder clandestino le pidió aplazar la fecha de la expedición, con el objetivo de preparar mejores condiciones para su respaldo; pero la palabra empeñada no admitía dilación.
Otra afirmación de Fidel fue preludio de los resultados futuros de aquella epopeya libertaria: Si salgo, llego; si llego, entro; si entro, triunfo. Salió desde Tuxpan, México, el 25 de noviembre de 1956; llegó a Los Cayuelos, cercano a Playa Las Coloradas, cerca de Niquero, otrora provincia de Oriente, el 2 de diciembre; entrö al territorio cubano, escaló la Sierra Maestra, desarrolló la guerra revolucionaria y triunfó el 1ro. de enero de 1959.
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