martes, 5 de julio de 2016
El General José Maceo Más alto y hermoso en la historia de la Patria
.Orlando Guevara Núñez.-
La gesta independentista iniciada el 10 de octubre de 1868 en La Demajagua, contó de inmediato con un nutrido grupo de patriotas santiagueros que ya conspiraban contra el poder colonial español. Y entre ellos estaba José Maceo Grajales, un audaz joven de sólo 19 años de edad, quien iniciaba así su largo y útil expediente de servicio a la Patria, enriquecido por su participación en las tres guerras de ese siglo por la redención cubana.
Había nacido en la finca Las Delicias, en Majaguabo, San Luis, del indómito Oriente, el 2 de febrero de 1849. Por sus venas corría la sangre rebelde de los Maceo y en su mente fructificaban las ideas libertarias opuestas a los grilletes coloniales.
Apenas transcurridas 48 horas de su incorporación a las filas mambisas, junto a su hermano Antonio, José libraba su primer combate, en Tí Arriba. Su bravura, su lealtad y su pericia en las acciones militares, lo elevaron al sitial de Mayor General del Ejército Libertador cubano, grado concedido por José Martí, quien lo definió como un hombre “escogido por el Dios de la Guerra”.
La gloria de su vida estuvo integrada también por duros avatares que contribuyeron a forjar su recio carácter. Destierro, prisiones, persecuciones, intrigas, discriminación por el color de su piel y su humilde procedencia. Dos veces evadió cárceles fuera del país, a las que había ido como consecuencia de la traición de autoridades españolas luego de concluida la llamada Guerra Chiquita. Pero nada impidió la continuidad de su lucha por la independencia cubana.
El 1ro. de abril de 1895, José Maceo desembarca por Duaba, Baracoa, junto a su hermano Antonio y otro bravo general mambí, Flor Crombet, para reiniciar la guerra necesaria. Una obligada dispersión de esa fuerza, lo sume durante 13 días en una odisea soportable sólo por hombres de su temple. Hasta que logra incorporarse a las filas insurrectas.
Acción tras acción, se forjan sus hazañas. Y cuando el 22 de octubre de 1895 parte Antonio Maceo con la invasión hacia Occidente, deja como Jefe del Departamento Oriental al ya legendario José Maceo, jefe del Primer Cuerpo del Ejército Libertador Cubano. Desde entonces, hasta su caída en combate el 5 de julio de 1896 en Loma del Gato, las fuerzas españolas no tuvieron tregua en el territorio por él dirigido. Una bala en el pecho extinguió la existencia del jefe mambí, del León de Oriente, del hombre que acostumbraba siempre a marchar, en los combates, por delante de la vanguardia.
La bala enemiga que lo mató, sin embargo, fue impotente ante la figura del bravo guerrero, la cual se convirtió en símbolo y paradigma que trascendieron el hecho fatal y protagonizan los tiempos presentes. Porque el Mayor General José Maceo pertenece a la pléyade de quienes son recordados no por el hecho de su muerte, sino por la obra de su vida.
De este héroe nacido de las entrañas del pueblo, diría el doctor Fermín Valdés Domínguez, antes del holocausto de Loma del Gato: “Todo su cuerpo está marcado por las balas. Cuenta con 18 heridas”.
Pero hay un grande de la Patria, el Generalísimo, Máximo Gómez, que con sus apreciaciones retrata al León de Oriente en toda su dimensión. En carta de duelo escrita a su esposa, Bernarda Toro, expresa con hondo sentimiento:
“Pocos cubanos he conocido más libre, más trabajador y más valiente; y más resuelto, ninguno. Puedo decirte que la Patria ha perdido en él a uno de sus mejores y más decididos y probados servidores (…) Ha muerto el General José Maceo, la verdad, como moriremos muchos, pero su memoria no puede ser olvidada; y guarda tú estas líneas que desde estos campos, donde retumba el cañón, te escribo, porque ellas significan mi duelo de guerrero por la pérdida del compañero y del amigo; que él murió en su puesto, derribado de su caballo de batalla para aparecer más alto y hermoso en la historia de tu Patria”.
La predicción de Gómez es hoy realidad, porque la figura de José Maceo vive ahí, en lo más alto y hermoso de la Patria que lo recuerda agradecida y continúa la obra por él iniciada.
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