lunes, 6 de junio de 2016
Tiempos de Revolución: María
.Orlando Guevara Núñez.-
María fue una mujer brava durante la guerra. Antibatistiana de palabra y de acción. Estuvo entre las muchas mujeres que bajo sus faldas trasladaron mensajes y armas rebeldes. Las indómitas lomas supieron muchas veces de su presencia. Su nombre inspiraba respeto por su decisión, su temperamento y el don de decir las cosas como las pensaba, sin tener muy en cuenta el escenario donde actuaba.
Su prestigio creció el día que un soldado del ejército batistiano se pasó de raya con ella. Quiso despojarla de un caballo, la maltrató y quiso imponer su autoridad. María respondió a su manera. Lo abofeteó y de contra le quitó el revólver. De allí la llevaron para el cuartel, en calidad de prisionera. Ya en la guarida militar, se quitó un zapato y la emprendió contra un retrato de Fulgencio Batista, que colgaba en la pared, no sin antes proferir algunas palabras nada agradables dedicadas al dictador. Nadie sabe cómo, pero María fue puesta en libertad.
En otra ocasión, el ejército batistiano tomó preso a uno de los vecinos de la barriada. Realmente, el hombre era colaborador de los rebeldes, pero no le pudieron probar ni encontrar nada. Él mismo testimonió que los guardias lo registraron de pie a cabeza, menos un bolsillo pequeño del pantalón que sólo era destinado al dinero en menudo. Y precisamente allí traía dos o tres balas de revólver 45, las cuales no tuvo otro remedio que tragárselas para borrar evidencias. Pero estar preso era un alto riesgo, porque cualquier cosa podía pasar, y más a la gente fichada como enemiga.
Por eso María se presentó en el cuartel del pueblo a pedir la libertad del detenido. Y más que pedirla, la exigió. Y puede decirse mejor que la peleó. Y no precisamente con súplicas, sino con fuertes palabras que incluían calificativos de asesinos, cobardes y otros que, aunque ciertas, llenaban de furia a los agentes de uniforme.
Mucha gente no se explicó cómo, pero lo cierto es que el hombre fue liberado y María salió también ilesa de aquella acción.
Los primeros días del triunfo de la Revolución fueron para esta brava mujer motivo de regocijo. Pero pronto su postura cambió de forma vertical. Aún la recuerdo criticando con inusitado desenfreno al comunismo. Ese era su único motivo para apartarse de la Revolución por la cual había luchado.
Atacaba sin misericordia a los dirigentes revolucionarios, acusándolos de haber traicionado el ideal patriótico. Y su hostilidad no reconocía límites. Para esa fecha, la campaña enemiga contra el comunismo era brutal. Lo que pasó fue que la sabia conducción de Fidel demostró esas mentiras no sólo con las palabras, sino, sobre todo, con los hechos.
Y puede que en el campo teórico muchos, en aquellos momentos, no supiéramos definir ni identificar el significado de la palabra comunista. Pero partíamos de un hecho inobjetable: sabíamos ya que el gobierno norteamericano había apoyado a Batista contra Fidel. Conocíamos también que ese gobierno estaba contra el proceso revolucionario. Y siendo así, si el comunismo fuera malo, hubiese sido respaldado por él. Por otra parte, si las cosas que estaba haciendo el Gobierno Revolucionario, si sus leyes justicieras y en beneficio del pueblo eran comunismo, entonces valía la pena ser comunista.
Ahora la conclusión es fácil, pero no en aquella época, en la cual muchos como María se apartaron definitivamente de la Revolución y renegaron de su propia clase. María procedía de una familia extremadamente humilde. Ningún sistema como el socialismo podía interpretar mejor sus intereses y realizar sus sueños. Pero no pudo sobreponerse al veneno inoculado que minó sus arterias.
Allí, en la casa donde junto a otros hermanos ella vivía, unos pocos muchachos del barrio fundamos la primera Brigada Juvenil de Trabajo Revolucionario de la Asociación de Jóvenes Rebeldes en la zona. Su sobrino Ramón fue el Presidente. Allí nos reuníamos para hablar sobre las cosas que debíamos hacer. Y estudiábamos materiales revolucionarios. En esa casa discutimos también la formación de un Comité de Defensa de la Revolución, con poca visión sobre lo que le correspondería hacer, pero sin dudas de que sería, como su nombre lo indica, unir personas para defender a la Revolución.
En no pocas ocasiones recibimos reprimendas de María. Y para nosotros no faltó tampoco el calificativo de comunistas, condición que en realidad no teníamos y que alcanzamos algunos años después, por cualidades muy distintas a las atribuidas por ella a un comunista.
Yo no recuerdo a María como una enemiga. La recuerdo como una persona que no supo continuar el camino después de haberlo emprendido. No luchó nunca por ambición de bienes personales, ni de cargos. Pero la confusión pudo más que su visión. Y la campaña anticomunista privó a la Revolución de una combatiente honesta y valiente. Como revolucionaria dijo e hizo mucho por la liberación; al renegar, se limitó a las palabras.
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