martes, 28 de junio de 2016
En Santiago de Cuba, un eterno tributo a sus héroes caídos
.Orlando Guevara Núñez.-
Este 30 de junio, como todos los años, el pueblo santiaguero, principalmente la juventud, rendirá homenaje a tres jóvenes héroes que cayeron combatiendo a la tiranía batistiana, en 1957. Ellos fueron Josué País García, Floromiro Vistel Somodevilla y Salvador Pascual Salcedo
Josué País García era el hermano menor de Frank. Nació en Santiago de Cuba, el 28 de diciembre de 1937. Al morir contaba con sólo 19 años de edad. De conocida procedencia humilde, sus inquietudes revolucionarias lo habían integrado a la lucha estudiantil en el Instituto santiaguero. Formó parte del Bloque Estudiantil Martiano. Sus aspiraciones de estudiar ingeniería en la Universidad, quedaron truncas ante los requerimientos de su actividad revolucionaria.
Floromiro Vistel Somodevilla nació en Santiago de Cuba, el 18 de mayo de 1934. No había cumplido los 23 años de edad cuando ofrendó su vida a la libertad de la Patria.
No tuvo oportunidad de continuar estudiando después de alcanzar el sexto grado, pues la necesidad lo obligó a trabajar desde muy joven para contribuir al sustento de su humilde hogar. Laboró como chofer en una fábrica de galletas en su ciudad natal.
Salvador Pascual Salcedo tenía 23 años al caer en combate, el 30 de junio de 1957. Había nacido en Santiago de Cuba, el 8 de abril de 1934, en el seno de una humilde familia. Estudió Derecho Administrativo en la Universidad de La Habana, trabajando luego en las tiendas de ropas Luxor y La Francia, de la ciudad santiaguera.
Los tres eran integrantes del Movimiento Revolucionario 26 de Julio en la clandestinidad.
Ese día, uno de los más connotados criminales, jefe de una banda paramilitar batistiana, Rolando Masferrer Rojas, había convocado un mitin en el Parque Céspedes, corazón de la ciudad de Santiago de Cuba, con el objetivo de hacer aparecer ante la opinión pública que aquí reinaba la paz y desvirtuar la lucha insurreccional, sustituyéndola por las corrompidas urnas electorales.
El Movimiento 26 de Julio orientó desbaratar esa farsa. Parte de esa tarea la cumplieron Josué, Floro y Salvador, hasta tener un encuentro con sicarios de la dictadura. Los dos últimos murieron como consecuencia del tiroteo. Josué, según testigos, fue hecho prisionero herido y asesinado dentro de un vehículo militar.
Otras acciones demostraron ese día que Santiago de Cuba estaba muy lejos del pacifismo pregonado por Masferrer y sus esbirros.
En ese propio junio, un periodista norteamericano, Herbert Matthews, quien en febrero de ese año había entrevistado a Fidel en la Sierra Maestra, escribía en el diario The New York Time sus impresiones sobre la capital oriental.
“Esta es una ciudad en revolución contra el presidente Fulgencio Batista. Ninguna otra descripción podría señalar el hecho de que virtualmente todo hombre, mujer y niño en Santiago de Cuba, excepto la policía y las autoridades militares, están luchando al costo de lo que ellos pueden para derribar a la dictadura militar en La Habana. Lo que se aplica a Santiago puede aplicarse a toda la provincia de Oriente, al extremo oriental de la Isla, la más densamente poblada y la más fértil región de Cuba y que tradicionalmente ha sido la cuna de la lucha por la libertad”.
La muerte de los tres revolucionarios santiagueros, causó una profunda impresión entre el pueblo de Santiago de Cuba y de los combatientes guerrilleros de la Sierra Maestra. Así, el 21 de julio de 1957, el Ejército Rebelde escribe a Frank País una carta de condolencia, la cual no llegó a las manos del jefe clandestino, por su también heroica muerte el día 30 de ese mismo mes.
En esa emotiva carta, un párrafo lo leemos hoy con impresionante fuerza de presencia. “Si el destino nos lo permite, juntos iremos un día a su tumba para decirle a él y a toda esa legión de Niños Héroes, que hemos cumplido con la primera parte de esta lucha y que con la misma entereza y espíritu de sacrificio nos disponemos a culminar la obra de nuestra generación, teniéndolos a ellos como fiscales supremos de nuestros actos futuros”
“Y para ti, hermano querido, - expresa la propia misiva- nada tenemos que añadirte, porque también es nuestro el dolor del joven águila caído”.
Hoy el compromiso de culminar la obra de Josué, de Floro y de Salvador, la asume un pueblo entero que los continuará considerando, eternamente, fiscales supremos de nuestros actos presentes y futuros.
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