Fragmentos del discurso del Comandante en Jefe Fidel Castro,
el 6 de enero de1959, en Sancti Spíritus, Las Villas.
Orlando
Guevara Núñez
No
podía ser para mí, esta ciudad de Sancti Spíritus, una ciudad más en nuestro
recorrido.
Si
las ciudades valen por lo que valen sus hijos, si las ciudades valen por lo que
se han sacrificado en bien de la patria, si las ciudades valen por el espíritu
y la moral de sus habitantes, por el fervor de sus hijos, por la fe y el
entusiasmo con que defienden una idea, Sancti Spíritus no podía ser una ciudad
más. Y si las ciudades se admiran y los
pueblos se quieren por lo que han tenido de fe en las horas difíciles, es
lógico que hacia esta ciudad, como hacia otras, especialmente en nuestra
patria, sintamos nosotros especial cariño (APLAUSOS).
En fin de cuenta, el pueblo pide el
castigo ejemplar de los esbirros y de los confidentes, no porque el pueblo esté
lleno de odio; pide el castigo de sus enemigos y de los enemigos de la patria,
no por una sed de sangre o de venganza; pide el castigo como ejemplo, pide el
castigo porque tiene su pensamiento puesto en las horas terribles de esos
largos siete años de tiranía (EXCLAMACIONES); pide el castigo porque no quiere
ni puede olvidar a sus muertos (EXCLAMACIONES); pide el castigo porque no
quiere que nunca más se vuelva a repetir en nuestra patria lo que hemos vivido
Lo
que ocurre hoy —y tal vez a ello se deba la extraordinaria alegría del pueblo,
no por nuestros méritos que son muy pocos (EXCLAMACIONES), porque no es nada
haber luchado dos años y un mes, cuando en cada uno de nosotros existía la
decisión de luchar 40 si fuera necesario (EXCLAMACIONES)— es que el pueblo
comprende que por primera vez, desde la llegada de Cristóbal Colón, hace 400
años aproximadamente, ¡por primera vez va a haber una revolución en Cuba
(EXCLAMACIONES).
Esta
vez —y eso es lo que comprende el pueblo al cabo de cuatro siglos—, por primera
vez un pueblo manda (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES); por primera vez los hombres que
tienen las armas en la mano se inclinan reverentes ante el pueblo de Cuba
(APLAUSOS Y EXCLAMACIONES).
Y
créanme que aquí han ocurrido sentimientos realmente singulares. Es posible que el pueblo lleno de entusiasmo
venga a recibir el paso de las columnas y nos reciba a nosotros con la
sensación de que la Revolución ha llegado al poder, y que, por lo tanto, los
jóvenes revolucionarios están mandando en Cuba.
Y ocurre al revés, la verdad es que yo llego, llegan mis compañeros, y
desde que vemos que quien manda aquí es el pueblo nos sentimos llenos de
admiración y de emoción de ver a un pueblo mandando (APLAUSOS Y
EXCLAMACIONES). Y ahora sí que van a ver
lo que es un pueblo mandando (EXCLAMACIONES), porque el pueblo no se puede
traicionar a sí mismo.
Horas
muy amargas tuvimos que soportar cuando veíamos a los que trataban de confundir
y de matarle la fe a nuestro pueblo. El
peor crimen que se pueda cometer contra nadie es matarle la fe; incluso cuando
los hombres no tienen otra cosa, mientras conservan la fe, conservan
mucho. Lo terrible es cuando los pueblos
han perdido la fe por completo. Y los
que venían a conspirar contra la fe del pueblo y a decirles que nosotros éramos
potentes para resistir pero impotentes para vencer; o que aquellos cuatro gatos
que estaban en la Sierra Maestra (EXCLAMACIONES) cómo iban a tomar Çolumbia,
cómo iban a derrotar a Batista que tenía tantas armas y tantos cañones; que
nosotros éramos unos románticos pero que los pobrecitos, había que salvarlos,
había que darles una lección a la carrera para que se salvaran. Y luego eran tan descarados que decían que
cuando ganaran —cuando ganaran los politiqueros que decían que eran de la
oposición— iban a dar una amnistía (EXCLAMACIONES), como si todo el problema
del pueblo de Cuba consistiera en que a nosotros nos perdonaran, nos perdonaran
(EXCLAMACIONES).
La
verdad es que no sé si todos pensaremos igual, yo tengo mi filosofía: esa gente muerta, pues murieron; esa gente
viva sufre más. Vivos, huyendo, sin
patria, perseguidos por el odio del pueblo, el desprecio de la ciudadanía que
se les tiene que estar clavando sobre sus conciencias oscurecidas
(EXCLAMACIONES), y, sobre todo, un sufrimiento mayor, el sufrimiento de ver a
nuestro pueblo libre (APLAUSOS). No
podrá haber para los que escaparon de una forma tan deshonrosa peor castigo.
Hemos
hablado hoy con júbilo de los héroes de la Revolución, de los nombres más
destacados, de la alegría de nuestro pueblo.
Faltan por decir algunas cosas y ahí vamos. La zafra ya se sabe que a fines de mes a más
tardar, de acuerdo con nuestros cálculos, habrá comenzado en la mayor parte de
los centrales de la isla (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS). Iba a decirles, precisamente, que el pueblo
no se puede dormir sobre los laureles; que el camino que tenemos por delante es
un camino largo y duro; que la Revolución en su etapa constructiva no será un
paseo; que por delante tenemos muchos intereses creados; que toda obra justa
encontrará resistencia; que el enemigo agazapado, el enemigo en fuga, pero con
cuantiosos recursos económicos tratará de poner en nuestro camino todos los
obstáculos, se asociará con cuantos enemigos de Cuba pueda encontrar y
estaremos en la obligación de mantenernos siempre alertas, siempre en guardia;
que muchos peligros amenazan a nuestros combatientes, porque ahora ya no es el
tiro que se dispara desde una trinchera, es el tiro alevoso y cobarde que se
dispara desde una esquina, desde una azotea; que agotará todos los medios por
sembrar la muerte entre los dirigentes de la Revolución, lo que no será en
definitiva, tan difícil, porque nosotros nunca nos sustraeremos al contacto del
pueblo, ni andaremos con escoltas ni haciendo ruido por las calles
(APLAUSOS). Será ese un deber que
afrontaremos, sencillamente, como hemos afrontado todos los demás.
Es
importante que el pueblo sepa desde hoy y comprenda que la Revolución no podrá
ser tarea de un día, ni de dos, ni de tres; que nuestros males no encontrarán
solución de la noche a la mañana; que será preciso trabajar mucho; que al igual
que la guerra no se ganó en un día, que al igual que la guerra fue necesario
ganarla poco a poco, paso a paso, pero firmemente con un solo propósito, el que
concluyese solo con la victoria o con la muerte como reza nuestro lema, la
Revolución tendrá que realizarse también paso a paso, poco a poco y sin otra
divisa también que la del triunfo.
Vendrán
ahora, porque es natural que vengan y es lógico que los esperemos, los
demagogos, vendrán los oportunistas, vendrán los que no se sacrificaron a
querer medrar a costa del sacrificio de los demás. Vendrán los demagogos que no hicieron nada en
las horas duras de la tiranía a sembrar el descontento, a sembrar la
desconfianza, porque quien no tenga méritos solo encontrará el camino táctico
para ellos de rebajar a los demás; aquellos que no gocen de la confianza de la
nación se dedicarán a restar la confianza del pueblo en sus dirigentes.
Vendrá
el ambicioso, los que no se preocupan realmente por la patria, los que no estén
preocupados más que de sus ambiciones y de su vanidad personal. Vendrán, incluso, los que dentro de las
propias filas revolucionarias deserten del deber, los que se corrompan y,
además, todos los obstáculos que una revolución tiene en su camino. Todos los peligros que una revolución tiene
en su camino los tendremos que afrontar, tal vez amenazas extranjeras, tal vez
agresiones extranjeras; pero frente a todo ello, hay, sin embargo, una
inconmovible fe; la fe que nace de dos cosas:
de la confianza que tenemos en nosotros mismos y de la confianza que
tenemos en nuestro pueblo (APLAUSOS).
Todos
ustedes saben algo del cubano, que por las buenas se obtiene de un cubano
mucho, que por las malas jamás se obtendrá nada de un cubano (APLAUSOS); que a
quien lo quiere, quiere; que a quien lo trata con cariño, con cariño trata a
quien así lo trata (APLAUSOS). Que no
devolvemos el bien por mal, que no odiamos a aquellos que simpatizan con
nosotros; tal somos los cubanos, tal son ustedes, tal soy yo, tal son mis
compañeros, y a ese inmenso cariño, a esas muestras extraordinarias de
simpatía, más allá de todos los méritos que podamos tener nosotros, y que
vuelvo a repetir que son muy pocos, solo pagaremos con un cariño y con una
lealtad igualmente grandes (APLAUSOS).
De
una cosa puede estar seguro el pueblo, cualesquiera que sean las vicisitudes;
de una cosa puede estar seguro —sobre todo el pueblo humilde, el que necesita
de la Revolución, porque es el que ha sido víctima de la injusticia; el pueblo
humilde que es el que más necesita de nosotros, más que los ricos, más que los
poderosos, aunque todos hayan recibido los beneficios de la libertad, porque la
tiranía era igualmente odiosa para todos los cubanos de todas las clases
sociales; pero la Revolución, sobre todo, ha de ser en beneficio de los
humildes y de los pobres—, jamás le fallaremos.
Ciegamente pueden creer en los hombres que han hecho esta Revolución
(APLAUSOS), que la continuarán haciendo, porque hay cosas que los hombres de
honor, los hombres de sentimientos aprecian más que ninguna otra.
Nosotros,
los que hemos tenido el inmenso privilegio de saber lo que es el cariño de un
pueblo, nosotros, los que hemos tenido el inmenso honor de vernos aclamados por
multitudes delirantes, que tienen fe en nosotros, es lógico comprender que
prefiramos mil veces la muerte a venir un día por estas mismas calles y
encontrarnos la indiferencia, el olvido o el odio de nuestros conciudadanos
(APLAUSOS).
Duro
ha sido luchar contra la falta de fe.
Aquí nadie creía en nada ni en nadie, porque muchas veces nuestro pueblo
había sido traicionado; nuestra generación se encontró con una semilla de
escepticismo, con una semilla de pesimismo.
Hoy de nuevo ha renacido en el pueblo la fe, de nuevo hay confianza en
un grupo de hombres; aquellos que en otros tiempos la traicionaron, aquellos
que en otros tiempos gozaron de la simpatía de las multitudes y después se
resignaron tranquilamente a vivir en medio del desprecio público, aquellos
hombres, aquel tipo de hombre, resulta inconcebible de acuerdo con nuestra
manera de pensar.
El
revolucionario no viene al poder a disfrutar del poder, a pasear en Cadillac, a
robar, a vivir en casas cómodas, a comer bien.
¡No! El revolucionario llega al
poder a vivir igual o peor que antes, a ser tan pobre o más pobre que antes, a
ser tan sufrido o más sufrido que antes.
El revolucionario no viene al poder a disfrutar de él, sino a ser más
esclavo del pueblo, a seguir sacrificándose, en todas las formas posibles, y de
eso estamos muy conscientes nosotros. No
nos alegramos de pensar en el privilegio que signifique tener hoy los resortes
del poder en manos revolucionarias. No,
nuestro pensamiento vive solo puesto en que hay un deber que cumplir, en que
hay un deber muy sagrado con los muertos, porque ellos están ausentes hoy.
El
triunfo de esta Revolución es una reparación moral, no solo para los que han
caído en esta lucha. Pienso con
satisfacción que el triunfo de esta Revolución será la realización no solo de
los sueños de los hombres de nuestra generación, sino también de los sueños de
la generación que se sacrificó en la lucha contra la tiranía de Machado y la
realización de los sueños de nuestros libertadores que no están realizados
todavía (APLAUSOS).
Si
ha habido traidores en nuestra historia, podemos decir que en cambio también ha
habido hombres leales. Si otros
olvidaron a sus muertos, podemos decir que nuestra generación no solo recuerda
a sus muertos, sino a los muertos de todas las generaciones cubanas que
anteriormente se sacrificaron por algún ideal (APLAUSOS).
¡Rendimos
un tributo y lo seguiremos rindiendo no solo a los caídos de hoy, a los caídos
de ayer, a los caldos de nuestras luchas de independencia, porque los mártires
de la libertad, los mártires del progreso de su pueblo, los mártires del ideal,
son los mismos de una organización que de otra, de una generación que de otra,
de hoy como la de ayer, como la de antes de ayer. Son hombres que han muerto luchando por un
sueño, sueño que no se ha realizado, pero sueño que ustedes y nosotros vamos a
realizar! (APLAUSOS.)
Aquí
no tenemos que pedirle permiso a nadie para hacer nada, aquí vamos a hacer lo
que le convenga a Cuba en todas las circunstancias (APLAUSOS), y nuestro
derecho sabremos defenderlo, porque yo creo en este pueblo como no se pueda
creer en ningún otro pueblo. Creo de tal
manera en la dignidad y el honor de nuestro pueblo, que digo que a este pueblo
hay que respetarlo, porque quien no respete a este pueblo, quien quiera
arrebatarle su libertad, su soberanía o su derecho, tendrá que matar hasta el
último hombre, hasta la última mujer y hasta el último niño (EXCLAMACIONES Y
APLAUSOS). Y porque así pienso de este
pueblo, es por lo que reafirmo mi fe en el triunfo, es por lo que estoy seguro
del triunfo, tan seguro hoy del triunfo de la Revolución en su tarea
constructiva, como estaba tan seguro del triunfo militar del pueblo cuando
desembarqué en la playa Las Coloradas (APLAUSOS).
Soy
un hombre de fe. Hemos triunfado porque
creímos en el pueblo. Mientras otros se
dedicaron a conquistar militares para dar un golpecito de Estado y que siempre
estuviéramos dependiendo de los militares, de que quitaran y pusieran
gobiernos, yo jamás fui a buscar a nadie para conspirar. Fui a buscar al pueblo, me presenté ante los
campesinos con unos cuantos fusiles (APLAUSOS); fui a buscar al pueblo para con
el pueblo conquistar su libertad, y, gracias a eso, podemos decir hoy el grito
con el que voy a terminar estas palabras y que es el grito que está en el
corazón de todos nosotros, ¡qué viva Cuba libre! (EXCLAMACIONES DE: “¡Viva!”) (APLAUSOS.)
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