domingo, 25 de octubre de 2015

Operación Carlota.Pequeños relatos sobre una larga misión: !Bicho,camarada!


                    
 .Orlando Guevara Núñez

La noche nos sorprendió en la carretera, por una ruta que nunca habíamos transitado. Y junto a la oscuridad, vino un descomunal aguacero que impedía la visión a una distancia menor de cinco metros.
No tuvimos otra alternativa que detener la caravana de pesados camiones y esperar el escampe. Pero luego de la lluvia, la jefatura decidió no continuar la marcha y acampar en un pequeño caserío al cual habíamos llegado.
Después de confirmar que no  existìa por allì ningún puesto cubano y que sólo unos ocho o diez compatriotas estaban cerca del lugar, se decidiò quedarnos en lo que antes habìa sido la mansión de una familia portuguesa dueña de una “facenda”, que habìa emigrado como consecuencia de la guerra. Ahora el local estaba ocupado por las FAPLA.
El lugar destinado para nosotros fue un amplio salón con piso de cemento, sobre el cual debíamos tender los pequeños colchones de espuma que siempre traíamos encima.
Antes de acostarnos abrimos algunas latas de alimentos en conserva, los cuales aplacaron el apetito de varias horas sin comer nada. Después que cada cual escogió y acondicionó el lugar donde dormiría, todos nos dispusimos a entregarnos al sueño reparador. Pero nos dimos cuenta de que faltaba algo imprescindible, insoslayable en condiciones de guerra: la organización de la guardia.
Dos o tres compañeros nos dirigimos al jefe para sugerir la designación de la vigilancia, pero él no la estimó necesaria, aduciendo que los angolanos la estaban haciendo. Insistimos en organizar la nuestra y nos preguntó si tenìamos miedo, a lo cual contestamos que no, pero que la Patria no nos agradecería que  nos dejáramos coger por descuido. Como la petición no fue aceptada, nos decidimos  tambièn a dormir, no sin antes dejar nuestros AKM en completa disposición combativa, con más razòn cuando algunos angolanos hablaban- versión no ajustada a la realidad- de asaltos comando por parte de las tropas enemigas.
Uno de los compañeros, viendo que la puerta de entrada no tenía cerradura, decidiò poner una lata detràs de ella, de manera que si alguien la abrìa, la lata sonarìa y su escàndalo nos pondría en alerta.
Alrededor de la una de la madrugada, un estruendo nos hizo despertar a todos; la puerta se abriò y como una ráfaga de ciclòn entraron por ella dos hombres a nuestro improvisado dormitorio. Uno de ellos chocò contra el cuerpo de uno de los nuestros y le cayò encima. Pero caerle encima y que el cubano le echara garras y acertara, en medio de la oscuridad, tomarlo por el pescuezo, fueron dos cosas casi al mismo tiempo. La ausencia de luz nos impedía comprender lo que estaba pasando, al tiempo que no podìamos utilizar las armas en medio de nuestros propios compañeros.
¡Bicho, camarada! oímos gritar a uno de quienes acababan de entrar.
-¡Dispensen, camaradas! Se le escuchó decir con alguna dificultad al que tenía aprisionado el cubano.
Y cuando se encendió la luz, nos dimos cuenta de que los dos angolanos que tenìamos ante nosotros, eran los mismos que estaban de guardia. Pero ¿Cuál era el problema? 
Los dos jóvenes soldados no hacìan otra cosa que repetir, señalando hacia afuera ¡Bicho, camarada! Y nosotros no alcanzàbamos a comprender lo que deseaban transmitirnos. Al inicio pensamos que podìa ser una serpiente, un animal salvaje u otro bicho peligroso de los que en esa tierra abundan.
El enigma fue aclarado por otro combatiente de las FAPLA que llevaba ya varios dìas con nosotros. Nos explicó que en esa zona los angolanos les llamaban  bicho  a los ladrones que salían a robar de noche. Los centinelas vieron acercarse a los rateros y decidieron avisarnos a nosotros para que los cogiéramos. Demás está decir que la confusión nuestra les dio tiempo a los bichos para marcharse tranquilamente, no sin antes tomar para sí una buena ración de carne tendida en unos cordeles.
Después del incidente, volvimos a acostarnos, con la única diferencia, sin que nadie lo sugiriera, de que fue organizada la guardia con nuestros propios combatientes.

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