.Orlando Guevara Núñez
Los acontecimientos de Ucrania
siguen constituyendo un foco que pone en peligro no solo la estabilidad de ese
país, sino, además, comprometen la paz a escala internacional. El gobierno de
los Estados Unidos y sus cómplices de la Unión Europea, han movido a sus
peones para, al precio de decenas de
muertos y un número elevado de heridos, destruir la unidad ucraniana y facilitar su acceso libre a ese
territorio con fines militares contra Rusia.
El derrocamiento violento de un
gobierno constitucional ha sido amamantado por los mismos intereses imperiales
en cuyos expedientes pesan las sucias guerras
contra Afganistán, Iraq, Libia y Siria. Y es la fórmula, ahora más refinada, de tratar de derrocar a los
gobiernos que no se ajustan a sus intereses.
En el caso Ucrania, como en los
demás, las mentiras han marchado siempre junto al crimen. Cometer ellos los
crímenes, los desórdenes, culpando al país al que tienen planeado derrocar por
la fuerza. Se trata, por todos los medios, de fabricar razones para inmiscuirse
en los asuntos internos de otras naciones, incluyendo la intervención armada.
El Ministro de Relaciones
Exteriores cubano, Bruno Rodríguez Parrilla, denunció en La Habana, en
conferencia con la prensa extranjera, la estrategia de los Estados Unidos,
expresada por un alto funcionario de ese país, quien dijo: “La nueva estrategia de Estados Unidos es más
eficaz y menos costosa. La del gobierno
de Bush considera la ocupación, la de Obama es una liberación nacional,
mediante el desarrollo de un movimiento nacional. La estrategia de la
intervención militar en Libia, podría aplicarse también en otros países”.
Es la misma fórmula que están
aplicando contra Venezuela, sin importarles la sangre que se derrama, los
sufrimientos de la población y los recursos que se destruyen.
En todos los casos, ahí están
las amenazas de sanciones, encabezadas por Estados Unidos y secundadas por sus
cómplices europeos. Sólo que en estos dos últimos casos, la estrategia imperial
está chocando contra dos obstáculos de
mucha fuerza. En el caso de Venezuela, la unidad entre el pueblo y el gobierno,
la sabia conducción de los acontecimientos por el presidente Nicolás Maduro y
la conciencia chavista de no dejarse arrebatar la Revolución. Allí en
Venezuela, puede afirmarse que la paz le está ganando una batalla a la guerra.
En Ucrania, se logró fraguar el
golpe de Estado. Pero el objetivo estratégico de acorralar a Rusia militarmente
tiene como valladar la firme posición
rusa de no permitirlo. El gobierno norteamericano ha hablado de sanciones y ha
utilizado otros términos prepotentes, pero lo cierto es que su lenguaje, hasta
ahora, es menos emprendedor, a sabiendas
de que no es lo mismo vérselas con otros países agredidos que con Rusia. Porque tampoco es lo mismo golpear sin el peligro de
recibir, que pegar con el riesgo cierto
de recibir el golpe multiplicado.
Esa intromisión, tanto en
Ucrania como en Venezuela, es totalmente inadmisible. Ninguna potencia tiene el
derecho a intervenir en los asuntos internos de otro país. Y es un hecho
evidente que quienes en nombre de los derechos humanos y de la democracia
ejercen ese poder interventor, son los mayores causantes de que existan en el
mundo tantos millones de seres humanos sin derechos y privados de la verdadera
democracia.
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